Revestíos del Señor Jesucristo

El Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, pasaba mucho tiempo en silencio delante del Santísimo Sacramento. Después de haberlo observado así por muchos días, un campesino lo interrumpió para preguntarle: “¿Qué hace aquí durante tanto tiempo?

Le contestó: “Nada. Yo lo miro, y Él me mira.

Hoy empezamos el tiempo de Adviento, un tiempo de preparación y anticipación para la venida de Nuestro Señor. La liturgia nos da cuenta de esta realidad.

Supongo que todos habrán tenido la experiencia de estar en una comida o un evento donde hay mucha gente hablando, mientras ustedes están intentando conversar con una sola persona. De repente, llega un momento de casi silencio cuando las demás conversaciones paran, pero tú sigues hablando al mismo volumen y todos, entonces, oyen algunas de tus palabras sacadas fuera de contexto, y tú te avergüenzas.

Hoy la liturgia nos hace algo semejante. Todo es más sombrío. Hay un silencio que nos llama la atención y nos fuerza a examinar a dónde está dirigida nuestra mirada.

Entonces, verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y majestad… Cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas porque se acerca vuestra salvación.” Dice nuestro Señor en el evangelio de hoy. Y en verdad esto es exactamente lo que hacemos en cada Santo Sacrificio de la misa. Fijamos nuestra mirada en Cristo, en el crucifijo y en el altar donde se hace carne de nuevo. Y si, por casualidad, tu atención, devoción, o afección se han desviado un poco, cada año la Iglesia nos otorga esta temporada para volver a enfocarnos. Porque, como dice san Pedro en los Hechos de los Apóstoles: “Pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos.

En el Adviento la Iglesia quiere que consideremos las tres venidas de Nuestro Señor y cómo se relacionan. Estamos preparándonos para el aniversario de su nacimiento, cuando Dios apareció en carne humana entre nosotros para redimirnos y enseñarnos el camino hacia el cielo. Nos vino en una forma tan humilde, tan amorosa que sólo los corazones más congelados y endurecidos no se derriten al considerarlo. Ahora debemos de estar recordando los sentimientos que en las navidades pasadas nos han impedido llorar, y pensamos, entonces ¿cómo me puedo hacer un poco más merecedor de un regalo tan inmenso este año?

También anticipamos su venida final en la cual queremos encontrarlo y ser encontrados por Él con este mismo gozo que experimentamos celebrando la Navidad. Dice San Bernardo: “Vivimos de esperanza, hermanos, y no nos desalentemos… animados por la expectación de aquellos gozos.

Pero el Adviento no es sólo para que recordemos el pasado y anticipemos el futuro. El puente entre su primera venida y la tercera es su venida diaria y actual para la santificación y salvación de todos, y en cierto sentido ésta es la más importante de sus manifestaciones hacia nosotros.

Se encarnó para todos, pero no todos le permitimos que habite en nosotros. Por lo tanto, lo mejor será recibirle en nosotros, para que después no haya de venir contra nosotros” dice San Bernardo.

El constante entre las tres venidas es nuestro Señor Jesucristo.  Es fácil distraernos preparando todos los detalles prácticos para la Navidad. Es fácil pensar solamente en el temor o vergüenza de ser castigados si consideramos la venida final. Es fácil pensar, al ver cómo son las modas del mundo, que existen otras prioridades o que es bueno tener una diversidad de creencias o verdades, las cuales todas son válidas. Es fácil pensar que  si Cristo viene después, entonces luego me convierto, o que ya me hice cristiano cuando fui bautizado o hice mi primera comunión, entonces ya estoy bien.

Pero dice San Pablo en la epístola, “Ya conocéis el tiempo y que ya es hora de levantaros del sueño, pues nuestra salud está más cercana.”

Y como Jesucristo mismo dice en el libro del Apocalipsis: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio, y el fin. Al sediento yo le daré de beber graciosamente de la fuente del agua de la vida.

Los que no conforman sus vidas según la de Cristo, que es la primera, la última, y la única realidad, serán los que temerán y temblarán por la venida de Cristo, como explica el evangelio de hoy.

 “¡Fijad en Él y sólo en Él, vuestra mirada, y…adelante, que reine!” Dice el padre Mateo “No hay más sabiduría que la de conocerle a Él, ni hay más dicha verdadera que la de intimar con Él. . . ¡Jesús nos basta! Creer es sobre todo abalanzarse a Jesús, darse a Él, vivir en Él.

Esto  lo hacemos fácilmente por estar atentos a las gracias que nos ofrece en cada momento de cada día a cada persona. Cuando vienen los sufrimientos y dificultades podemos ofrecerlos para nuestra santificación o renegar de ellos. Podemos buscar su voluntad en cada situación o podemos buscar nada más que la nuestra. Podemos servir Cristo a través de nuestros prójimos necesitados, o podemos vivir en el aislamiento de un corazón incapaz de amar. Podemos estar levantando nuestros deseos y pensamientos hacia Él siempre para convertir todo en una oración o podemos disiparnos en nuestras fantasías, angustias y monólogos interiores.

Pero más que todo, tenemos que reconocer que la Encarnación del Hijo de Dios no fue simplemente un evento histórico, es algo actual. Hay una Encarnación en cada misa, hay una Navidad en cada comunión, hay un Belén en cada sagrario. ¿Cómo podemos pensar en emocionarnos por la celebración de su nacimiento, mientras no aprovechamos su presencia continua entre nosotros?

¡Jesús está aquí!

San Francisco de Sales dice: “Hay que visitar a Jesucristo Sacramentado unas cien miles de veces a diario.” Vino en la Navidad para visitarnos, y ahora espera que nosotros lo visitemos. Este es el secreto de todos los santos:

  • ¿Sabes que probablemente ganarás más por rezar quince minutos delante del Santísimo que por todas las demás devociones del día?” Dice san Alfonso.
  • O el Venerable Padre Olier: “Cuando hay dos caminos que me conducirán al mismo lugar, escojo el que tiene más templos para quedarme más cerca del Santísimo.
  • Y san Pío: “Mil años disfrutando la gloria humana no vale tanto como pasar una hora en dulce comunión con Jesús Sacramentado.

¡Pobrecitos los que decimos que si hubiéramos estado en Belén, habríamos viajado con los Magos, vigilado con los pastores, y no habríamos negado hospedaje a los Santos Peregrinos, pero al mismo tiempo no aprovechamos casi nunca de la posibilidad de visitarlo en sus sagrarios!

Hoy celebramos la primera comunión de estos niños. Rezamos para que nunca pierdan el entusiasmo que hoy tienen. Que en verdad hoy y siempre Cristo sea el dueño de sus corazones. Y para los demás, tenemos que preguntarnos si hemos permitido que desfallezca nuestro fervor. Tanto para estos niños como para cada uno, que cada comunión sea como si fuera la primera, la última, y la única, y que encontremos siempre toda nuestra alegría en esta intimidad con Cristo.

Propónganse algo concreto entonces este Adviento. Lleguen a conocer mejor a su Señor que ha de venir y en verdad viene a ti. Asistan más a la santa misa. Visítenlo en sus sagrarios. Pero me dicen, “Padre, no tengo tiempo, estoy muy ocupado.” ¿Por qué no hacemos tiempo para lo que es prioridad? ¿De veras diríamos, “Ah, qué lástima que mis hijos no han comido en una semana, pero no he tenido tiempo ni para comprarles comida ni para preparársela”? Claro que no. ¿Cómo es posible entonces que podamos permitir que pasen días y aun toda una semana sin saludarlo ni siquiera una vez? O aún peor, que pasen semanas, meses, o años sin recibirlo en la Santa Comunión. Les pregunto, ¿si supiéramos que Cristo nacería de nuevo, pero esta vez se encontraría su pesebre en Guadalajara, quién no estaría dispuesto a levantarse un poco más temprano, organizar su tiempo un poco mejor, y echarle ganas para asegurar de que podrá estar presente? ¡Hay que pensarlo bien!

Si no encontramos tiempo para Él ahora, en esto, su venida actual, en verdad no hubiéramos encontrado el tiempo para Él en su primera y es muy seguro que Él no encontrará tiempo nosotros en su última.

Nos preocupamos por lo que vamos a regalar en Navidad, pero Cristo solo pide un regalo: nada más ni menos que tu corazón.

Concluyo con las palabras del padre Mateo:

No basta creer que vino, es preciso vivir como quien cree realmente que se quedó y que vive entre nosotros. ¿Cómo llegar a ver Jesús en todo e incrustarle en nuestra vida, y que llegue a ser, en nuestra mente y nuestro corazón, la obsesión de nuestra vida, Él, Jesús, solo Él? ¿Por qué no podría Jesús, la única realidad indefectible, ejercer sobre el alma la fuerza de atracción que vemos que ejercen un marido, un amigo, un novio, o un hijo?  Y Jesucristo, hermosura increada, creador de todo lo que admiramos, Él, cuya sola mirada extasía a los ángeles  y es la exaltación eterna de un paraíso, ¿no llegará a apoderarse de todo nuestro ser?

Padre Daniel Heenan, FSSP

Sermón del primer domingo de Adviento

Padre Daniel Heenan
Padre Daniel Heenanhttp://www.fsspmexico.mx/
Miembro de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro. Es Párroco de la cuasiparroquia personal de San Pedro en Cadenas en Guadalajara, México

Del mismo autor

Sermón XX domingo después de Pentecostés

https://youtu.be/f6WzJSi3pLE  

Últimos Artículos

«Y estaba sujeto a ellos»

I. En este primer domingo después de Epifanía celebramos...

Una fe firme en la tempestad, con Athanasius Schneider

Entrevista de Stefano Chiappalone a monseñor Athanasius Schneider, obispo...