EL CASO. Recientemente en Bélgica, en un centro educativo para niños, los maestros simularon entre dos chicos de siete años la realización de una boda gay entre ellos.
La página web arriba citada da cuenta que “Tito Meeus y Otto De Greve se dieron el ‘Sí, quiero’ el pasado viernes en la monumental capilla para bodas del Ayuntamiento de Gante ante la mirada de sus amigos invitados. La funcionaria Sofie Bracken fue la encargada de oficiar la ceremonia. Los pequeños, con sus mejores galas, sombreros a juego y broches de flores, se intercambiaron pulseras de la amistad. La televisión y la prensa local cubrieron el evento: los dos amigos, cogidos de la mano, bajaron las escaleras mientras sus compañeros lanzaban pompas en lugar de arroz.
Una boda infantil, por supuesto completamente ficticia, no tiene nada de excepcional en la Freinetschool De Boomgaard. El centro sigue una pedagogía que incentiva la enseñanza colaborativa y experiencial. Los niños son animados a tomar su propias decisiones en libertad. Al tratar el módulo de la familia no es excepcional que un niño y una niña terminen simulando como proyecto su matrimonio. Pero por primera vez, dos niños dieron el paso adelante: Tito y Otto son mejores amigos y vieron natural dar el paso de casarse.
«Esto no tiene nada que ver con la homosexualidad», asegura su profesora, Lies Van Maldergem. Pero la sociedad belga, que legalizó el matrimonio gay en 2003, no lo ha visto así. El foco mediático ha destacado el ejemplo de integración que supone que, trece años después, estas uniones sean asumidas con naturalidad incluso por los más pequeños.
NUESTRO COMENTARIO.
Como ya expusiéramos antes que ahora , este “simulacro” de boda gay entre dos varones, educandos de siete años, hubiera sido de realización imposible en nuestro país por la sencilla razón que enseñar y promover la ideología de género en forma oficial es violar la laicidad estatal. Como también lo es dar clases de religión o adoctrinar políticamente a los niños y adolescentes, desde las aulas. El Estado Uruguayo es laico desde la Constitución de 1919 y no debe oficialmente imponer religión, filosofía o ideología como propia a nadie. Resulta sorprendente que las autoridades belgas afirmen que la sociedad de su país no tomó este simulacro de boda gay, como una recomendación de la homosexualidad a los niños, porque qué otra finalidad podía perseguir esta “performance”, si no de la demostrar la naturalidad del hecho?. Uno cosa es no discriminar, otra hacer apología de las conductas, y sobre todo sobre mentes inocentes y en formación como son los de los niños. Se deben respetar a todas las personas, por lo cual también a los padres de los chicos, que son los verdaderos responsables de su educación. Nuestra Constitución y suponemos que la belga también, reconocen que son los padres y tutores los responsables de decidir que educación recibirán sus hijos o pupilos. Y en el caso belga comentado no consta que los padres hayan dado la autorización para que sus hijos participaran de este simulacro. Desde ya que ambas cuestiones se presentan unidas, la de la laicidad que debe respetarse en la educación (tema en el tapete en Uruguay por lo ocurrido o no en Salto) y el del respeto del derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos.
Es increíble que se tome como violación de la laicidad la exposición de todas las posiciones sobre el tema del aborto por ejemplo, incluida la del rechazo ético y de la objeción de conciencia (reconocida por la ley) contra la supresión de una vida humana indefensa y por otro lado y concomitantemente, muy pocas voces cuestionen la enseñanza e imposición en el sistema educativo de la perspectiva de género, que carece de toda base biológica porque es pura ideología y que además viola la laicidad y el derecho de los padres a decidir la educación afectiva y sexual de sus hijos.
Incluso hay voces que se han levantado en el mundo ya contra estas prácticas, considerándolas intento de corrupción de menores.
La conclusión de siempre: para que haya respeto de la debida laicidad en estos temas debe haber conciencia de ellos, de bioética y bioderecho en la población. De lo contrario, el Estado seguirá actuando como el Leviathán de Hobbes, violando los derechos humanos.
Carlos Alvarez Cozzi