Todos estamos ansiosos por ver una vacuna contra el COVID-19 en el menor tiempo posible. Sin embargo, al menos algunos de nosotros estamos aún más ansiosos por la posibilidad de que la única vacuna que finalmente se nos ofrecerá (o se impondrá … a través de la «democracia») sea una vacuna vinculada al aborto. Los problemas éticos planteados por la investigación, producción, comercialización y uso de vacunas no son pocos y no son nuevos. También para las vacunas anti-COVID-19, Children of God for Life con sede en Florida y dirigida por Debi Vinnedge (desde siempre la organización líder, entre las organizaciones pro-vida, en el tema de las vacunas)1 ya ha sonado la alarma: la vacuna actualmente en desarrollo por la compañía farmacéutica Moderna (ARNm-1273) y la de Johnson & Johnson (que, entre otras cosas, recibe fondos públicos para su investigación anti-COVID-19) utilizan líneas de células abortivas de niños abortados.2 Todo esto en marcado contraste con otras vacunas en preparación, como las de Sanofi Pasteur y AVM Biotechnology, que no utilizan líneas células abortivas.3
Pero, ¿qué se entiende exactamente cuando se habla de líneas celulares provenientes de abortos? Ángel Rodríguez Luño lo explica en un artículo del año 2005: «Vacunas ampliamente difundidas contra enfermedades como la rubéola, la hepatitis A, la varicela, etc., se han desarrollado con cepas de virus obtenidas de fetos humanos voluntariamente abortados… y/o se elaboraron atenuando el virus a través de pasajes seriados en cultivos de fibroblastos diploides humanos, obtenidos también… principalmente de abortos voluntarios».4 La lista completa de estos «cultivos» -con una especificación del sexo y el tiempo de gestación para los niños asesinados por aborto cuyas células fueron utilizadas- está disponible en el sitio de Children of God for Life 5junto con una lista regularmente actualizada de vacunas relacionadas con el aborto y sus alternativas éticas, cuando existen.6
Sin embargo, podría objetarse que plantear hoy en día problemas morales con respecto a estas vacunas, décadas después de los abortos a que se dio lugar durante su desarrollo, sería actuar de mala fe. Además, ¿no es cierto que las vacunas así obtenidas han hecho y continúan haciendo bien a sus numerosos beneficiarios? Bueno, primero debemos preguntarnos si las cosas son realmente así. En un análisis muy detallado, Debi Vinnedge concluye escribiendo, entre otras cosas, que (a) los «cultivos» no son inmortales y, por lo tanto, se requiere nuevo material biológico de nuevos abortos para crear nuevas vacunas; (b) el uso de estas vacunas termina siendo un incentivo para la investigación basada en la destrucción de fetos y embriones; (c) la vacuna contra la poliomielitis, para dar solo un ejemplo, de hecho se utilizó como ganzúa contra las restricciones impuestas a aquella misma investigación inmoral.7
Pero incluso admitiendo que las cosas son como presuponen las dos objeciones anteriores, la primera (basada en las décadas transcurridas desde los abortos iniciales) significaría que después de pasar varias veces de mano en mano, un billete falso debería poder usarse como si fuera auténtico.8 La segunda objeción, por otro lado (la cual, para justificar estas vacunas, apela a los beneficios que producen), no hace más que proponer el estribillo desacreditado de que un buen fin justifica un mal medio.
En última instancia, por más vueltas que se le de, el problema persiste. En filosofía y teología moral, esto se conoce como el problema de la cooperación con el mal. Aplicado al tema de la vacuna, el problema está resumido en una declaración de la Academia Pontificia para la Vida del 2005,9 en respuesta a una pregunta presentada por Debi Vinnedge. En ese documento, el problema de la cooperación se abordó precisamente con respecto a tres categorías diferentes de temas: «(a) quienes preparan las vacunas usando cepas de células humanas de abortos voluntarios;(b) quienes participan en la comercialización de dichas vacunas;(c) quienes tienen necesidad de utilizarlas por razones de salud». La legalidad de toda cooperación formal fue obviamente excluida (es decir, el compartir la intención de proceder a un aborto). En lo que respecta a la cooperación material, se consideró que la preparación, distribución y comercialización de estas vacunas es moralmente ilícita (sin perjuicio de la posibilidad de responsabilidades diferenciadas entre los diversos agentes que cooperan), porque dicha cooperación contribuye de hecho a fomentar el aborto. Igualmente ilícita fue juzgada la cooperación material pasiva de los productores de estas vacunas, culpables de no renunciar al acto cruel del aborto y de no empeñarse en formas alternativas lícitas. (Al respecto Debi Vinnedge aclaró que, para algunas vacunas relacionadas con el aborto, ya existían formas alternativas legítimas, y que en el pasado eran producidas y comercializadas, después descartadas por mero interés que nada tenía que ver con la eficacia o seguridad de la vacuna ética.).
En cuanto a la cooperación material de los usuarios de estas vacunas, el documento consideró que la de los usuarios particulares es mucho más débil que la de las «autoridades nacionales y sistemas de salud que aceptan el uso de las vacunas«. Con respecto a las vacunas sin alternativas, el documento del 2005 concluye por la legalidad, a la espera de vacunas éticas, en la medida en que fuera «necesario para evitar un peligro grave no solo para los mismos niños sino también y, quizás, sobre todo, para las condiciones de salud de la población en general«.10 Al mismo tiempo, sin embargo, el documento hizo un llamamiento a los «fieles y ciudadanos de recta conciencia» (padres de familia, médicos, etc.) «a oponerse, incluso con objeción de conciencia, a los ataques cada vez más generalizados contra la vida y a la ‘cultura de la muerte’ que los sustentan«. De ahí el «grave deber» de recurrir a vacunas alternativas donde existan y, respecto a las vacunas sin alternativas, el deber de ejercer presión para que sean puestas a disposición vacunas éticas.
En este mismo espíritu, llamando a los católicos y hombres de buena voluntad a hacerse oír para que las vacunas se produzcan de una manera éticamente perfecta, Mons. Strickland, Obispo de Tyler cerca de Dallas en Texas, no podría haber sido más elocuente en su tweet en el calor de la crisis debida al COVID-19: «Es tan triste que, incluso frente al COVID-19, todavía estamos debatiendo acerca del uso de material de niños abortados en la investigación médica. Que mi posición sea clara: si una vacuna para este virus solo se puede obtener usando partes de niños abortados, entonces la rechazaré. Para vivir, no mataré niños«.11 En otras palabras: una vacuna , por supuesto la esperamos y para pronto; pero una vacuna a cualquier precio, no. Como en todas las cosas, hay formas morales de alcanzar y formas inmorales de rechazar. ¡Gracias por su valiente testimonio, Monseñor Strickland!
En otras palabras: ciertamente esperamos cuanto antes una vacuna contra el Covid19; pero no una vacuna a cualquier precio. Como en todas las cosas, son los caminos conformes la moral los que hay que seguir y los caminos inmorales deben ser rechazados. ¡Gracias por su valiente testimonio, Monseñor Strickland!
1 Una breve presentación de esta organización se puede encontrar en italiano en http://www.renovatio21.com/vaccini-aborti-cosmetici-parlano-i-children-of-god-for-life/
2 Las dos versiones relacionadas con estas vacunas, con fecha del 25 y el 31 de marzo de 2020 respectivamente, están disponibles en el sitio web de Children of God for Life: https://cogforlife.org/
33 Ver los dos comunicados con fecha del 25 de marzo y 19 de abril en el mismo sitio web.
44 «Reflexiones éticas sobre las vacunas preparadas a partir de células de fetos humanos abortados», en Medicina e Morale, 2005/3, pp. 521-532, en pp. 521-522.
55 https://cogforlife.org/wp-content/uploads/AbortedFetalCellLines.pdf. En este documento, leemos por ejemplo que, para la creación de la única vacuna contra la rubéola, se necesitaban células tomadas de 99 abortos.
7 “Aborted Fetal Cell Line Vaccines and the Catholic Family. A Moral and Historical Perspective”, in https://cogforlife.org/vaccines-abortions/.
8 Así lo observa con razón Rodríguez Luño en las páginas 523-524 de su artículo, anteriormente citado. Para otros ejemplos, consultar los escritos de Michael Copenhagen en https://cogforlife.org/wp-content/uploads/VaccineFrCopenhagen.pdf.
9 La versión italiana del texto está disponible en https://www.amicidilazzaro.it/index.php/riflessioni-morali-circa-i-vaccini-preparati-a-partire-da-cellule-provenienti-da-feti-umani abortado /; la versión en inglés en https://cogforlife.org/wp-content/uploads/2012/04/vaticanresponse.pdf
10 En términos más amplios (pero con un razonamiento sin duda estricto), la legalidad es reiterada en una nota conjunta de 2017: http://www.academyforlife.va/content/pav/it/the-academy/activity-academy/note -vaccines.html.
11 https://twitter.com/bishopoftyler/status/1247734548361809925?lang=en; https://www.lifesitenews.com/news/us-bishop-vows-to-refuse-covid-19-vaccine-if-made-from-aborted-fetal-tissue.
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