«Y el Verbo se hizo ideología»: En el Sínodo, una Iglesia falsificada

El 27 de Octubre, el Cardenal Mario Grech, Secretario General del Secretariado General del Sínodo, habló primero durante la conferencia de prensa presentando el Documento de Trabajo para la Etapa Continental del Sínodo, un documento resumiendo lo que emergió de todas las consultas diocesanas. “Amplía el espacio de tu tienda” (es el titulo del documento) es la “sintesis de las sintesis”.

De hecho, las distintas respuestas de los fieles fueron transmitidas a las respectivas diócesis y, a continuación, las diócesis las transmitieron a la correspondiente conferencia episcopal, que preparó un primer compendio. Estos sumarios fueron luego enviados al Secretariado del Sínodo, el cual, a través de un grupo de “expertos” procedieron a preparar un sumario más, es decir, el documento que ahora fue hecho público. De acuerdo al Cardenal Jean Claude Hollerich, 112 de 115 conferencias de obispos, 15 Iglesias católicas orientales, 17 dicasterios romanos, la Unión de Superiores y Superiores Mayores y algunos movimientos y asociaciones respondieron. Nada se dijo acerca de cuántos católicos en persona enviaron comentarios.

El cardenal Grech expresó su sorpresa y la del «grupo que colaboró en la lectura de los resúmenes y en la redacción del Documento«, por la «singular convergencia en muchos puntos de aportaciones que procedían de contextos eclesiales y culturales muy diferentes«. Sin embargo, lo que resulta más sospechoso que sorprendente es la uniformidad de expresión, en estricto «sinodalismo», de las citas reseñadas.

Grech muestra sus cartas al reconocer que «el Documento fue redactado a partir de las síntesis de las Conferencias Episcopales y no directamente de las aportaciones de las Iglesias particulares«; pero al mismo tiempo reivindica su fidelidad a las aportaciones originales, descartando categóricamente la posibilidad «de que todas las Conferencias Episcopales hayan ahogado a propósito la profecía del Pueblo de Dios«, sospecha que sería «tan ideológica como suponer lo contrario«. Una afirmación que implica, y quizás el Cardenal no se dio cuenta, que incluso la suposición de que no hubo falsificación es ideológica.

Y, de hecho, la hipótesis más probable, echando un vistazo a los resúmenes reseñados, es que en la actualidad se está produciendo una falsificación sustancial y profunda en la Iglesia en dos direcciones: de la institución a los fieles (o al menos a una parte de ellos), y de éstos a la institución. El cardenal Grech lo llama «dinámica de restitución«; en esencia, un cambio continuo: «a partir de la escucha del Pueblo de Dios, los obispos individuales podrán verificar si su Iglesia se reconoce en el Documento y en qué medida; las posibles observaciones al Documento podrán ser enviadas por las Iglesias individuales a las Conferencias Episcopales, que a su vez podrán producir para la etapa continental una síntesis más orgánica, que contribuirá al discernimiento de la Asamblea Continental«.

¿Por qué es un proceso de falsificación? Porque gran parte del pueblo de Dios, especialmente los «comprometidos«, no han sido alcanzados por la predicación del Evangelio, sino por el fraseo típico de la ideología pseudocristiana. A sus pastores, por tanto, se les devuelven los desideratos que en realidad fueron inducidos preventivamente por el martilleo ideológico de los propios pastores (con algunas excepciones) y de sus diversas comisiones diocesanas y parroquiales. Los párrocos enviaron entonces a las oficinas correspondientes de las conferencias episcopales estas respuestas, convenientemente sintetizadas, es decir, mejor amalgamadas con la ideología eclesial dominante. Así reformuladas, volverán a los pastores y al pueblo, para que «interioricen» aún mejor la ideología y su fraseología. Y así sucesivamente, en una dinámica que se denomina «dinámica circular de profecía-discernimiento«, según precisamente un vocabulario ideológico ya muy probado.

Lo que surgirá, por tanto, no es en absoluto el sensus fidei, como sugiere el documento en el nº 9 -es decir, el consenso de los fieles, en virtud de la virtud teologal de la fe, infundida en ellos en el Bautismo-, sino, si acaso, una «consultatio fidelium», dirigida e informada ideológicamente.

Veamos concretamente algunos ejemplos de la ideología en acción, dando cuenta de algunas de esas citas que, según el documento, «intentan dar una idea de la riqueza de los materiales recibidos, dejando resonar la voz del Pueblo de Dios de todas las partes del mundo«.

Empecemos con una cita de la síntesis ofrecida por la CEI, que sería una de las voces que reclaman la inclusión total en la Iglesia: «La casa de la Iglesia no tiene puertas que se cierren, sino un perímetro que se ensancha continuamente«. O una procedente de la CE portuguesa: «El mundo necesita una «Iglesia en salida», que rechace la división entre creyentes y no creyentes, que vuelva su mirada a la humanidad y le ofrezca, más que una doctrina o una estrategia, una experiencia de salvación, un «desbordamiento del don» que responda al grito de la humanidad y de la naturaleza.» O también esta retorcida formulación de la CE argentina: «Es importante construir un modelo institucional sinodal como paradigma eclesial de deconstrucción del poder piramidal que privilegia las gestiones unipersonales.«

Ante tales formulaciones, sólo hay dos posibilidades: o bien las respuestas iniciales han sido ampliamente distorsionadas para ajustarse a la verborrea actual de la iglesia sinodal, o bien las respuestas son auténticas, pero proceden de esa ínfima porción de católicos (que, sin embargo, se encuentran -siempre los mismos- en todos los consejos pastorales, comités diocesanos, comisiones ad hoc y demás) que ya están suficientemente ideologizados: la «porción elegida» que, para hacer un punto, apoya la permisibilidad del aborto pero también enseña el catecismo; sirve como ministro extraordinario de la santa comunión pero no cree en la transubstanciación; pone la parroquia patas arriba para quitar las velas de cera y salvar el planeta del calentamiento global pero mantiene la casa a unos cómodos 70° F.

Otro aspecto omnipresente en el documento es la insistencia en la inclusión. En el § 13, afirma que la «Iglesia sinodal […] aprende de la escucha cómo renovar su misión evangelizadora a la luz de los signos de los tiempos, para seguir ofreciendo a la humanidad un modo de ser y de vivir en el que todos puedan sentirse incluidos y protagonistas«. ¿Quiénes son los excluidos que necesitan ser «incluidos y protagonistas»? ¿Quiénes son los que no se sienten representados en la Iglesia?

La lectura del § 39 hace sospechar que se trata de personas que viven y piensan de una manera que contradice la fe en aspectos esenciales, y que no tienen intención de cambiar en absoluto, sino que esperan un cambio por parte de la Iglesia, para que ésta reconozca como «inspirado por el Espíritu Santo, como voz profética, o signo de los tiempos» -según la ya más que probada fraseología sinodal- lo que simplemente expresa un sentimiento, un deseo, una forma de vida que necesita ser corregida y purificada: «Entre los que piden un diálogo más incisivo y un espacio más acogedor encontramos también a los que por diversas razones sienten una tensión entre la pertenencia a la Iglesia y sus propias relaciones afectivas, como por ejemplo: divorciados vueltos a casar, padres solteros, personas que viven en un matrimonio polígamo, personas LGBTQ, etc.» Esta sospecha se confirma con una cita del resumen ideológicamente correcto enviado por la CE de EE.UU.: «La gente pide que la Iglesia sea un refugio para los que están heridos y doblados, no una institución para los perfectos. Quieren que la Iglesia salga al encuentro de las personas allí donde estén, que camine con ellas en lugar de juzgarlas, y que construya relaciones reales a través del cariño y la autenticidad, no de un sentimiento de superioridad.«

En la misma línea están los párrafos dedicados a la cuestión de la supuesta exclusión de las mujeres de la vida de la Iglesia: «Muchas síntesis […] piden que la Iglesia continúe el discernimiento sobre algunas cuestiones específicas: el papel activo de las mujeres en las estructuras de gobierno de los organismos eclesiales, la posibilidad de que las mujeres con una formación adecuada prediquen en los ambientes parroquiales, el diaconado femenino. Se expresan posiciones mucho más diversificadas respecto a la ordenación presbiteral de mujeres, que algunas síntesis desean, mientras que otras la consideran una cuestión cerrada» (§ 64). La contribución de los institutos de vida consagrada refleja la presión: «En los procesos de decisión y en el lenguaje de la Iglesia, el sexismo está muy extendido…. Como resultado, las mujeres se ven excluidas de papeles significativos en la vida de la Iglesia, y sufren discriminación porque no reciben un salario justo por las tareas y servicios que realizan…. Hay una tendencia en algunas Iglesias a excluir a las mujeres y a confiar las tareas eclesiales a los diáconos permanentes; y también a infravalorar la vida consagrada sin hábito«.

Quién sabe si «la infravaloración de la vida consagrada sin hábito» es realmente el principal problema de la Iglesia actual. Pero a nadie se le escapa que este documento guarda silencio sobre lo que ahora tenemos delante de nuestros ojos, los ojos de los más ciegos entre los ciegos: la apostasía masiva, las liturgias descarnadas, el hundimiento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, el desprecio por la vida humana, las familias rotas. Y un pontificado que es cada vez más la causa de la desorientación de los fieles.

Luisella Scrosati

La Nuova Bussola Quotidiana

Traducido por Enrique Nungaray. Artículo original

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