De la tercera palabra: santificado sea tu nombre

Meditación para el sábado de la decimoséptima semana

PUNTO PRIMERO. Considera que la primera petición que pone Cristo en esta oración es, que sea santificado el nombre de Dios: este es su primer deseo, y el que nos pide y quiere que tengamos todos, procurando con todas nuestras fuerzas glorificar el nombre de Dios, no el nuestro, sino el suyo, pretendiendo su gloria y honra y que se alabado para siempre. ¡Oh alma mía! considera lo que Dios te pide y que mal le obedeces, y cómo antes buscas tu honra que la suya, y glorificar tu nombre y no el suyo. Vuelve la hoja y deja la vanidad del mundo, y no pretendas en todas tus acciones otra cosa alguna más que su gloria y honra y que sea santificado y glorificado su nombre. Pondera que no hay hijo que no desee y procure engrandecer el nombre de su padre, y por esto te previno en esta oración que le llamases Padre, para que como hijo pusieses todo su cuidado en santificar su nombre: duélete de lo mal que has cumplido tu obligación; pídele perdón a Dios y propón la enmienda en adelante.

PUNTO II. Considera que como dice san Pedro Crisólogo (1), el nombre de Dios es santo y santísimo en sí, a quien nosotros no podemos añadir santidad: pero pide Cristo, que como es santo en sí, lo sea también en nosotros, viviendo tan santamente que todos alaben a Dios y le den mil loores, engrandeciendo y glorificando su nombre, que tales obras hace en los suyos; porque como dice san Pablo (2), por nuestras malas obras es blasfemado y por nuestras buenas alabado. ¡Oh alma mía! mete la mano en tu pecho, y considera si es alabado o blasfemado por ti; si tus obras son tales, que todos por ellas bendigan y glorifiquen a Dios, moviéndose a servirle, o le blasfemen como hacían los gentiles por la vida de los cristianos, detestando al Dios que adoraban los que de aquella manera vivían. Mira los escándalos que has dado con tu mal ejemplo, y a los que has movido a pecar, y haz penitencia de tus pecados, y empieza una vida santa, con la cual muevas a todos a bendecir a Dios.

PUNTO III. Considera cómo bendicen a Dios y santifican su nombre todas las criaturas, como dice san Pablo; los ángeles en el cielo, los hombres en la tierra y los demonios en el infierno, aunque forzados por el poder de Dios: en todas partes es bendito y venerado el nombre santo de Dios, y todas las criaturas le veneran, honran y alaban continuamente, y mucho más lo debes hacer tú, que tienes obligación: avergüénzate de ver que todos te llevan el pie adelante en glorificar el nombre de Dios, y pon todo tu conato en alabarle y bendecirle más que todas en adelante.

PUNTO IV. Pon los ojos en Cristo nuestro Señor especialmente, y considera cómo en todo el discurso de su vida y en todas cuantas obras y palabras dijo, y en todos sus pensamientos y deseos, y en sus acciones así prósperas como adversas, siempre tuvo por blanco la gloria del nombre de Dios (3); así dijo con toda verdad que le había glorificado con los hombres, y que nunca buscó su gloria, sino la de su Padre celestial. ¡Oh alma criada para glorificarle eternamente en el cielo! Y si te impusieras desde luego acá en lo que has de hacer allá: toma este Maestro, y aprende de tu Redentor a santificar el nombre de tu Dios, alabándole en todo y por todo, como lo hacía el santo Job; si te diere prosperidad, levante la voz y con ella el corazón, y di: bendito seas tú; y si adversidades, di: sea el nombre de Dios bendito; si te enviare trabajos, bendícele de corazón; si buenos sucesos, bendícele también, glorificándole por todo conforme al ejemplo de Cristo nuestro Señor.

Padre Alonso de Andrade, S.J

1.De Orat. Dom.
2. Ad Rom. 2.
3. 17.

Meditación
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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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