
El cardenal Charles Journet
La Nueva Misa fue promulgada por Pablo VI en 1969, pero, tras las severas críticas que se le hicieron, incluso por el moderado cardenal Charles Jornet, que fue desde su Suiza a Roma a decirle al papa Montini que el n. 7 de la Institutio o Presentación teológica del Novus Ordo era objetiva y materialmente herética, Pablo VI aportó algunas modificaciones a la Institutio y hubo una segunda edición de la Nueva Misa en 1970. Por tanto, habiendo entrado en 2020, han pasado exactamente 50 años de la segunda edición de la promulgación de la Nueva Misa.
Los cardenales Ottaviani y Bacci
También los cardenales Ottaviani y Bacci advirtieron a Pablo VI, escribiéndole:
“Examinado y hecho examinar el Novus Ordo […] sentimos el deber, ante Dios y Vuestra Santidad, de expresar las siguientes consideraciones: Como demuestra suficientemente el si bien “Breve Examen Crítico” anexo […] el Novus Ordo Missae, considerados sus elementos nuevos, […] representa, tanto en su conjunto como en sus pormenores, un impresionante alejamiento de la teología católica de la Santa Misa, como fue formulada en la Sesión XXII del Concilio Tridentino, el cual, fijando definitivamente los “canones” del rito, erigió una barrera insuperable contra cualquier herejía que afectase a la integridad del Magisterio. […]. Siempre, los súbditos, a cuyo bien tiende una ley, allí donde esta se revele en cambio nociva, tuvieron, más que el derecho, el deber de pedir con filial confianza al legislador la abrogación de la misma ley”.
El cardenal Ottaviani era entonces Prefecto del Santo Oficio, es decir, de la “Suprema Congregación”, que velaba por la ortodoxia de las doctrinas enseñadas en el mundo, gracias a un mandato recibido de la Iglesia. El cardenal Bacci era Prefecto de la Sagrada Congregación de los Ritos y era un gran experto en teología y en latín en la Secretaría de Estado desde 1921. Por tanto, esta “Carta” tiene aún hoy – no obstante sus 51 años – un valor intrínseco, dado el alto conocimiento de la teología, del derecho, de la liturgia y de la historia por parte de sus dos Autores, y un valor extrínseco, ya que deriva de la Autoridad Suprema diputada entonces por el mismo Papa para decidir sobre lo que es o no conforme a la doctrina y moral católica.
El Breve Examen Crítico fue examinado directamente por los dos cardenales y hecho examinar por los expertos del Santo Oficio y los dos cardenales dicen estar “obligados a expresarse” sobre el Novus Ordo porque “se aleja de manera impresionante de la teología católica sobre el Sacrificio de la Santa Misa definida infalible e irrevocablemente por el Concilio de Trento”.
Esta es la constatación de la ruptura o discontinuidad entre la Misa de Tradición apostólica (como vimos en el anterior artículo) y la nueva Misa de Pablo VI, cuya “abrogación” piden los dos cardenales, ya que una ley debe ser promulgada ad bonum commune obtinendum, para el bien común, mientras que la nueva reforma litúrgica es “nociva” para las almas (y veremos el porqué).
El contenido del “Breve Examen Crítico”
Ofrecemos ahora la esencia del “Breve Examen Crítico”:
“§ I […]. En la Constitución Apostólica [Missale Romanum, 3 de abril de 1969] se afirma que el antiguo Misal, promulgado por San Pío V el 13 de julio de 1570, pero que se remonta en gran parte a Gregorio Magno y a una todavía más remota antigüedad, fue durante cuatro siglos la norma de la celebración del Sacrifico para los sacerdotes de rito latino y [más tarde fue] llevado a toda la tierra, […]. Un examen particularizado del Novus Ordo muestra cambios de tal relevancia […] que contenta, en muchos puntos, a los protestantes más modernistas. […].
“§ II Comencemos por la definición de Misa en el § 7 […]. La definición de Misa está limitada a la de “cena”. […]. No implica, en una palabra, ninguno de los valores dogmáticos esenciales de la Misa y que constituyen, por tanto, su verdadera definición. Aquí, la omisión voluntaria equivale a su “superación” y, por tanto, al menos en la práctica, a su negación. […]. Como es hasta demasiado evidente, el acento es puesto obsesivamente en la cena y en el memorial en vez de en la renovación incruenta del Sacrificio del Calvario. Incluso la fórmula “Memoriale Passionis et Resurrectionis Domini” es inexacta, al ser la Misa el memorial del solo Sacrificio, que es redentor en sí mismo, mientras que la Resurrección es su consiguiente fruto. […].
“§ III Vayamos a los fines de la Misa. 1º) Fin último. Es el Sacrificio de Alabanza a la Santísima Trinidad, […]. Este fin [en el nuevo rito] ha desaparecido: – del Ofertorio, con la oración Suscipe, Sancta Trinitas; – de la conclusión de la Misa, con el Placeat tibi, Sancta Trinitas; – y del Praefatio, que en el ciclo dominical ya no será el de la Santísima Trinidad, reservado ahora a su sola fiesta y que, por tanto, será pronunciado una sola vez al año. 2º)Finalidad ordinaria. Es el Sacrificio propiciatorio. También se ha desviado, porque, antes que poner el acento en la remisión de los pecados de los vivos, en el descuento de la pena, y de los muertos, se pone en la nutrición y santificación de los presentes (n. 54). 3º)Fin inmanente. Sea cual sea la naturaleza del sacrificio, es esencial que sea agradable a Dios, aceptable para Él y aceptado por Él. En el estado de pecado original, ningún sacrificio tendría derecho a ser aceptable. El único sacrificio que tiene derecho a ser aceptado es el de Cristo. En el Novus Ordo se desnaturaliza la ofrenda en una especie de intercambio de dones entre el hombre y Dios: el hombre lleva el pan y Dios lo convierte en ‘pan de vida’; el hombre lleva el vino y Dios lo convierte en ‘bebida espiritual’ […].
“§ IV Pasemos a la esencia del Sacrificio. El misterio de la Cruz ya no es expresado explícitamente, sino de modo oscuro, velado, imperceptible para el pueblo. Estas son las razones: 1º) El sentido dado en el Novus Ordo a la así llamada “Prex eucharistica” […]. ¿De qué sacrificio se trata? ¿Quién es el oferente? Ninguna respuesta a estas preguntas. […]. La mención explícita del fin de la ofrenda, que había en el Suscipe, no ha sido sustituida por nada. El cambio de formulación manifiesta el cambio de doctrina. 2º) La causa de esta no explicitación del Sacrificio es, ni más ni menos, la supresión del papel central de la Presencia Real […] (n. 241, nota 63). A la Presencia Real y permanente de Cristo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en las Especies transustanciadas no se alude nunca. La misma palabra transustanciación es totalmente ignorada. […] [el Novus Ordo representa un] sistema de tácitas negaciones, de degradaciones en cadena de la Presencia Real. Después, la eliminación de las genuflexiones […]; de la purificación de los dedos del sacerdote en el cáliz; de la preservación de los mismos dedos de todo contacto profano tras la Consagración; de la purificación de los vasos […]; de la palia para proteger el cáliz; del dorado interno de los vasos […] todo esto no hace sino reafirmar de manera ultrajante el implícito repudio de la Fe en el dogma de la Presencia Real. […]. 3º) La función asignada al altar […] casi constantemente llamada mesa. 4º) Las fórmulas consecratorias. La antigua fórmula de la Consagración era una fórmula ‘propiamente’ sacramental, y no narrativa, indicada sobre todo por tres cosas [y principalmente por] […] la puntuación y el carácter tipográfico; es decir, el punto fijo y a partir de cero, que marcaba el paso del modo narrativo al modo sacramental y afirmativo, y las palabras sacramentales en carácter más grande, en el centro de la página y a menudo de distinto color, netamente destacadas del contexto histórico. Todo daba sabiamente a la fórmula un valor propio, un valor autónomo […].
“§ V Vayamos ahora a la realización del Sacrificio. Sus cuatro elementos se encontraban en este orden: 1º) Cristo; 2º) el sacerdote; 3º) la Iglesia; 4º) los fieles. En el Novus Ordo, la posición atribuida a los fieles es autónoma (absoluta) y, por tanto, totalmente falsa: desde la definición inicial: “Missa est sacra synaxis seu congregatio populi”, al saludo del sacerdote al pueblo (n. 28) […]. Verdadera presencia de Cristo, pero solo espiritual, y misterio de la Iglesia, pero como pura asamblea que manifiesta y solicita dicha presencia. Esto se repite por todas partes: el carácter comunitario de la Misa obsesivamente reafirmado (nn. 74-152); la inaudita distinción entre “Missa cum populo” y “Missa sine populo” (nn. 203-231) […].
“§ VI Nos hemos limitado a un somero examen del Novus Ordo, en sus desviaciones más graves de la teología de la Misa católica. […]. Es evidente que el Novus Ordo no quiere ya representar la Fe de Trento. A esta Fe, sin embargo, la conciencia católica está vinculada eternamente. El verdadero católico está, por tanto, situado, desde la promulgación del “Novus Ordo”, en una trágica necesidad de opción. […].
“§ VIII […]. San Pío V encargó la edición del Missale Romanum […] nunca como en este caso se revela justificada, casi profética, la sagrada fórmula que cierra la Bula de promulgación de su Misal: “Si alguno presumiese atentar contra lo que hemos decretado, sepa que se atraerá la indignación de Dios Omnipotente y de sus Santos Apóstoles Pedro y Pablo” (Bulla Quo primum tempore, 13 de julio de 1570) […]. El abandono de una Tradición litúrgica […] (para sustituirla por otra, que no podrá no ser signo de división por las innumerables licencias que implícitamente autoriza, y que pulula ella misma de insinuaciones o de errores manifiestos contra la pureza de la Fe católica) aparece, queriendo definirlo de la manera más suave, un incalculable error”.
(Corpus Christi, 1969).
La conclusión se extraerá en la segunda y última parte.
Hilarion
Fin de la primera parte
continúa
(Traducido por Marianus el eremita)