El movimiento #yotambién se ha enraizado con firmeza. Nadie, ni mujeres ni hombres, deberían ser objeto de acoso sexual en el lugar de trabajo o en ningún otro lugar. Sin embargo, hasta que lleguemos al meollo del problema, continuaremos generando y nutriendo depredadores sexuales y el hostigamiento y asalto solo empeorarán.
Desde el casi colapso de la Iglesia y la Fe posterior al Vaticano II, la Revolución Sexual se ha desatado. La sociedad les dice a hombres y mujeres que la participación en el acto marital fuera del matrimonio es buena. El placer personal, antes un pecado mortal, es bueno. Y ver horas y horas de pornografía, donde las mujeres son conquistadas y utilizadas como juguetes de placer, es bueno. ¡Todo es saludable!
¿Y qué hace la Iglesia? ¿Los hombres que la dirigen comienzan una contra campaña santa? No.
Humanae Vitae se demora tanto que es casi inútil en este momento; Las escuelas católicas comienzan a enseñar educación sexual; Teología del cuerpo; Amoris Laetitia; «¿Quién soy yo para juzgar?»; orgías antinaturales en el Vaticano y un Papa que separa la procreación del acto matrimonial burlándose de parejas que «se reproducen como conejos».
Tanto la sociedad como la Iglesia han causado este desastre. Criaron y alimentaron a la bestia, y convirtieron a muchos hombres en monstruos que ven a las mujeres no por su feminidad y esplendor, sino como salidas fáciles para liberar sus frustraciones sexuales, acumuladas a partir de años de expectativas poco realistas y objetivación.
¿Quieres parar esta epidemia? Cambia la sociedad comenzando en casa y limpiar la Iglesia de los pervertidos que la han dirigido durante el último medio siglo. ¿Desea terminar con el acoso sexual enseñando, una vez más, la auténtica moralidad cristiana? #yotambién
(Traducción: Rocío Salas. Artícuo original)
