“Aguardando la dichosa esperanza”

El santo Evangelio de este último domingo de Adviento (Lc 3, 1-6) vuelve a presentarnos a san Juan Bautista y, en este caso, desde una doble perspectiva: mostrar cómo en el precursor del Mesías empiezan a cumplirse las profecías que habían anunciado su venida y cuáles son las disposiciones con las que hay que prepararse para recibirlo.

I. A lo largo de los siglos que precedieron al nacimiento de Jesús, Dios había ido preparando a su pueblo para acoger el cumplimiento definitivo de todas las profecías acerca de este designio divino de salvación que habían sostenido en Israel la esperanza de su cumplimiento. A esta larga espera y a los vaticinios de los profetas encontramos continuas referencias en el texto que hemos leído.

I.1. San Lucas sitúa en el espacio y en el tiempo la aparición pública de san Juan Bautista. Eso nos permite mostrar la exactitud histórica con que refiere los hechos relativos a Jesucristo. Pero al presentar el deplorable estado político y religioso de la nación judía quiere probar que había llegado el tiempo predicho para la venida del Mesías. («No se apartará de Judá el cetro, | ni el bastón de mando de entre sus rodillas, | hasta que venga aquel a quien está reservado, | y le rindan homenaje los pueblos»: Gn 49, 10). El rebajamiento político, moral y religioso del pueblo de Dios, será el escenario en que aparezca el sumo sacerdote de la alianza nueva y eterna.

2. Tras esta introducción se afirma que «vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (v. 2). Esta expresión, precedida de un breve contexto histórico es frecuente en los libros proféticos. De este modo se sugiere que san Juan es el uno de los profetas y, como después dirá Jesús expresamente, es el último de ellos: «La Ley y los Profetas llegan hasta Juan» (Lc 16, 16). Además el evangelista presenta la figura del Bautista a la luz de un texto de Isaías (40, 3-5) que el propio san Juan se aplicó a sí mismo: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos…»

II. «Preparar el camino del Señor» significa que los hombres deben disponerse interiormente: hacer penitencia de sus pecados, rectificar su vida para así recibir la gracia que trae el Mesías. Esa invitación a prepararse para acoger a Cristo que viene está motivada por la esperanza pues «toda carne verá la salvación de Dios» (v. 6).

La esperanza humana del que tiene ilusión por alcanzar un fin en su vida y pone los medios para conseguirlo, nos ayuda a entender qué es la esperanza de la que estamos hablando. Pero la esperanza cristiana es esencialmente sobrenatural y, por tanto, está muy por encima del deseo humano de ser dichoso. La virtud de la esperanza presupone la fe que le da su objeto y el motivo en el cual se apoya.

«La virtud de la esperanza es la de las tres virtudes teologales que hace que nuestra voluntad, apoyada en la acción de Dios, que viene a nuestro socorro, me lleve hacia Dios tal como la fe nos lo revela, como sobre lo que puede y debe ser un día nuestra felicidad perpetua»[1].

Como afirma al respecto Mons. Straubinger «Todos sabemos que hay una felicidad eterna que anhelamos en nuestras oraciones. Pero aquí se trata de una cosa en que muy pocos piensan y que en general no es objeto de nuestras plegarias»[2]. Se trata de lo que san Pablo llama la «dicha que esperamos»[3] (Tit 2, 13), el segundo advenimiento de Cristo en gloria y majestad, la suprema culminación del plan de Dios que habían anunciado los profetas, el público y definitivo triunfo de Su Hijo, el anhelo de la Iglesia («Dice el que da testimonio de estas cosas: «Sí, vengo pronto». Amén. ¡Ven, Señor Jesús!»: Ap 22, 20).

Contra la virtud de la esperanza se puede pecar en cuanto al deseo de la felicidad eterna en el cielo o contra la confianza de obtenerla con la asistencia de la gracia de Dios. El deseo de la felicidad eterna se apaga en quienes están tan apegados a los bienes mundanos que preferirían vivir para siempre en este mundo o excluyen de su horizonte la existencia después de esta vida[4]. Hemos tomado gusto en las cosas del mundo, de tal manera que para muchos la «dicha que esperamos» ha perdido su primitivo fervor.

A la luz de estas consideraciones la invitación de san Juan Bautista a preparar el camino al Señor se identifica con la llamada a la vigilancia que hace Jesucristo: «Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre» (Mt 24, 44; cfr. Mt 25, 13; Mc 13, 33-36). Como no sabemos ese instante de la vuelta de Cristo, tanto más debemos estar alerta para esperarlo con el vehemente deseo con que aguardaban los patriarcas y profetas su primera venida, luchando constantemente por la fidelidad a la gracia contra las malas inclinaciones y pasiones, especialmente contra la tibieza y somnolencia espiritual[5].

«Toda la sagrada Escritura está llena de testimonios que a cada paso se ofrecerán a los Párrocos, no solamente para confirmar esta venida sino aun también para ponerla bien patente a la consideración de los fieles; para que así como aquel día del Señor en que tomó carne humana, fue muy deseado de todos los justos de la ley antigua desde el principio del mundo, porque en aquel misterio tenían puesta toda la esperanza de su libertad, así también después de la muerte del Hijo de Dios y su Ascensión al cielo, deseemos nosotros con vehementísimo anhelo el otro día del Señor “esperando el premio eterno, y la gloriosa venida del gran Dios”» (Catecismo Romano, I, 8, 2).

III. La esperanza fue la virtud peculiar de los Patriarcas y de los Profetas que vivieron con la vista puesta en el Mesías prometido. Pero es la Virgen María el mejor modelo que podemos tener en esta virtud. Ella aparece en la antífona del Ofertorio, es decir inmediatamente antes de que sobre el altar descienda el Salvador como lo hizo en otro tiempo al seno de la Virgen al recibir el anuncio del ángel: «Ave María gratia plena… Ave, María, llena de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre».

La devoción a la Virgen es el mejor medio para obtener las gracias necesarias y la felicidad eterna a la que hemos sido destinados. Pidámosle que sepamos esperar, llenos de fe, a su Hijo Jesucristo, salvador nuestro.


[1] Thomas PÈGUES, Catecismo de la Suma Teológica, Madrid: Homolegens, 2011, 217.

[2] Juan STRAUBINGER, Espiritualidad bíblica, Edición digital: https://archive.org/details/EspiritualidadBiblicaMons.Dr.JuanStraubinger_20141123_2323.

[3] «Aguardando la esperanza feliz, es decir [la] manifestación esplendorosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo», o también: «esperando intensamente la felicidad del día en que…»; «teniendo como objeto de nuestra esperanza la felicidad del día en que...»: Manuel IGLESIAS (ed.),                Nuevo Testamento, Madrid: Ediciones Encuentro, 2003, 849. La segunda venida de Cristo aparece en el compendio de la doctrina sobre Cristo y su obra de los vv. 11-14 y desemboca en las consecuencias morales en la vida: «enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa» (v. 12). El texto se lee como Epístola de la primera Misa de Navidad.

[4] Cfr. Athanasius SCHNEIDER, Credo. Compendio de la fe católica, Madrid: Luz de Trento, 2024, 237-238.

[5] Juan STRAUBINGER, La Santa Biblia, in locs. cits.

Padre Ángel David Martín Rubio
Padre Ángel David Martín Rubiohttp://desdemicampanario.es/
Nacido en Castuera (1969). Ordenado sacerdote en Cáceres (1997). Además de los Estudios Eclesiásticos, es licenciado en Geografía e Historia, en Historia de la Iglesia y en Derecho Canónico y Doctor por la Universidad San Pablo-CEU. Ha sido profesor en la Universidad San Pablo-CEU y en la Universidad Pontificia de Salamanca. Actualmente es deán presidente del Cabildo Catedral de la Diócesis de Coria-Cáceres, vicario judicial, capellán y profesor en el Seminario Diocesano y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Virgen de Guadalupe. Autor de varios libros y numerosos artículos, buena parte de ellos dedicados a la pérdida de vidas humanas como consecuencia de la Guerra Civil española y de la persecución religiosa. Interviene en jornadas de estudio y medios de comunicación. Coordina las actividades del "Foro Historia en Libertad" y el portal "Desde mi campanario"

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