Amoris Lætitia leída a la luz de la Pascendi de San Pío X

El método expositivo teológico-doctrinal de la Amoris Laetitia y la presentación del Card. Schönborn: ¿revelan tácticas “modernistas”? Juzgue cada cual

Desde que el P. Federico Lombardi acompaña a Francisco en sus viajes por el mundo, nunca estuvo tan nervioso como en la rueda de prensa a bordo del avión que volaba desde la Isla de Lesbos hacia Roma el 16 de abril de 2016.

Agitando y doblando de un lado para otro la lista con la secuencia de periodistas que formularían sus preguntas, mordiéndose los labios y frunciendo el ceño, el portavoz del Vaticano reveló que estaba bastante intranquilo. ¿Metería Francisco de nuevo la pata? ¿Respondería correctamente?

En realidad no era para menos. Francisco a bordo de un avión, pasando los 20 mil pies de altura, micrófono en mano, sin un discurso escrito e improvisando, crea mucha controversia. El antiguo adagio dice “in vino veritas”. Se diría que para Jorge Mario Bergoglio, “in volo veritas”. Efectivamente, es en las ruedas de prensa “en vuelo” donde él dice lo que verdaderamente piensa. Este “fenómeno comunicacional” lo confirma el fastidioso encargo que ha debido desempeñar el P. Lombardi como Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede: ingeniárselas para crear fórmulas lingüísticas que le bajen el perfil a las torpezas bergoglianas; o, convocar de urgencia a los medios de comunicación para — cual depurador de la Fe, el Magisterio y la sana lógica – explicar aquello que declaró, pero que en realidad, Francisco nunca quiso declarar; según las versiones difundidas por la prensa.

Siendo así, nunca será el P. Lombardi quien nos explicará cómo ha sido posible que en estos 39 meses de pontificado bergogliano se haya llegado a un cúmulo tan sorprendente de equívocos. Sean político-diplomáticos (ver ejemplos) o, lo que es más grave; el conjunto, no menos asombroso, de errores teológicos, filosóficos y doctrinales. Una verdadera “summa” que, contrastada con el Supremo Magisterio de la Iglesia, las enseñanzas de Papas, Santos y Doctores canonizados, ha dado origen hasta la fecha, al increíble número de 139 estudios del Denzinger Bergoglio. (Ver nuestro estudio la síntesis bergogliana)

¿Habrá tomado nota de este gran detalle el staff de teólogos que asesora a Jorge Mario Bergoglio? ¿Le preocupará a Mons. Víctor Manuel «Tucho» Fernández este grave precedente histórico que ha creado este pontificado? ¿Qué dirá el padre Juan Carlos Scannone S.J., mentor ideológico de Francisco sobre esta controvertida situación? ¿Seguirá este número de incongruencias y errores teológicos in crescendo? Todo parece indicar que sí. Con todo, lo que podemos afirmar con toda certeza es que la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, construida sobre Roca, es indestructible en su unidad, leyes y doctrinas (Mt 16,18). En efecto, como siempre ha ocurrido en la Historia de la Iglesia, será la Divina Providencia quien a través de sus medios inescrutables un día pondrá todo al descubierto. ¿Cómo fue posible que Jorge Mario Bergoglio, elegido para ocupar el cargo de Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, haya cometido tantos desatinos político-diplomáticos? ¿Cómo se explican sus errores teológicos y filosóficos en abierto contraste con el Magisterio de la Iglesia? ¿Lo asistía realmente el Divino Espíritu Santo? ¿Sólo a veces de modo intermitente? ¿Lo abandonó en determinado momento? ¿Es herético considerar estas eventualidades? ¿Es pertinente plantearlas? Como se puede observar, son interrogantes que sólo la propia Iglesia con el correr del tiempo, sea en un futuro próximo o lejano, se encargará de aclarar. En efecto, como enseñó Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio, “nada hay oculto si no es para que sea revelado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga” (Mc 4,22-23).

El vuelo Lesbos-Roma: dos preguntas claves

Pero volviendo a la rueda de prensa (vuelo Lesbos-Roma, 16-4-2016), era lógico que a ocho días de la publicación de la Amoris Laetitia, algunas cuestiones conflictivas serían enunciadas. ¿Cuáles fueron estas cuestiones? Evidentemente aquellas que decían respecto a la comunión de los divorciados vueltos a casar. Sólo dos preguntas fueron permitidas sobre esta materia. La primera fue formulada por el periodista Francis Rocca, del Wall Street Journal; la segunda por JeanMarie Guénois de Le Figaro, como ya tuvimos ocasión de comentar en una entrada anterior. (Ver aquí)

Sin embargo, dada la importancia de la temática, no será redundante que recordemos la pregunta de Francis Rocca. Todas las transcripciones que serán presentadas en este trabajo fueron obtenidas directamente del video youtube, pues la página oficial del Vaticano presenta una adaptación de las palabras textuales.

(Pregunta de Rocca)

(Minuto 21:07): “Algunos sostienen que nada ha cambiado respecto la disciplina que gobierna el acceso a los sacramentos para los divorciados que se han vuelto a casar; que la ley y la praxis pastoral, y obviamente la doctrina, permanecen así”.

(Minuto 21:22) “Otros, sostienen que mucho ha cambiado y que hay tantas nuevas aperturas y posibilidades” (Aquí Francisco sonríe complacido)

(Minuto 21:28) “la pregunta para uno, para una persona, para un católico que quiere saber, ¿hay nuevas posibilidades concretas que no existían antes de la publicación de la exhortación o no?”

(Respuesta de Francisco)

Minuto 21:40: “Yo puedo decir sí: punto. Pero, sería una respuesta, eeeh, muy pequeña”.

Minuto 21:50: “Yo les recomiendo a todos ustedes que lean la presentación que ha hecho el cardenal Schönborn, que es un gran teólogo. Ha sido aquí secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe y conoce bien la doctrina de la Iglesia. (Francisco aquí levanta el brazo y con un gesto categórico afirma). En esa presentación su pregunta encontrará la respuesta…”

La presentación del Card. Schönborn: “en esa presentación su pregunta encontrará la respuesta…”

La Real Academia Española define la expresión “patata o papa caliente” como un “problema grave e incómodo y de difícil solución, que alguien, inhibiéndose en su responsabilidad, traslada a otro”.

Pues bien. Se tiene la impresión que Francisco en esta oportunidad muy aleccionado por el P. Lombardi y sus asesores, para no cometer nuevas gafes periodísticas, remitió esta “patata caliente” a otro. Y así se explican los títulos y galardones con los cuales presentó al Card. Schönborn. ¿Pero será sólo eso? ¿Por qué Francisco no respondió él mismo a esta importante cuestión? ¿Será una estrategia? ¿Una táctica?

Una vez que Francisco dio esa lacónica respuesta, ¿cuáles fueron las palabras del Cardenal Arzobispo de Viena en su mentada presentación de la exhortación Amoris Laetitia?

Como podremos comprobar. Tanto las palabras del Card. Schönborn como el texto de la referida exhortación apostólica postsinodal, obedecen a un extraño hilo conductor. Su peculiaridad consiste en evitar la exposición de los postulados y las doctrinas teológicas de un modo metódico, claro y definido, creando así el desconcierto o la confusión. ¿Cómo calificar este estilo de exposición? ¿Una estrategia? ¿Una táctica? Juzgue cada cual si tenemos la razón dándose el trabajo de leer la materia expuesta por el cardenal de Viena.

Las palabras del cardenal Schönborn:

“Se pone naturalmente la pregunta: ¿qué dice el Papa respecto del acceso a los sacramentos de las personas que viven en situaciones “irregulares”? Ya el Papa Benedicto había dicho que no existen “simples recetas” (AL 298, NOTA 333). Y el Papa Francisco vuelve a recordar la necesidad de discernir bien las situaciones, siguiendo la línea de la Familiaris consortio (84) de san Juan Pablo II (AL 298). “El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios” (AL 305)”. (Conferencia de prensa para la presentación de la Exhortación Apostólica post-sinodal “Amoris laetitia”. Intervención del Card. Schönborn, 08.04.2016)

Comentario del Denzinger Bergoglio: «Aprended a llamar blanco a lo blanco, y negro a lo negro; mal al mal, y bien al bien. Aprended a llamar pecado al pecado.»

La línea de discernimiento expuesta en la exhortación apostólica Familiaris consortio, n.84 establece con claridad el parámetro que todo pastor debe seguir: “Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones”. En efecto, Nuestro Señor Jesucristo recomendó: “Sea vuestro lenguaje: “Sí, sí”; “no, no”: que lo que pasa de aquí viene del Maligno” (Mt 5,37). A este propósito no sería superfluo que Francisco y el cardenal Schönborn asimilasen esta importante doctrina del Papa Juan Pablo II al respecto de los “colores”:

“Aprended a pensar, a hablar y a actuar según los principios de la sencillez y de la claridad evangélica: “Sí, sí; no, no”. Aprended a llamar blanco a lo blanco, y negro a lo negro; mal al mal, y bien al bien. Aprended a llamar pecado al pecado, y no lo llaméis liberación y progreso, aun cuando toda la moda y la propaganda fuesen contrarias a ello. Mediante esta sencillez y claridad se construye la unidad del Reino de Dios, y esta unidad es, al mismo tiempo, una madura unidad interior de cada hombre, es el fundamento de la unidad de los esposos y de las familias, es la fuerza de las sociedades: de las sociedades que acaso sienten ya, y sienten cada vez mejor, cómo se trata de destruirlas y descomponerlas desde dentro, llamando mal al bien, y pecado a la manifestación del progreso y de la liberación”.
Cristo no pone en juego el programa de su Reino sobre las apariencias. Lo construye sobre la verdad. Y la liturgia de la Cuaresma, día tras día, con las palabras del Profeta —¡qué palabras tan ardientes!— nos recuerda la verdad del pecado y la verdad de la conversión”. (Juan Pablo II. Homilía para los universitarios de Roma, nn.4-5, 26 de marzo de 1981)

De este modo, el problema no está en “creer que todo es blanco y negro”, sino que por fidelidad al Evangelio discernir la verdad y el error; el vicio y la virtud. Como muy bien enseñó el mismo Papa Juan Pablo II: “El hombre puede reconocer el bien y el mal gracias a aquel discernimiento del bien y del mal que él mismo realiza mediante su razón iluminada por la revelación divina y por la fe, en virtud de la ley que Dios ha dado al pueblo elegido, empezando por los mandamientos del Sinaí”. (Encíclica Veritatis Splendor, n.44, 6 de agosto de 1993)

Al mismo tiempo, el Papa Juan Pablo II en el citado n.84 de la Familiaris consortio apuntó hacia un aspecto pastoral importantísimo, que no lo ha inaugurado Francisco, como algunos pretenden hacerlo creer. Se trata de la solicitud pastoral con relación a los divorciados nuevamente casados. En efecto, el Papa Juan Pablo II manifestó por todos ellos su deseo de salvación y acogida misericordiosa: “En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza”. (Juan Pablo II. Exhortación apostólica Familiaris consortio, n.84, 22 de noviembre de 1981)

Palabras del cardenal Schönborn

“El Papa Francisco nos recuerda una frase importante que había escrito en Evangelii Gaudium 44: “un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades” (AL 305). En el sentido de esta “via caritatis” (AL 306) el Papa afirma, de manera humilde y simple, en una nota (351), que se puede dar también la ayuda de los sacramentos “en ciertos casos”. Pero a este propósito él no nos ofrece una casuística de recetas, sino que simplemente nos recuerda dos de sus frases famosas: “a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de tortura, sino el lugar de la misericordia del Señor” (EG 44) y la Eucaristía “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles” (EG 44)”. (Conferencia de prensa para la presentación de la Exhortación Apostólica post-sinodal “Amoris laetitia”. Intervención del Card. Schönborn, 08.04.2016)

Comentario del Denzinger Bergoglio

En realidad no se entiende a qué título viene citado ese pensamiento de los “grandes límites humanos” del n. 44 de la Evangelii Gaudium. En efecto, a renglón seguido entra el tema de la “via caritatis”. ¿Existe alguna relación? Para el lector no queda claro pues Schönborn, inmediatamente pasa a comentar la ya “famosa”, pero según él, “humilde” y “simple” nota 351. ¡Qué enternecedor! La nota “humilde” y “simple” número 351. Pues bien, fue justamente a propósito de esa “humilde” y “simple” nota 351 que Jean-Marie Guénois de Le Figaro interrogó a Francisco en la rueda de prensa (vuelo Lesbos-Roma) arriba comentada (minuto 22:25). En la ocasión, Francisco, fue bastante irónico con el periodista (¿quizá porque no le agradó la cuestión?): “¡Qué memoria!”, le dijo, esbozando una risa forzada. Más forzada aún fue la risa del P. Lombardi, al percibir para donde iba dirigida la pregunta. Guénois, no obstante, insistió argumentando que lo que él preguntaba era realmente muy importante. (Minuto 22:49): “La pregunta: ¿Por qué una cosa, tan importante se trata en una pequeña nota? ¿Usted ha previsto la oposición, o ha querido decir que este punto no es así importante?”

El periodista francés tal vez aún no se ha dado cuenta del impacto que provocó. El P. Lombardi visiblemente preocupado —percibió la agudeza de la pregunta (minuto 23:07)— y fue viendo como Francisco en un intento por responder; simplemente se fue por las ramas. Afirmó que el problema de la comunión para los divorciados y vueltos a casar no era lo más importante. Y como ya es habitual en sus exposiciones improvisadas, Francisco recurrió a su especialidad: los lugares comunes, las ideas consabidas y los argumentos efectistas vacíos de cualquier contenido teológico o filosófico de valor (minuto 24:05):

Acaso no se dan cuenta que la familia, en todo el mundo, está en crisis. Y la familia es la base de la sociedad. No se dan cuenta que los jóvenes no quieren casarse. No se dan cuenta que la disminución de la natalidad en Europa es para llorar. No se dan cuenta que la falta de trabajo o la posibilidad de trabajo hacen que el papá o la mamá tengan dos empleos, y que los niños crezcan solos, sin aprender a crecer en diálogo con el papá y la mamá. Estos son los grandes problemas”.

Como se puede comprobar este speech, que podría estar en boca de cualquier activista social, no aporta nada al magisterio de la Iglesia. ¿Exageramos? ¿Estamos siendo irreverentes? Lector, por favor, lea nuevamente e intente descubrir algún tópico con alguna referencia cristiana en las palabras de Francisco. ¿La familia base de la sociedad? ¿Que ella está en crisis? ¡Vaya novedades! ¿La referencia a la caída de la natalidad en Europa? No parece, pues fue el mismo Jorge Mario Bergoglio que para tristeza de todas las familias que tienen más de tres hijos (fue el límite que él determinó) llegó a denigrarlas con estas duras y ofensivas palabras: “Algunos creen que, para ser buenos católicos, tenemos que ser ―perdonen la expresión― como conejos. ¡No! Paternidad responsable”.(Conferencia de Prensa durante el vuelo de Manila a Roma, 19 de enero de 2015). (Ver estudio nuestro sobre esta afirmación)

¡Pobres esposos conejos! ¿Qué entenderá Jorge Mario Bergolio por “paternidad responsable”? Mejor sigamos adelante.

Luego de pronunciar este speech, Francisco simplemente se salió por la tangente y sencillamente no respondió a la pregunta formulada por Guénois (Minuto 25:00):

“Yo no recuerdo esa nota, pero seguramente si es una cosa que está en nota, es porque fue dicha creo en la Evangelii gaudium. Seguro. Debe ser una citación de la Evangelii gaudium. No recuerdo el número, pero seguro…”

Así de simple. “Seguro”. “No recuerdo esa nota”, “no recuerdo el número…”

El dolor por el pecado y el propósito de no pecar en adelante: condiciones para la validez de la confesión

Volviendo a las palabras del Cardenal Schönborn, que pusieron de relieve la afirmación de Francisco sobre “la ayuda de los sacramentos “en ciertos casos”” para los divorciados y vueltos a casar, e indicada de “manera humilde y simple” en esa nota 351, es necesario puntualizar lo siguiente. Es muy importante insistir en uno de los puntos esenciales para la validez del sacramento de la confesión. Este punto esencial es olvidado o silenciado en la Amoris Laetitia. En efecto, la praxis sacramental de la Iglesia, como indica el Ritual de la Penitencia, establece que:

“El discípulo de Cristo que, después del pecado, movido por el Espíritu Santo acude al sacramento de la penitencia, ante todo debe convertirse de todo corazón a Dios. Esta íntima conversión del corazón, que incluye la contrición del pecado y el propósito de una vida nueva, se expresa por la confesión hecha a la iglesia, por la adecuada satisfacción y por el cambio de vida. Dios concede la remisión de los pecados por medio de la Iglesia, a través del ministerio de los sacerdotes». [En efecto], “entre los actos del penitente ocupa el primer lugar la contrición, “que es un dolor del alma y un detestar el pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante” (Cf. Concilio Tridentino, Sesión XIV, De sacramento Paenitentiae, cap. 4: DS 1676). (Praenotanda: El Sacramento de la Reconciliación o Confesión de la Edición típica del ritual romano, n.6)

Esta doctrina que destaca el “propósito de no pecar en adelante” es tan esencial que fue recordada recientemente por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, “Notitiae” 2015/2, dentro del marco del Jubileo de la Misericordia: “Para redescubrir el ritual de la penitencia”.

En síntesis, sin este propósito firme de abandonar el pecado, el sacramento de la confesión es nulo o inválido, como enseñan todos los moralistas católicos. ¿Habrá que explicarle este punto tan esencial al Cardenal Schönborn indicándole que no forma parte de una “casuística de recetas”?

“Quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. (1 Cor 11,27)

Algo diferente y más grave sucede con el Sacramento de la Eucaristía. El Apóstol de los Gentiles fue sumamente categórico. Como recuerda el Papa Juan Pablo II:

«San Pablo, testigo de ciertas divisiones que se manifestaban de modo escandaloso durante el banquete eucarístico en Corinto, saltó con esta advertencia que iba a dar que pensar no sólo a aquellos fieles, sino a muchos otros cristianos: “Quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; pues el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,27-29).
Se invita, pues, al cristiano a que antes de acercarse a la mesa eucarística se examine para saber si sus disposiciones le permiten recibir dignamente la comunión»
. (Juan Pablo II. Audiencia General, n.2, 15 de junio de 1983)

En cierto sentido, nadie es digno de recibir la sagrada Eucaristía, pero quien está en pecado mortal no puede comulgar.

Continúa el Papa Juan Pablo II:

“¡Entendámonos! En cierto sentido nadie es digno de recibir el alimento del Cuerpo de Cristo y en el momento de comulgar, los participantes a la Eucaristía confiesan que no son dignos de recibir al Señor. Pero la indignidad de que habla San Pablo significa otra cosa: se refiere a disposiciones interiores incompatibles con el banquete eucarístico por ser contrarias a la acogida de Cristo.
Para dar mejor seguridad a los fieles de que no tienen esas disposiciones negativas, la liturgia ha previsto una preparación penitencial al comienzo de la celebración eucarística: los participantes se reconocen pecadores e imploran el perdón divino. Aunque vivan habitualmente en la amistad del Señor, vuelven a tomar conciencia de sus culpas e imperfecciones y de que necesitan la misericordia divina. Quieren presentarse a la Eucaristía con la mayor pureza posible.
Pero esta preparación penitencial sería insuficiente para quienes tuviesen un pecado mortal sobre la conciencia. Entonces es preciso recurrir al Sacramento de la reconciliación para acercarse dignamente a la comunión eucarística”. (Juan Pablo II. Audiencia General, nn.2-3, 15 de junio de 1983)

La claridad de esta exposición doctrinal dispensa cualquier comentario. Una vez más, ¿será el caso de recordarle al Card. Schönborn que “el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1Cor 11,29)?

El estado de vida de los divorciados vueltos a casar, contradice objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en el sacramento de la Eucaristía

Es justamente la noción de “pecado” y de “pecado mortal” uno de los puntos esenciales silenciados en la Amoris Laetitia. Francisco en este documento, como lo ha demostrado un estudio teológico de gran valor, cita erróneamente a Santo Tomás de Aquino (Summa Theologiae I-II, q. 65, a.3, ad 2-3; De Malo, q.2, a.2), precisamente con el objetivo de atenuar o de eximir del pecado a los divorciados y vueltos a casar. ¿Será esto posible? Este inusitado error en un documento pontificio se encuentra en el numeral 301, notas 341-342 de la Amoris Laetitia.¿Se habrá enterado de este fallo teológico el Card. Schönborn que conoce muy bien la doctrina de la Iglesia, según la afirmación de Francisco?

Como podemos comprobar, la negativa de admitir a los divorciados y vueltos a casar no obedece a una falta de misericordia. Esta negativa tampoco se fundamenta en que antes de Francisco la Iglesia veía las cosas en “blanco y negro” pues ahora todo habría cambiado. El Papa Juan Pablo II fue muy claro en la Familiaris consortio, n.84:

«La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio». (Juan Pablo II. Exhortación apostólica Familiaris consortio, n.84, 22 de noviembre de 1981)

Imposible mayor claridad tratándose de un documento magisterial que se remite al sólido fundamento de la Sagrada Escritura.

Palabras del cardenal Schönborn

«¿No es un desafío excesivo para los pastores, para los guías espirituales, para las comunidades, si el “discernimiento de las situaciones” no está regulado de modo más preciso? El Papa Francisco conoce esta preocupación: “Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna” (AL 308). A esta él objeta diciendo: “Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio” (AL 311)». (Conferencia de prensa para la presentación de la Exhortación Apostólica post-sinodal “Amoris laetitia”. Intervención del Card. Schönborn, 08.04.2016)

Comentario del Denzinger Bergoglio

Estas palabras revelan que Francisco ha adoptado un método: el método de no regular nada en materia teológica y doctrinal, dando margen a ambigüedades y confusiones, sea en la praxis pastoral como en el ámbito de la disciplina de los sacramentos. Este reparo que aquí formulamos se confirma leyendo el numeral 3 de la Amoris Laetitia:

“Recordando que el tiempo es superior al espacio, quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide quesubsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta que el Espíritu nos lleve a la verdad completa (cf. Jn 16,13), es decir, cuando nos introduzca perfectamente en el misterio de Cristo y podamos ver todo con su mirada. Además, en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales, porque «las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general […] necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado»[3]«.

Una primera lectura no permite percibir con claridad el pensamiento filosófico de Francisco cuando confronta el “tiempo” como “superior” al “espacio”. ¿Esto quiere decir que las “discusiones doctrinales, morales o pastorales” a semejanza del “tiempo” superan o rebasan al “espacio”, es decir, al magisterio? Leamos nuevamente con calma pues es el propio Francisco que clarifica esta cuestión: “Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella”.

Luego, podemos concluir. Francisco ex-profeso siguiendo un método o una táctica evitó en su exhortación Amoris Laetitia la exposición de principios doctrinales, teológicos y morales definidos. ¿Su objetivo? Favorecer las “diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella”.

Dando un salto al numeral 300 de la Amoris Laetitia, se pueden constatar las prolongaciones de este método que terminan por favorecer estas “diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina”:

“Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas, como las que mencionamos antes, puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsablediscernimiento personaly pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que «el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos»[335], las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas[336]«.

Francisco en la nota 335 remite hacia el n. 51 de la Relación final del Sínodo que, evitando poner de relieve la noción de “pecado”, lo diluye apuntando hacia un “discernimiento” de las atenuantes que dicen respecto al “grado de responsabilidad” del pecador. Por consiguiente, Francisco, fiel a esta praxis de buscar las atenuantes del pecado, en la nota 336 abordando el tema de la disciplina de los sacramentos, afirma: “el discernimiento puede reconocer que en una situación particular no hay culpa grave”, aplicándose en estos casos lo que ya había señalado en la Evangelii gaudium, nn. 44.47”.

En resumen, Francisco nuevamente en una “humilde y simple” nota al pie de página, intenta justificar la inexistencia del “pecado grave” en aquellos divorciados vueltos a casar; abriéndoles así el acceso a la comunión sacramental. ¿Es posible conciliar esta praxis sacramental con la praxis de la Iglesia Católica? Parafraseando la pregunta del periodista JeanMarie Guénois de Le Figaro, ¿por qué una temática tan importante ha sido indicada en una simple nota al pie de página? ¿Previó Francisco las objeciones de algunos fieles fundamentados en la verdadera Doctrina Católica? ¿Será el caso de recordarle al Obispo de Roma la enseñanza de san Pablo arriba indicada sobre el “discernimiento” al momento de recibir el cuerpo y la sangre del Señor?

“Por lo tanto, el que coma del pan o beba de la copa del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,28-29).

Esta sana y bimilenaria doctrina paulina, patrimonio de la Santa Iglesia, fue recordada en 1994 por el entonces Card. Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe con la aprobación expresa del Sumo Pontífice Juan Pablo II.

¿Cuál es el deber de los confesores con respecto a los divorciados vueltos a casar?

¿Qué enseña la Doctrina de la Iglesia sobre este punto tan grave y específico?

“El fiel que está conviviendo habitualmente «more uxorio» [como esposo] con una persona que no es la legítima esposa o el legítimo marido, no puede acceder a la Comunión eucarística. En el caso de que él lo juzgara posible, los pastores y los confesores, dada la gravedad de la materia y las exigencias del bien espiritual de la persona (Cf. 1 Co 11, 27-29.) y del bien común de la Iglesia, tienen el grave deber de advertirle que dicho juicio de conciencia riñe abiertamente con la doctrina de la Iglesia (Cf. Código de Derecho Canónico, can. 978 § 2). También tienen que recordar esta doctrina cuando enseñan a todos los fieles que les han sido encomendados”. (Joseph Ratzinger. Congregación para la Doctrina de la Fe. Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han vuelto a casar – Annus Internationalis Familiae, n.6, 14 de septiembre de 1994).

¿Tendremos que enviarle a Francisco y al Card. Schönborn el pasaje de la primera carta a los corintios de san Pablo (11,27-29) y las normas establecidas por el Código de Derecho Canónico a propósito de la administración del sacramento de la penitencia recordados por el entonces Card. Ratzinger?

Para profundizar en esta materia ver nuestro estudio: “La exclusión de la comunión a los divorciados de segunda unión no es una sanción” (Francisco).

Conclusión

En este trabajo fueron analizadas las palabras medulares del discurso de presentación del Cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, a la Exhortación Apostólica post-sinodal “Amoris Laetitia”. Estas palabras del Cardenal Schönborn fueron el referente indicado por Francisco para responder a la pregunta formulada por Francis Rocca del Wall Street Journal en la conferencia de prensa durante el vuelo Lesbos-Roma (16-04-16): ¿hay nuevas posibilidades concretas para que los divorciados vueltos a casar accedan a la confesión y la Eucaristía que no existían antes de la publicación de la exhortación Amoris Laetitia o no?

En nuestro análisis fueron abordados dos aspectos esenciales. En primer lugar, intentamos demostrar el método de exposición doctrinal adoptado por Francisco, cuyos tópicos esenciales fueron destacados por el Card. Schönborn. La peculiaridad de este método consiste en evitar la exposición de las ideas y las propuestas pastorales, morales o sacramentales de un modo metódico, claro y definido, creando así la perplejidad, la desorientación o las dudas entre el clero y los fieles. De modo específico Francisco considera, “en algunos casos”, la posibilidad de administrar los sacramentos a los divorciados y vueltos a casar, afirmación tan relevante cuya presencia en una nota al pie de página (nota 351); causa extrañeza. Tampoco deja de provocar perplejidad que en otra simple nota al pie de página (nota 336), Francisco declare que “el discernimiento puede reconocer que en una situación particular (de un divorciado y vuelto a casar ) no hay culpa grave”. ¿Por qué el recurso a las notas al pie de pagina al exponer aspectos teológico-sacramentales tan significativos para sus objetivos pastorales? ¿Previó Francisco oposiciones con fundamento en la Doctrina Católica?

En segundo lugar, igualmente analizamos el contraste que se verifica entre esta doctrina pastoral, moral y sacramentaria expuesta por Francisco con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, recordadas por el Papa Juan Pablo II y el entonces Card. Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Una vez detectado este método de exposición presente en la “Amoris Laetitia”, ¿cómo podemos denominarlo? ¿Es sólo un método o más bien una táctica o una estrategia?

El Papa san Pío X a comienzos del siglo XX denunció este método de exponer ideas y postulados teológico-filosóficos, calificándolo con el apelativo de “táctica”. En su encíclica Pascendi Dominici Gregis, n.3 afirmó tratarse de la “táctica insidiosa de los modernistas” cuya peculiaridad “consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes”.

En síntesis, esta verdadera “táctica”, como lo hemos podido constatar, fue aplicada ampliamente en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. Estemos atentos pues, como han observado distintos analistas, este último documento de Francisco contiene numerosos errores teológicos, citas erráticas de la Suma de Teología de Santo Tomás de Aquino e inclusive fallos metodológicos. Estemos también vigilantes y frente a estos graves errores sigamos la sabia denuncia del Papa san Pío X para ir detectándolos “acá y allá” pues se presentan “por fragmentos y esparcidos”. ¿Son Francisco y sus seguidores “fluctuantes e indecisos en sus ideas”, o “en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes”? Como escribimos en el título… que juzgue cada cual.

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