A dos pasos de la ciudad de Florencia, en un pueblecito llamado Fibbiana, ha sido descubierta en estos días una figura decapitada del Niño Jesús[1]. En otro punto de Italia el decapitado ha sido San José, y el Belén, por supuesto, arrasado. En La Spezia, otro pueblo del norte, el Niño ha aparecido ajusticiado, ahorcado, como un vulgar criminal. ¡Un niño, por el amor de Dios! ¡La imagen de un niño! Allí, como aquí, en España, proliferan los hijos de las tinieblas y se roban Hostias con fines satánicos. Allí, como aquí, se están atacando salvajemente, con hachas muy bien afiladas (ideología de género, libertad religiosa, modernismo, democracia, etc.), las raíces que sustentan Europa. Allí, como aquí, los hijos de las tinieblas, animados por el Maligno, dirigen su odio contra todo lo sacro, y si pudieran, no me cabe duda, despedazarían al mismo Dios con sus propias manos.
[mks_pullquote align=»right» width=»300″ size=»24″ bg_color=»#000000″ txt_color=»#ffffff»]ha sido descubierta en estos días una figura decapitada del Niño Jesús[/mks_pullquote]Tales actitudes, desde luego, no son explicables. Difícilmente puede hallarse una explicación satisfactoria para semejantes actos de barbarie. ¿A quién se le puede ocurrir una cosa así? ¿Qué veneno correrá por las arterias de estos desgraciados para mutilar la imagen de un pobre niño? Si algo despierta el Belén, sin duda, no es odio, sino ternura y alegría desbordantes. Por eso resulta evidente que Satanás es dueño de estas miserables personas, personas que seguramente aparenten no haber roto un plato en su vida, ni haber matado una mosca o una simple hormiga. Porque son el vecino, el abuelo de tu amigo y quizá nuestro propio padre.
Y es que no son peores los bárbaros que trocean la imagen de un Niño Jesús, que aquellos que se alegran de que el Belén sea desterrado de las «fiestas navideñas». En el fondo les mueve el mismo asco, la misma aversión a Dios y sus cosas. Sentirse satisfecho de que no se haya montado este año el Belén en un lugar determinado es quizá la prueba más clara de que aquellos que han suprimido a Dios de sus corazones, han introducido ya sus almas en la más negra noche.
Por mi parte, que les aproveche. «Ante el hombre está la vida y la muerte; a cada uno se le dará lo que él quiera»[2].
Palabra de Dios es, por cierto, que «la raza de los malvados será aniquilada»[3]. Así que no me queda más que hacer un último intento, y dirigirme a los sórdidos bárbaros que me rodean, a esos ciudadanos con piel de cordero y entrañas de lobo: «Vuélvete al Señor y deja el pecado, suplícale y cesen tus ofensas. Vuélvete al altísimo, apártate de la injusticia y aborrece lo abominable. Porque en el abismo, ¿quién alabará al altísimo?»[4].
La cizaña será arrojada, sin duda, al fuego que nunca se apaga. Y algunos deseamos intensamente que ya arda, que sea arrancada de cuajo hasta la última de las hierbas malas. Y que el Señor, al fin, venga, y diga a los bárbaros que nos rodean, a los hombres fieros que desprecian el amor de Dios y la vida que les ha dado: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt 25, 41).
Luis Segura
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[1] http://www.abc.es/internacional/abci-estatua-nino-jesus-ahorcada-y-decapitada-varios-belenes-italia-201601030313_noticia.html
[2] Sirácida 15, 17.
[3] Sirácida 16, 4.
[4] Sirácida 17, 25-27.