«Si voy a Misa TENGO que Comulgar» (¡Qué Error más Grande!)

Es una de las ideas más dañinas (para el alma) que Satanás ha conseguido inculcar en una gran mayoría de bautizados: “Si voy a Misa TENGO que comulgar”, sin examinar antes la conciencia por si se estuviera en pecado grave. Olvidando, por tanto, que para comulgar hay que estar en GRACIA DE DIOS, hoy por desgracia son miles….millones…las comuniones recibidas sin la debida preparación. Y, como enseña San Pablo: “Quien recibiera el Cuerpo de Cristo indebidamente, estaría comiendo y bebiendo su propia condenación” ( I Corintios 11, 27-29). Ese pecado se define por la Iglesia como “sacrilegio” y es el pecado que abre la puerta del infierno con mayor seguridad. Sin embargo, en la actualidad, se extiende cada vez más la praxis de comulgar sin confesarse o, peor aún, comulgar por una especie de “obligación moral” de hacerlo ya que “no voy a ir a Misa y quedarme sin recibir a Cristo”. El diablo, sin duda, es un maestro de la confusión y de la mentira con apariencia amable. Pero, ¿porqué se ha llegado a esta situación de sacrilegio consolidado?; pues opino que hay varias causas (todas procedentes del modernismo):

En primer lugar: La Santa Misa se presenta no como “Santo Sacrificio” sino como sola “Eucaristía”. Al denominar “Eucaristía” a la Santa Misa se corre ese peligro que ya denunció Ratzinger, siendo Cardenal, en el “Informe sobre la Fe” (entrevista de Messori): el peligro de reducir al máximo el aspecto de sacrificio para sobredimensionar el de la resurrección. La Misa es memorial de la pasión, muerte y resurrección y ascensión, pero no sólo de la resurrección. Al llamar “Eucaristía” a la Misa, entonces el efecto inmediato, a nivel de catequesis, es que “si voy a una Eucaristía, ¿como no voy a recibirla”…..pero si voy a una Misa, se que puedo o no recibirla. Parece algo muy simple pero es muy realista.

Igualmente, en no pocos centros formativos cundió esa frase comparativa, ya tópico progre, de que: “si voy a una cena y no quiero comer, soy un maleducado”…..entonces, ir a la “Cena del Señor” (o sea la Misa, y no comer….es una ofensa al que me invita que es el Señor. Entonces, al redundar el aspecto de “banquete”, “cena”, “fiesta”…..todo aquel que vaya se ve en el deber de no quedarse fuera del baile y, entonces, va y comulga.

Unido a lo anterior, la teología progre también se ha encargado de difundir la idea (del todo herética) de negar o dudar la transubstanciación y llamarla “transignificación” y/o “transimbolización”, de manera que la Eucaristía se presenta como un SIGNO o SÍMBOLO, pero no como PRESENCIA REAL de CRISTO. De ese modo, el acto de comulgar es una mera adhesión sociológica al aceptar ese signo o símbolo en comunidad, al estilo protestante. De ahí procede la funesta costumbre de comulgar en entierros, bodas o primeras comuniones por el solo hecho de estar más unidos a la familia del difunto, a los novios o a los niños de comunión….y de esa forma hacer “comunión” con los que participan de la Misa.

Por último, y para colocar la “guinda” de este “dulce infernal”, se añade la OMISIÓN de aquellos que debieran advertir que no se puede comulgar sin no se está en Gracia de Dios. O, lo que es peor, no sólo la omisión sino la abierta invitación a hacerlo, cuando son los mismos sacerdotes, catequistas, formadores………los que animan a recibir e Cuerpo de Cristo sin la debida preparación. Esa omisión y/o invitación constituye, a mi entender, uno de los peores pecados internos de nuestra Iglesia, por sus tremendas consecuencias en la vida cristiana. Desgraciadamente quien se acostumbra a comulgar indebidamente entra en un proceso de enfriamiento espiritual y muerte de la misma conciencia a la que sustituye por su subjetividad.

Por amor de Dios y por celo por la salvación de las almas….paremos de una vez esta embestida diabólica que ha convertido un bien en si mismo (comunión masiva) en el peor de todos los males (condenación advertida).

Padre Santiago González

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