Crisis pandémica: La ausencia de la Iglesia católica. El abandono del deber por la jerarquía

La crisis en la que estamos todos inmersos (no hay escape) muestra de forma clara –clara al menos para aquellos cuyos ojos no están nublados de falsa piedad— la completa irrelevancia de la Iglesia Católica en esta crisis. La Iglesia Católica, a lo largo de sus dos mil años de historia, se ha visto envuelta en muchísimas crisis: herejías, guerras, plagas, luchas eclesiales, hambrunas, lo que quieran. Y la Iglesia se ha visto envuelta en estas crisis de la civilización y la civilización a la postre significa la gente, no meramente un grupo de personas sino individuos: él, ella y sus hijos. Y la reacción de la Iglesia en el pasado fue involucrarse radicalmente con las crisis a las que se enfrentaba la sociedad en que vivía. Esto no es un romanticismo sobre un pasado, como si los obispos siempre hubieran respondido a estas crisis de vida y muerte de la mejor forma posible, pero tenemos la imagen de san Luis Gonzaga llevando a las víctimas de la peste de Roma al hospital de la Isla Tiberina. Bueno, Luis no era obispo, ni siquiera sacerdote. Era simplemente un novicio jesuita.

¿Y qué vemos hoy?

El Papa de Roma hablando solo a nadie en la plaza de San Pedro. El Papa realizando los ritos de la Semana Santa en una iglesia vacía. Los obispos de mi país, los Estados Unidos, ofreciendo misas en streaming y los cultos de la Semana Santa como paliativos a su rebaño en esta crisis. No es romanticismo esperar que nuestros obispos y sacerdotes siguieran los ejemplos de san Gregorio Magno en el siglo VI, que procesionó durante la peste de Roma por las calles de la ciudad rogando a Dios por el fin de la plaga. No es romanticismo esperar que nuestros obispos siguieran el ejemplo de san Carlos Borromeo durante la peste de Milán del siglo XVII, que estuvo tan profundamente presente para su pueblo a riesgo propio.

¿Cuál es la diferencia entre Gregorio y Carlos Borromeo y los obispos de hoy? No es que los obispos de los Estados Unidos no deban obedecer la respuesta racional del gobierno a la crisis sanitaria nacional causada por el virus COVID-19. Es que no se les ve por ningún lado, excepto en la borrosa realidad del streaming. Me referiré al problema real de las misas en streaming en fecha posterior. Pero el hecho es que los obispos, esos que fueron ordenados para ser Cristo entre nosotros, están refugiados donde sea que viven y publican declaraciones piadosas de vez en cuando y creen que esto es la Imitatio Christi, que así es como se lleva a Cristo a su gente.

Dados el confinamiento y los mandatos de distancia física, los obispos son irrelevantes si se les compara con las cabezas parlantes de los medios. Muchos aparecen de vez en cuando en los medios para dar alguna observación piadosa y ofrecer alguna breve oración inocua, mensaje que podría haber sido dado por cualquiera con sensibilidad cristiana, o incluso sensibilidad no religiosa pero buena. Los líderes en estos tiempos de peligro en que vivimos son seculares: desde los jefes de gobierno a los de conocimiento científico y, mucho peor, a las incontables cabezas parlantes en las incontables mal llamadas cadenas de noticias.

Lo que la crisis del COVID-19 muestra sobre todo es la profunda secularización de la Iglesia católica. El proceso que empezó en la década de 1950 en la Iglesia católica de los Estados Unidos y de Europa fructificó en el Concilio Vaticano II, el cual Concilio decidió ser moderno cuando el mundo había abandonado la modernidad. No hay necesidad de tirar a la basura el Concilio Vaticano II porque, como cualquier concilio –díganme una doctrina importante que saliera del Lateranense II–, no es más que una etapa en la tarea en curso de comprender la fe católica en cualquier época particular. Pero no cabe duda de que la aplicación de los documentos del Concilio, especialmente los referentes al culto de la Iglesia, nos ha llevado a la situación en que nos encontramos ahora. El que nuestros católicos no puedan profundizar en su fe en este tiempo de crisis –gracias al liderazgo negativo del clero— excepto para quejarse de la imposibilidad de recibir la Sagrada Comunión el domingo, es un tema principal que nos enseña con exactitud en qué punto se encuentran nuestros fieles católicos en relación a su fe. ¿Quién hablará al fiel católico sobre la oportunidad de profundizar su fe en tiempo de privación de la misa y de la Eucaristía? ¿Quién les hablará de la necesidad del desierto espiritual para crecer en la fe? La esperanza general se expresa en la esperanza secular de que en unos pocos meses esto se irá y “volveremos a la normalidad”. Pero la “normalidad” no es una categoría que el católico deba abrazar, pues creemos en un Dios que se hizo carne y murió en una cruz para que pudiéramos salvarnos y tener la vida eterna. Dios no permita que volvamos a la normalidad.

P. Richard Gennaro Cipola

Artículo original https://rorate-caeli.blogspot.com/2020/04/the-pandemic-crisis-absence-of-catholic.html, traducido por Natalia Martín

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