«Cuidado con los profetas falsos»

De nuevo el Evangelio del VII Domingo después de Pentecostés (Mt 7, 15-21) está tomado del Sermón de la Montaña y, en este caso, contiene dos recomendaciones que se ordenan a un objetivo final: movernos a cumplir la voluntad de Dios como camino para alcanzar la salvación eterna; es decir para ser los ciudadanos de ese Reino de Dios cuya doctrina moral promulga Cristo-legislador. Esas recomendaciones son:

1.- Huir de los que pretenden arrastrarnos por el camino del error y la impiedad: «Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces» (v. 15).

2.- Procurar hacer obras buenas, poner en práctica la voluntad de Dios, mereciendo, de esta manera, pertenecer al Reino (No basta como creían los escribas y fariseos con ser miembros del pueblo elegido): «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (v. 21).

Veamos con detenimiento estas dos exhortaciones.

I. «Cuidado con los profetas falsos».

Normalmente solemos llamar profeta al que adivina y predice el futuro, lo que va a ocurrir. Pero no es ése el concepto esencial. En sentido bíblico profeta es el que habla en nombre de Dios. De donde se distinguen dos tipos de profetas: los verdaderos, los enviados por Dios; y los falsos, los que no tienen ninguna misión divina y pronuncian sus propias palabras.

En el Antiguo Testamento hay frecuentes acusaciones contra los malos jueces y falsos profetas, que eran los causantes principales de la corrupción del pueblo y la característica de los falsos profetas era anunciar cosas agradables. Por eso eran creídos y aplaudidos[1]. Jesús nos da unos criterios para que podamos discernir y rechazar a los falsos profetas y nos advierte de que siempre estarán ahí, incluso en el tiempo de su Iglesia y en particular antes de su segunda venida cuando se presentarán muchos falsos profetas y será general el descreimiento y la burla[2].

El peligro para la misión profética que ha recibido la Iglesia como continuadora de la misión de Cristo y en la que cada uno de sus miembros participa de acuerdo con su condición es la de procurar halagar al mundo, diciéndole lo que le gusta oír para tratar así de evitar ese rechazo que provoca la Palabra de Dios y quienes la proclaman con fidelidad. Precisamente por caridad, la Iglesia tiene que ofrecer el mensaje de la revelación divina que colma con creces las legítimas aspiraciones de los hombres aunque también se enfrenta a sus inclinaciones torcidas[3].

II. «El que hace la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos».

Para conocer y cumplir la voluntad de Dios tenemos que escuchar su Palabra. Como dice san Pablo: «En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo…» (Hb 1, 1-2). Este “hablarnos Dios”, es la Revelación divina, llamada con propiedad Palabra de Dios y que se ha desarrollado en distintas etapas a lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento. La revelación es así una manifestación gradual de los misterios de Dios que da a conocer poco a poco su ser íntimo y su voluntad con vistas a la salvación eterna de todos los hombres.

Dios habló en el AT por boca de los profetas en muchas ocasiones, es decir, en las distintas etapas de la historia del pueblo elegido y de muchas maneras, es decir, por medio de visiones, palabras, acciones y acontecimientos históricos. Ahora, en el NT, Jesús es el profeta por antonomasia porque perfecciona y lleva a término la revelación divina que se contiene en los libros de la Sagrada Escritura y en las Tradiciones no escritas que los Apóstoles recibieron de Cristo o del Espíritu Santo y que nos transmitieron a nosotros[4]. Por eso dice san Juan de la Cruz comentando el texto de Hb que hemos citado:

«Porque en darnos, como nos dio, a su Hijo –que es una Palabra suya, que no tiene otra-, todo nos lo habló junto y de una vez en toda esta sola Palabra, y no tiene más que hablar […] En lo cual da a entender el Apóstol, que Dios ha quedado ya como mudo, y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en Él todo, dándonos el todo, que es su Hijo»[5].

Una forma concreta de esta escucha de la Palabra de Dios con sencillez y corazón abierto a la voluntad divina es leerla y meditarla para convertirla en oración [6], por ejemplo con la lectura frecuente del santo Evangelio que nos lleva a reconocer la voluntad de Dios en medio de las ocupaciones y de los sucesos de cada día, viendo a Cristo como el Dios encarnado, conociéndole cada vez mejor para así imitarle, reproduciendo su vida divina en nosotros.

*

La Virgen María es el modelo de quien escucha la Palabra de Dios y la cumple (Lc 11, 28). Así pues, aprendamos de Ella a reconocer en Cristo la revelación perfecta de Dios y que esa sea la guía para nuestra conducta.


[1] Cfr. Juan STRAUBINGER, La Santa Biblia, in: Mi 2, 11. «¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas» (Lc 6, 26).

[2] Ibíd, in: Lc 17, 24. «Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente, 12y, al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24, 11-12).

[3] Cfr. Salvador MUÑOZ IGLESIAS, Año litúrgico. Ciclo B, Madrid: Editorial de Espiritualidad, 2005, 207-208.

[4] Sagrada Biblia, vol. 10, Epístola a los Hebreos, Pamplona: EUNSA, 1987, 79-81.

[5] Subida al Monte Carmelo II, 22, 3-4.

[6] Cfr. CATIC 1177.

Padre Ángel David Martín Rubio
Padre Ángel David Martín Rubiohttp://desdemicampanario.es/
Nacido en Castuera (1969). Ordenado sacerdote en Cáceres (1997). Además de los Estudios Eclesiásticos, es licenciado en Geografía e Historia, en Historia de la Iglesia y en Derecho Canónico y Doctor por la Universidad San Pablo-CEU. Ha sido profesor en la Universidad San Pablo-CEU y en la Universidad Pontificia de Salamanca. Actualmente es deán presidente del Cabildo Catedral de la Diócesis de Coria-Cáceres, vicario judicial, capellán y profesor en el Seminario Diocesano y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Virgen de Guadalupe. Autor de varios libros y numerosos artículos, buena parte de ellos dedicados a la pérdida de vidas humanas como consecuencia de la Guerra Civil española y de la persecución religiosa. Interviene en jornadas de estudio y medios de comunicación. Coordina las actividades del "Foro Historia en Libertad" y el portal "Desde mi campanario"

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