1 Deber de naturaleza.
¿Puedes ver a un enfermo cargado de llagas sin sentir piedad? ¿Puedes ver a un
pobre, por la calle, morir de hambre, sin socorrerlo? Si un prisionero
encadenado se presentase a ti, rogándote que le rompieras los cepos, pudiendo
hacerlo, ¿no lo harías? Pues bien: la fe te pinta a las Almas purgantes
gimiendo en medio de los dolores, languideciendo de amor de Dios, clavadas
entre las llamas sin poderse ayudar; ¿y tú no sentirás piedad de ellas? ¿No
dirás ni siquiera un Requiem?
2. Deber de religión. Son todas hermanas tuyas en Jesucristo; la caridad hacia el prójimo manda hacer a los demás lo que quieres que te hagan a ti. Jesús te pedirá cuentas sobre si has apagado su sed, saciado su hambre, las has vestido, visitado en la persona del prójimo, de las Almas purgantes; ¿y tú qué responderás? Jesús dice que será usada contigo la misma medida que tú uses con los demás; ¿piensas en ello? Jesús grita: Sitio, tengo sed de esas Almas; ¿y tú no harás ni siquiera una mortificación por ellas, por amor a Jesús?
3. Deber de justicia. ¿Quiénes son esas Almas? Quizá gente desconocida y para nada vinculada a ti. Míralas con atención: son tus parientes, tus antepasados, tus benefactores, tus hermanos, quizá difuntos desde hace muchos años, pero que todavía gimen en la cárcel; ¿y tú no conoces el estricto deber de ayudarles? Quizá son atormentados por culpa tuya; ¿y no piensas en ello? Allí abajo hay Almas escandalizadas por ti. Almas a las que prometiste sufragios o a quienes se los debes; ¿y no sientes la voz de la justicia que te reprende?
(Agostino Berteu, Meditaciones para todos los días del año)
(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)