El ataque del modernismo al pecado original

Profundizando en la fe – Capítulo 5 (III) – El pecado original

El dogma del pecado original cometido por nuestros primeros padres y transmitido a todo el género humano de generación en generación está sufriendo en la actualidad un continuo ataque por parte del modernismo y del personalismo. Tanto el uno como el otro rechazan que el ser humano es un ser caído y que todo hombre llega a este mundo manchado con un pecado y sujeto a las debilidades de la naturaleza herida por el mismo, y por tanto, necesitado de la redención de Cristo.

Estos ataques a la doctrina del pecado original revisten mayor gravedad por el hecho de que hay muchas otras verdades dogmáticas conectadas con ésta; por lo que, acabando con el pecado original destruyen las bases de nuestra fe. A saber: la redención universal objetiva de Cristo, la gratuidad de la gracia y su absoluta necesidad, la responsabilidad personal en el pecado personal y en el original, la práctica del bautismo de los infantes, la recta concepción de la naturaleza humana caída, el problema del mal en el mundo, la recta interpretación bíblica de los textos sobre el origen del mal, la naturaleza y los efectos del pecado de Adán y Eva, la cuestión del limbo de los niños muertos sin el bautismo, y muchos otros temas más.

Aunque el Antiguo Testamento, al hablar del pecado de Adán, lo presenta como causante del mal que el hombre padece, la doctrina cristiana de la transmisión de este pecado no se encuentra claramente manifiesta hasta el Nuevo Testamento. San Pablo, al considerar el pecado de Adán a la luz de la revelación de Cristo, nos manifiesta su transmisión a todos los hombres (Rom 5: 12-21). No se puede menospreciar la hondura del pecado original sin atentar al mismo tiempo contra el misterio de Cristo. [1]

La caída de nuestros Primeros Padres tal como aparece en la Biblia

1.- La Biblia recoge este episodio en el libro del Génesis (Gen 3: 1-24).

La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que había hecho el Señor Dios, y dijo a la mujer. -¿De modo que os ha mandado Dios que no comáis de ningún árbol del jardín? La mujer respondió a la serpiente. -Podemos comer del fruto de los árboles del jardín; pero Dios nos ha mandado. No comáis ni toquéis el fruto del árbol que está en medio del jardín, pues moriríais. La serpiente dijo a la mujer. -No moriréis en modo alguno; es que Dios sabe que el día que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal. La mujer se fijó en que el árbol era bueno para comer, atractivo a la vista y que aquel árbol era apetecible para alcanzar sabiduría; tomó de su fruto, comió, y a su vez dio a su marido que también comió. Entonces se les abrieron los ojos y conocieron que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Y cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, el hombre y su mujer se ocultaron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del jardín. El Señor Dios llamó al hombre y le dijo. -¿Dónde estás? Éste contestó. -Oí tu voz en el jardín y tuve miedo porque estaba desnudo; por eso me oculté. Dios le preguntó. -¿Quién te ha indicado que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te prohibí comer? El hombre contestó. –La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí. Entonces el Señor Dios dijo a la mujer. -¿Qué es lo que has hecho? La mujer respondió. –La serpiente me engañó y comí. El Señor Dios dijo a la serpiente. -Por haber hecho eso, maldita seas entre todos los animales y todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre el vientre, y polvo comerás todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón. A la mujer le dijo. –Multiplicaré los dolores de tus embarazos; con dolor darás a luz tus hijos; hacia tu marido tu instinto te empujará y él te dominará. Al hombre le dijo. -Por haber escuchado la voz de tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí comer. Maldita sea la tierra por tu causa. Con fatiga comerás de ella todos los días de tu vida. Te producirá espinas y zarzas, y comerás las plantas del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra,… Así, pues, el Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que trabajase la tierra de la que había sido tomado…”

Respecto a este relato hemos de decir lo siguiente:

El relato no es:

  • La transmisión por vía de tradición oral de lo ocurrido en el comienzo de la humanidad.

  • Un dictado literal que Dios hace de los sucesos del inicio de la historia del hombre.

  • Un mito inventado por los hombres, ni tampoco una copia de los mitos creacionales de otras culturas vecinas a Israel (poema babilónico de la creación y el poema de Gilgamés).

El relato es:

  • Historia, dado que la escena narrada forma parte de la historia de la salvación. Este relato se enmarca dentro del género literario histórico, aunque tiene características peculiares, pues no está hecho al modo como se hace la historia contemporánea.

  • Está absolutamente inspirado por Dios.

  • Es una reflexión inspirada por Dios del problema del bien y del mal. El pecado y el mal que existen en el mundo no provienen de Dios, sino del mal uso de la libertad humana.

Para entender la naturaleza del pecado original cometido por Adán y Eva es preciso profundizar en el relato del Génesis (Gen 3: 1-24)

  • El nombre Adán (“adamah” = tierra) es un singular colectivo, pero que al usarse en el relato con el artículo, hace referencia a una persona singular y concreta. Además, en otros lugares de la Sagrada Escritura donde aparece Adán, siempre habla de una persona concreta y no de un grupo de hombres. Por otro lado, cuando Dios le pone nombre a Adán; el nombre es siempre individual (Gen 5: 2-3).

  • Aunque algunos escritores afirmaron tiempo atrás si el pecado cometido era de tipo sexual (Filón de Alejandría), hoy día, la generalidad de los teólogos consideran que este pecado consistió en la pretensión de los primeros padres de discernir y determinar lo que era bueno o malo independientemente de Dios.

  • Aunque en el relato del Génesis se nos habla de “la serpiente”, quien tentó a nuestros primeros padres fue el demonio (Sab 2:24; Rom 5:12; Jn 8:44; Apoc 12:9).

Las consecuencias de este pecado son [2]:

  • Rompió la intimidad originaria con Dios (Gen 3:23).

  • Produjo la muerte (Gen 2:17), causa el mal en el interior del hombre y en la convivencia de la primera pareja (Gen 3: 12-13).

  • Dios impone penas concretas al hombre y a la mujer (Gen 3: 16-18).

  • La misma creación material sufre las consecuencias de este pecado (Gen 3: 17-18)

Partiendo de este texto del Génesis, la teología ha sistematizado los siguientes efectos como consecuencia del pecado de nuestros primeros padres:

  • Pérdida de la gracia santificante y de todas sus consecuencias (amistad con Dios, posibilidad de ir al cielo).

  • Pérdida de los dones preternaturales: inmortalidad, impasibilidad, ciencia infusa, integridad. El hombre queda sujeto a la concupiscencia, sufrimiento y muerte.

  • Los dones meramente naturales del hombre quedan dañados, aunque no eliminados.

En el Antiguo Testamento hay también otros textos que nos hablan del pecado original. A saber: Sal 51: 5-7; Eclo 5: 2-5; 17:31; 23: 2-3; Sab 2: 23-24.

2.- El pecado original en San Pablo

El texto de la Carta de San Pablo a los Romanos (5: 12-21) es el más importante para la doctrina del pecado original. Resumimos aquí parte de su contenido, tomado de la Biblia de Navarra:

Por tanto, así como por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo, y a través del pecado la muerte, y de esta forma la muerte llegó a todos los hombres, porque todos pecaron… Pero el don no es como la caída; porque si por la caída de uno solo murieron todos, cuánto más la gracia de Dios y el don que se da en la gracia de un solo hombre, Jesucristo, sobreabundó para todos. Pues si por la caída de uno solo la muerte reinó por medio de uno solo, mucho más los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia reinarán en la vida por medio de uno solo, Jesucristo. Por consiguiente, como por la caída de uno solo la condenación afectó a todos los hombres, así también por la justicia de uno solo la justificación, que da la vida, alcanza a todos los hombres. Pues como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos”.[3]

Junto con este texto hemos de incluir 1 Cor 15: 21-22 que viene a reafirmar la doctrina de la Carta a los Romanos:

Porque como por un hombre vino la muerte, también por un hombre la resurrección de los muertos. Y así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados”.

El pecado original en los Santos Padres

La primera exposición ordenada y sistemática de la doctrina del pecado original la encontramos en San Agustín (s. IV). Anteriormente a él se habla del pecado original pero sin hacerlo de modo sistemático. Por ejemplo lo vemos en San Justino y Teófilo de Antioquía, quienes hablan de la esclavitud del hombre por parte del demonio como consecuencia del pecado de Adán. San Ireneo y Tertuliano ya hablan de que nacemos con este pecado como consecuencia del pecado de Adán. Es San Cipriano quien pide que se bautice a los niños cuanto antes para que se les borre el pecado contraído por Adán. Enseñanzas similares encontramos en Orígenes, San Atanasio, San Gregorio de Nisa y otros.

Fue San Agustín quien, en sus luchas contra Pelagio, sistematizó esta doctrina por primera vez. De hecho, fue él quien acuñó el término “pecado original” para referirse al pecado de nuestros primeros padres.

La doctrina errónea de Pelagio defendía:

  • La naturaleza humana es capaz de evitar todo pecado por sus propias fuerzas.

  • El pecado de Adán dañó a sus descendientes, no porque éstos contrajeran ningún pecado, sino por el mal ejemplo que Adán les dio.

  • La muerte no es consecuencia del pecado de Adán, sino una condición natural del hombre.

  • Los niños nacen en el estado en que Adán estaba si no hubiera pecado.

  • La concupiscencia no es consecuencia del pecado de Adán.

Frente a Pelagio, San Agustín responde [4]:

  • La naturaleza humana fue creada sin mancha. Todo pecado y toda debilidad son “ex originali peccato”.

  • La muerte espiritual y corporal son consecuencias del primer pecado.

  • El pecado de Adán es transmitido a todos los hombres a través de la descendencia natural.

  • Todos somos pecadores en Adán.

  • La razón para bautizar a los niños es quitar el pecado original.

  • El bautismo quita el pecado original, pero queda la concupiscencia.

  • La gracia es libre e inmerecida.

El pecado original en el Magisterio de la Iglesia

El primer documento importante sobre el pecado original es el que emana del Concilio XVI de Cartago (a. 418); que aunque fue un sínodo de una Iglesia particular, luego fue aprobado por el Papa Zósimo en su acta Tractoria (DS 239). Resumiendo su doctrina, en este concilio se afirma que:

  • La muerte corporal de Adán es consecuencia de su pecado y no una necesidad de naturaleza.

  • El bautismo borra en los niños el pecado original en sentido propio.

  • El pecado original es contraído por generación.[5]

Posteriormente, en el Concilio de Orange (a. 529) se da doctrina contra los semipelagianos. Abordándose los temas de la gracia y del pecado original y sus consecuencias en el hombre (DS 371-372).

Pero el concilio que trata más profundamente este tema es el de Trento (sesión V, a. 1546), con ocasión de la herejía protestante y su doctrina sobre la gracia y el pecado.

Los reformadores (Lutero y Calvino) defendían:

  • El hombre caído por el pecado original está totalmente corrompido y no puede ni cooperar con la gracia divina.

  • El pecado original se identifica con la concupiscencia; la cual es descrita como invencible e insuperable hasta el punto de negar la libertad en el hombre caído.

  • La gracia no borra el pecado del hombre, sino que lo cubre a modo de manto. Al hombre sólo le queda confiar en la bondad de Dios.

  • El bautismo no borra el pecado original porque permanece la concupiscencia.

Frente a ellos, el Concilio de Trento afirma (DS 1511-1515) :

  • El pecado de Adán fue un hecho histórico

  • Adán, como consecuencia de su pecado, perdió la justicia y la santidad en la que había sido creado, al tiempo que incurrió en la muerte.

  • Este pecado pasó a todos los hombres, no por imitación, sino por propagación (generación), de tal modo que este pecado está en cada uno de nosotros como propio.

  • El pecado original sólo se perdona por los méritos de Cristo, los cuales se nos confieren mediante el bautismo.

  • La concupiscencia no es propiamente pecado, sino que proviene del pecado y conduce a él.

Enseñanzas posteriores del Magisterio sobre el pecado también las vemos en las condenas de Bayo (DS 1901-1980) y Jansenio (DS 2001-2007; 2616-2621: 2626).

Pío XII en su encíclica Humani Generis (1950) al hablar del evolucionismo dice que no ve cómo se puede compaginar el poligenismo con la doctrina católica del pecado original.

Reflexión teológica sobre el dogma del pecado original

El dogma del pecado original es un misterio, por lo que no puede ser totalmente comprendido por el hombre; sin embargo, el desafío de la teología consiste en intentar acercarse a la comprensión del mismo. Teniendo en cuenta que los datos dogmáticos son incuestionables, las explicaciones que se aportan siempre adolecen de áreas oscuras o no suficientemente explicadas; lo cual es normal, pues si el hombre fuera capaz de explicarlo en integridad dejaría de ser misterio.

1.- Algunas de las dificultades que se han planteado respecto a este dogma

  • ¿Cómo es posible que la falta de un hombre haya afectado a todo el género humano? La corriente tomista soluciona este problema diciendo que la naturaleza que se transmite desde Adán ya había perdido los dones sobrenaturales y preternaturales como consecuencia del pecado original

  • ¿Cómo entender que el primer hombre tuviera dones excepcionales cuando vivió en un estado muy primitivo? Dios lo creó así; pero estos dones se perdieron al cometer el pecado.

  • ¿Cómo aceptar que sólo existió una sola pareja en el origen del ser humano, cuando las doctrinas evolucionistas hablan de varias parejas? [6] Como nos dice Pio XII en la encíclica Humani Generis (a. 1950), el poligenismo es rechazado porque “no se ve claro cómo tal enseñanza pueda compaginarse con la verdad revelada…” De todos modos, hay autores modernos como K. Rahner, De Fraine y otros, que han intentado compaginar el dogma con el poligenismo; pero lo único que han conseguido es destruir el dogma del pecado original, y con ello, muchas otras doctrinas a él asociadas como veíamos al principio de este artículo.

  • Otros teólogos como Teilhard de Chardin, Schoonenberg (Catecismo holandés) lo que han hecho es reformular (cambiar) el dogma del pecado original, que ya no sería un pecado personal sino el “pecado del mundo”, con el fin de adecuarlo a sus teorías; pero con ello lo que han hecho es destruir el dogma.

  • Uno de los temas más controvertidos sobre el pecado original es precisamente el de su voluntariedad. En efecto, para que haya pecado es necesario la voluntad de cometerlo; pero, ¿cómo puede un hombre al ser concebido tener voluntad de pecar en el pecado de Adán? El pecado original es muy singular. Por un lado es propio pecado, muerte del alma de cada ser humano al ser concebido, pero por otro no es un pecado voluntario por parte de los descendientes de Adán. Para entender esta singularidad hay que tener en cuenta que el concepto de pecado es análogo en el caso del pecado original. Propiamente hablando, el pecado consta de dos elementos: el desorden de un acto de una persona y la voluntariedad de la misma. Ahora bien, estos elementos no se encuentran en toda clase de pecado de la misma manera, sino de modo análogo. Se encuentran en toda su plenitud en el analogado principal (el pecado mortal personal actual). De todos modos, la teología no ha sido todavía capaz de aclarar suficientemente este concepto. Lo que sí es claro es el hecho definido de que todos los hombres venimos a este mundo con ese pecado.

2.- Teología sólida sobre el pecado original

Es doctrina de fe que el primer hombre, por sugerencia del diablo pecó gravemente transgrediendo el mandamiento de Dios. Santo Tomás identifica este pecado como de soberbia.[7] El pecado de nuestros primeros padres tuvo una gravedad especial pues ellos gozaban de unos dones y virtudes que les hacían tener más conciencia de la gravedad del mismo.

Es de fe divina y católica que la consecuencia del pecado de Adán fue la pérdida de la gracia santificante, de los dones preternaturales y la afectación incluso del entendimiento y de la voluntad.

Santo Tomás manifiesta el aspecto penal de la muerte corporal a la que se vieron sometidos Adán y Eva después del pecado, distinguiéndola bien de la corruptibilidad natural que le corresponde por ser materia. El cuerpo, por su constitución material (formado de partes) es mortal; pero Dios, en la integridad primitiva había concedido que estuviera sometido perfectamente al alma (inmortal de suyo). Como consecuencia de ello, el cuerpo, que tendía a la muerte por su propia imperfección, veía impedido ese efecto por la virtud del alma que sometía a la materia. El pecado rompió esa armonía y dominio de la parte superior del hombre sobre todo lo demás, quedando reducido el cuerpo a su existencia mortal.[8]

Por otro lado, también Adán se vio sometido al dominio de Satanás, tal como nos dice el Concilio de Trento (DS 1511); lo cual se ve con gran claridad en abundantes textos de la Sagrada Escritura (Gen 3:15; Jn 12:31; 14:30; Heb 2:14). El demonio tiene poder sobre el cosmos y sobre la historia hasta que sea derrotado (Ef 2:2; Lc 22:53; Mt 13:19). Los Santos Padres desarrollaron y explicitaron abundantemente este tema. Veamos a modo de ejemplo una cita de San Ireneo:

Adán, en efecto, vino a ser posesión del diablo y éste ejercía sobre él su poder por el hecho de haberlo indignamente engañado cuando, al ofrecerle la inmortalidad, lo sometió a la muerte…”. [9]

Es también una verdad de fe que el pecado original no sólo dañó a nuestros primeros padres, sino que perjudicó también a toda su descendencia. Este pecado se transmite por vía de propagación (generación) y es propio [10] de cada hombre. [11]

Al perder Adán y Eva el privilegio de la integridad de la naturaleza, el ser humano se vio sometido a los efectos penales de la vida, tales como: la pérdida del Paraíso terrenal, de los regalos de Dios, de la ciencia infusa; así como la aparición de la concupiscencia, el dolor corporal, las bajas pasiones y un largo etcétera.[12]

El hombre pues, dañado por el pecado, quedó a la espera del cumplimiento de la promesa que ya en ese mismo momento Dios le hizo:

Pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza, y tú le acecharás a él el calcañal” (Gen 3:15).

Promesa que se hizo realidad con la Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

…………………

En aras de la claridad, he intentado resumir y simplificar mucho este tema. Siento no haberme extendido más en algunos aspectos; de haberlo hecho, el artículo había quedado demasiado académico y fuera del alcance del católico sencillo.

Padre Lucas Prados

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1 J. A, Sayés, Teología de la Creación, Madrid, Ed. Palabra, pág. 379.

2 Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 399.400.

3 Para la exégesis de este texto se puede acudir a M. J. Lagrange, Saint Paul. Épître aux Romains, Paris, Gabalda, 1931, págs. 104-113: F. Prat, La Théologie de Saint Paul, Paris, G. Beauchesne, 1924, vol. I y II; J. M. Bober, Teología de San Pablo, Madrid, BAC, 1946, págs. 216.220; 436-439; 756-760.

4 San Agustín habla del pecado original en multitud de ocasiones, véase por ejemplo: De Natura et Gratia, III, 3; IV,4. De Peccatorum Meritis et Remissione, ex. Retractationes, 2, 23; 1,9; 1,10; 1, 17, 1, 11; 2,46. Véase también de R.S. Clark, El Pelagianismo, Wheaton College, 1997, 2001.

5 El pecado original se transmite por generación. Algunas personas han malinterpretado este concepto y han dicho que se transmite mediante el acto de la generación, lo cual es falso. No es el acto generativo lo que transmite el pecado sino la generación en sí misma. Este error llevó a muchos a tener un concepto erróneo y pecaminoso del acto procreativo; acto que es de suyo santo cuando se hace dentro del matrimonio y tal como Dios quiere.

6 Monogenismo es la teoría que dice que todos los hombres procedemos de una sola pareja (Adán y Eva). Poligenismo es la teoría que dice que los hombres procedemos de más de una pareja. Hoy por hoy el poligenismo no es aceptable, pues no se ve cómo se pueda compatibilizar con nuestra fe, tal como nos dice Pio XII.

7 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIª-IIae, q. 163, a. 1.

8 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIª-IIae, q. 164, a. 1.

9 San Ireneo, Adversus Haereses, III, 23, 1.

10 Por eso la Virgen María pudo ser “privada” del pecado original desde el primer instante de su concepción.

11 J. Ibáñez y F. Mendoza, Dios Creador y Enaltecedor, Palabra, Madrid, 1984, pág. 305.

12 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIa IIæ, q. 164, a. 2.

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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