El Señor lo quiere todo: un cambio radical

Sin lugar a dudas la corona del Adviento se ha impuesto en las Parroquias como en su día tantas modas que han pasado a la historia. No me atrevería a aventurar nada, pero no es extraño pensar que con el tiempo desaparezca y dé paso a la siguiente tendencia del momento o, seamos optimistas, quizás la cordura vuelva a nuestra Iglesia y lo que se imponga tenga más que ver con la Tradición que con costumbres paganas que se van imponiendo en nuestros Templos. Algunos dicen que es una catequesis el ir encendiendo cada domingo una vela, si eso es así, quiere decir que estamos peor de lo que parece.

El Adviento va perdiendo su sentido y se va llenando de Navidad. Incluso las velas de la corona, más que introducirnos en un tiempo de recogimiento y penitencia, parecen evocar las luces del árbol de Navidad. A mí personalmente, me hace rememorar aquel famoso anuncio de una bebida, en el que salían cantando con velas en el Rockefeller Center, al inaugurar el alumbrado del mítico árbol. No puedo evitarlo, cuando llega el domingo y se acercan a encender la vela correspondiente, acompañando el momento de un canto guitarrero que roza lo cutre, mi cabeza se va a New York y las notas empiezan a desfilar en mi cabeza “al mundo entero quiero dar, un mensaje de paz, du, du, du, ah…”

Me preguntaba un amigo si tenía algún plan para vivir este Tiempo de manera especial y si podía compartirlo. Pienso que cada día con el Señor es un día distinto en el que Él nos pide más, nos lo pide todo y nosotros cada vez le damos menos. Mi propuesta para este tiempo es “un cambio radical”, nada de medias tintas en nuestra relación con el Señor, que se termine el “si me queda tiempo”, “si me acuerdo”, “diez minutitos” etc. La propuesta es dejar de darle las sobras de nuestra pobre vida, para ofrecerle nuestra alma al completo.

El otro día con motivo de la exposición  en la que se profanaba el Santísimo Cuerpo de Nuestro Señor, veíamos como la respuesta de los Católicos no se hizo esperar: manifestaciones, escritos, firmas, ¡Bien!, pero no podemos quedarnos en hechos concretos o puntuales, esto sucede a diario, delante de nuestras narices y nosotros miramos para otro lado. Gente que se acerca a Comulgar sin las debidas disposiciones, en pecado mortal. Personas mirando el móvil antes de recibir al Señor, conversaciones, risas, comuniones en la mano… ¡Oigan! Esto es un sacrilegio y no salimos a manifestarnos, ¿Por qué? Les diré la razón, porque no hemos acometido el cambio radical dentro de nosotros y sólo nos duelen las cosas en determinadas circunstancias o a determinadas horas del día. ¡No puede ser! El Señor lo quiere todo. ¿Se imaginan a San Pablo ejerciendo su radicalidad de doce a una y de seis a ocho como si fuera un trabajo? Pues lo mismo nosotros, Jesús nos quiere a jornada completa. No se olviden, aún estamos aplaudiendo el resultado del sínodo, que no es otro que permitir que la gente comulgue en pecado mortal, ¿No exige esto también una movilización ciudadana?

Observaba estas semanas como en las parroquias se reunían para preparar las celebraciones del Adviento, los temas parroquiales y demás. Con relación a la Santa Misa, los laicos poco podemos aportar, por no decir, nada, es una función del Sacerdote tener el Misal y guiarse por él y es algo que los fieles deberíamos agradecer, que no haya improvisaciones, con lo cual, ¿Por qué perder horas preparando absurdas moniciones en las que se nos recuerda de todo, menos lo principal? El Adviento es un Tiempo de conversión, es lo que se llama un Tiempo fuerte. El Padre nos espera en el Sacramento de la Confesión para limpiar nuestra alma, esto es lo que hay que recordar y no si el pan y el vino lo acerca Antonio o Jacinta al Altar. Decía el otro día el Santo Padre que la Navidad que está llegando “será una farsa”, pues miren Vds., tiene razón en el sentido literal de la frase, si no cambiamos de vida y renunciamos a las cosas del mundo es un sinsentido el Tiempo de Navidad. ¿Cómo vamos a conmemorar el Nacimiento de Jesús si nuestro interior está podrido? ¿Cómo podemos darle cobijo si nuestras miras son tan pobres como para estar pensando en encender una, dos o tres velas? Sólo se puede transformar el mundo empezando por uno mismo. Guerras, hambre, odio…no tiene otro nombre más que “pecado mortal”. Y añadía el Papa que “el mundo no ha comprendido el camino de la paz”, y yo digo, ¿Saben por qué? Porque los Sacerdotes no nos hablan de lo que hay que hacer para ir por ese camino, es decir nos predican la “paz”, como si fuera algo que un día nos despertamos por la mañana y se produce por arte de magia. La palabra es hermosa,  pero sólo se llega a ella a través de los Sacramentos. ¿Cómo consiguió San Pablo la paz interior? Dejándose cambiar por el Señor y a partir de ese momento fue al mundo entero con un discurso contundente, nada de palabras dulzonas y tontas, no, señaló el pecado sin miramientos, se entregó a muerte por la Palabra de Dios ¿Cómo proponer la paz si el ser humano está lleno de odio y podredumbre y los confesonarios están vacíos? En el Sacramento de la Confesión es donde empieza la paz del mundo, por favor, difúndanlo.

Y se preguntarán Vds. ¿Cómo seguir al Señor con radicalidad? Miren, no nos andemos con contemplaciones, si sólo abordamos lo que nos interesa, lo que nos conviene, lo que nos resulta sencillo, no avanzaremos. El cambio empieza en cosas pequeñas para después aspirar a las grandes. Desde nuestra manera de vestir, de conversar, de divertirnos, ahí es donde tenemos que dar testimonio de nuestro amor a Dios. ¿Cómo puede un Sacerdote transmitir la pureza Sacerdotal si reniega de la prenda que lo identifica? ¿Cómo podemos nosotros, ser un reflejo de los ángeles y de los santos, si vestimos indecorosamente, tanto dentro como fuera de la Iglesia? ¿Cómo podemos mirar al cielo si vamos al cine o encendemos la televisión y nos dejamos seducir por películas en las que las relaciones pecaminosas son el argumento principal? ¿Cómo podemos preparar nuestras almas si en vez de en el Sagrario perdemos nuestro tiempo en lugares de ocio, mientras Jesús está solo y abandonado? Piensen detenidamente en todo esto, para eso es el Adviento. No le demos las sobras, démonos al cien por cien, inmolación.

A diario tenemos el mejor medio para santificarnos…La Santa Misa. Hay en muchos lugares que no pueden acudir a ella y oran continuamente para acercar su alma a Dios espiritualmente, en la distancia y los que podemos, que tenemos una Iglesia cada cien metros, ¿Qué hacemos? Pasamos olímpicamente, no hay más que entrar para verificar lo que les digo. Apenas diez personas en las Misas de diario. ¿Por qué no se lo plantean estos días? Prueben, simplemente eso. La Santa Misa nos lleva al Calvario con Cristo, ¿No les gustaría morir al mundo para renacer a los pies de Jesús Sacramentado? Ahí se acaban todos los problemas y empieza la verdadera felicidad, la que nos conduce al cielo. Esto es pasajero, aquello es para siempre.

Me provoca gran tristeza que de los poco que vamos ni siquiera en muchas ocasiones somos un ejemplo para los demás. Gente que llega tarde sin sentimiento de culpa, se une sin más como el que llega a la panadería y coge un número y con esa falta de disposición, a veces incluso charlando, así nos acercamos a Comulgar. Es comprensible muchas cosas que se leían estos días en la prensa con relación a la exposición herética, es decir, gente que no entiende que en la Hostia está Dios vivo, pero si lo pensamos detenidamente, nosotros mismos no somos un modelo para los demás. ¿Por qué se sigue Comulgando en la mano? ¿Por qué lo permiten y hasta ponen letreros en los Templos de cómo “hacerlo bien”? No se engañen, sólo hay una manera correcta de recibir a Jesús: de rodillas y en la boca y no requiere instrucción ninguna, es sencillo, agrada a Dios y eleva nuestra alma a estadios indescriptibles. Caer de rodillas ante su Majestad, ante nuestro Amor, ante El que tanto nos ama…sean radicales, háganlo, aunque nos nieguen los reclinatorios, dejen caer sus rodillas al suelo, que el mundo vea y entienda que ahí, en la Hostia está el mismo Dios

Mi propuesta principal para el Adviento: CAMBIO RADICAL

¿Cómo acometerlo?

  • Empiecen por una buena confesión completa y continúen con la confesión frecuente.
  • Santa Misa diaria
  • Dediquen el máximo tiempo al Señor en el Sagrario, está solo.
  • Renuncien al ocio que nos aparta del verdadero Adviento: programas basura, cine, discotecas, viajes relax (no hay más relax que estar con el Amado), cambien todo esto por una lectura piadosa e instrúyanse a diario con el Catecismo de San Pío X
  • Revisemos nuestra manera de vestir: que nuestro exterior sea un reflejo del interior.
  • No descuidemos las normas de piedad diarias que tanto agradan al Señor y a Nuestra Santísima Madre.
  • Y como María, digamos “fiat”, pero no para un día, sino para siempre.

¿Les parece mucho? Es porque no lo han intentado, el que prueba repite y se queda asido al Señor. Seamos los San Pablo del Siglo XXI, todo por el Señor, nada de lo que nos sobre, démonos completamente, en cuerpo y alma y de esta manera transformaremos el mundo y caminaremos al cielo. No lo duden: ¡Possumus!

“Saulo que todavía respiraba amenaza y muerte contra los discípulos del Señor, fue al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para Damasco, a las sinagogas, con el fin de traer presos a Jerusalén a cuantos hallase de esta religión, hombres y mujeres. Yendo por el camino, ya cerca de Damasco, de repente una luz del cielo resplandeció a su rededor; y caído en tierra oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Respondió él: “¿Quién eres, Señor?” Díjole Éste: “Yo soy Jesús a quien tú persigues. Mas levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer”. Los hombres que con él viajaban se habían parados atónitos, oyendo, por cierto, la voz, pero no viendo a nadie. Levantóse, entonces, Saulo de la tierra, mas al abrir sus ojos no veía nada.” (Hechos de los Apóstoles)

Sonia Vázquez

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