Antiguamente, como Roma se había convertido en centro del mundo, desde la misma ciudad se proyectaron vías de tránsito para que se llegue a ella. No le interesaba al imperio construir un camino que vaya de Nórica a Panonia, ni de Germania a Tracia, sino caminos que vayan de Nórica a Roma, de Pananonia a Roma, de Germania a Roma, etc. De ahí la famosa frase “todos los caminos conducen a Roma”. En un sentido espiritual podría decirse que Dios se vale de todo para convertir a alguien y que ingrese en la Iglesia Católica, en la Roma eterna. Pero hace unas décadas, más precisamente desde Concilio Vaticano II – y más precisamente desde el documento pernicioso que se alzó en dicho Concilio y que se lo llamó Unitatis Redintegratio-, han pretendido cambiar el sentido espiritual. Se dejó de lado el hecho de que “todos los caminos conducen a Roma”, y se vino a afirmar algo muy diferente: “Roma conduce a todos los caminos”. ¿Qué implicancias tiene esto último? Implica un sentido anticatólico, antibíblico, antiapostólico, antipatrístico, antiescolástico, antiromano, antisano, antisalvífico. Es directamente algo anticrístico. Con la frase están diciendo -¡por supuesto que muy falsamente!- que ahora debe mirarse como católico que una Roma terrena yendo contra la Roma eterna, sostenga que caminos pergeñados por otros credos son válidos como escalas de salvación.
He escrito en otras oportunidades contra el falso ecumenismo, pero ante reiteraciones escandalosas perpetradas -lamentablemente- por los Papas posconciliares y que llevan a las almas al engaño, hace falta insistir con la buena doctrina.
Como es de público conocimiento, Francisco, en conferencia dada en Singapur, dejó sentado sin rodeos la mismísima enseñanza que se desprende, como queda dicho, del documento conciliar Unitatis Redintegratio. He aquí las escandalosas palabras: “Una de las cosas que más me ha impresionado de ustedes, los jóvenes, que están aquí, es la capacidad de diálogo interreligioso. Y esto es muy importante, porque si empiezan a discutir – ‘mi religión es más importante que la tuya’, ‘La mía es la verdadera, en cambio la tuya no es verdadera. ‘¿A dónde lleva todo esto? ¿A dónde? ¡Que alguien responda! ¿A dónde? Todas las religiones son un camino para llegar a Dios. Y, hago una comparación, son como diferentes lenguas, como distintos idiomas, para llegar allí. Porque Dios es Dios para todos. Y por eso, porque es Dios para todos, todos somos hijos de Dios. ‘¡Pero mi Dios es más importante que el tuyo!’ ¿Eso es cierto? Sólo hay un Dios, y nosotros, nuestras religiones son lenguas, caminos para llegar a Dios. Uno es sij, otro, musulmán, hindú, cristiano; aunque son caminos diferentes” (“Catholic Junior College” (Singapur), viernes, 13 de septiembre de 2024. Documento íntegro en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2024/september/documents/20240913-singapore-giovani.html).
Las falsedades que se desprenden del texto son horrorosas en el sentido más profundo de la expresión “horror”, pues de seguirlas se pone en peligro la salvación eterna.
Si les dijera a ustedes que todas las coordenadas de vuelo son igualmente válidas para llegar al aeropuerto de Italia, seguramente acabarán, en el mejor de los casos, aterrizando en cualquier pradera menos en el lugar fijado: solo una coordenada es la precisa. Si alguien quiere llegar a la cima del Aconcagua escalando, la única manera posible es que ponga sus dos pies en terreno de dicha montaña y empiece el ascenso, mas de nada serviría buscar la referida cima poniendo pies en el Everest, en el Himalaya, o en el monte Fitz Roy: el Aconcagua es uno solo. Si me dan un problema matemático a resolver (2+2+4-2=6), la única manera en que llegue a la verdadera cifra es respetando la única manera que hay para llegar allí: si se me antoja que en vez de restar el dos da lo mismo multiplicarlo, jamás llegaré a la cifra verdadera.
Y así como el modernismo escandaliza, le diremos a él cuatro cosas que le escandalizarán sobremanera. Primero, si se me permite la expresión, la Revelación Divina es de una exactitud más implacable que una coordenada geográfica, que una cima concreta, que un ejercicio matemático. Si Cristo afirmó rotundamente: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí” (Jn. 14, 6), significa que fuera de Él no hay camino, no hay verdad, no hay vida. De modo que el judaísmo no es camino para llegar a Dios, porque no camina a través de Cristo y a Él le dieron muerte; de modo que el budismo no es camino para llegar a Dios, porque rechaza al catolicismo; de modo que el mahometismo no es camino para llegar a Dios, porque no cree que Cristo sea Dios. De modo que ninguna de esas religiones es camino para llegar a Dios porque no creen en la Santísima Trinidad. Segundo, Jesús aseveró: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mt. 16, 18); concretísimo; Cristo edificó una Iglesia, no varias; una sola, sobre Pedro. Tercero -y derivado de lo anterior-, tenemos el dogma de fe que exaspera al modernismo, dogma al que también detesta con todas sus fuerzas, que no lo comprende, que lo aturde, que le produce nauseas: “Extra Ecclesiam nulla salus” (Fuera de la Iglesia Católica no hay salvación). Cuarto, por la doctrina católica sabemos cuáles son las notas de la Iglesia; en el Catecismo Mayor de San Pio X aprendimos: “¿Cómo puede distinguirse la Iglesia de Jesucristo de tantas sociedades o sectas fundadas por los hombres y que se dicen cristianas? – Entre tantas sociedades o sectas fundadas por los hombres, que se dicen cristianas, puédese fácilmente distinguir la verdadera Iglesia de Jesucristo por cuatro notas, porque sólo ella es UNA, SANTA, CATÓLICA y APOSTÓLICA”; allí aprendimos también: “¿Y por qué la Iglesia verdadera se llama, asimismo, ROMANA? – La Iglesia verdadera se llama, asimismo, ROMANA porque los cuatro caracteres de unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad se hallan sólo en la Iglesia que reconoce por cabeza al Obispo de Roma, sucesor de San Pedro”; y se nos enseñaba: “¿No podría haber más Iglesias? – No, señor; no puede haber más Iglesias, porque así como no hay más que un solo Dios, una Fe y un solo Bautismo, así no hay ni puede haber más que una sola y verdadera Iglesia”. En conclusión, cuando Francisco afirma que “todas las religiones son un camino para llegar a Dios”, va derechamente contra la enseñanza de Cristo, contra la Revelación, contra las enseñanzas de la Iglesia Católica, todo por seguir las novedades modernistas.
Cuando Francisco, dirigiéndose a los jóvenes, expresa: “Si empiezan a discutir – ‘mi religión es más importante que la tuya’, ‘La mía es la verdadera, en cambio la tuya no es verdadera. ‘¿A dónde lleva todo esto? ¿A dónde? ¡Que alguien responda!”, le respondo: que tener a todas las religiones por verdaderas es no conocer la verdad; que dicha invención lleva a la perdición de las almas, a su confusión, extravío y a una falsísima misericordia; que eso lleva al desprecio de la sangre derramada por miles y miles de mártires; que eso conduce al desprecio del celo y caridad que tantos misioneros mostraron y siguen mostrando, como así también al desprecio de las misiones; que eso lleva al insulto de tantos insignes defensores de la fe que atacaron con denuedo las herejías y todo en miras a la defensa de la única verdad hallada en la Iglesia Católica; que, en definitiva, lleva al ultraje de toda santidad por ultraje directo a la Esposa del Cordero.
Cuando Francisco enseña que “todas las religiones son lenguas, caminos para llegar a Dios”, prueba desconocer la lengua de Dios: “Todos los dioses de los gentiles son ficción” (Salmo 95 -96-, 5). A Dios le agrada una sola lengua, una sola Palabra, Su Verbo, y fuera de Él no hay agrado: “En el principio el Verbo era, y el Verbo era junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él era, en el principio, junto a Dios. Por Él todo fue hecho, y sin Él nada se hizo de lo que ha sido hecho. En Él era la vida y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1, 1-4).
Pongamos nuestra mirada en la Roma eterna. Defendamos intrépidamente a la Iglesia Católica. Cristo es el único camino y Él se nos da en Su Iglesia. Con caridad mostremos la verdad corrigiendo al que yerra. Mediante las misiones ayúdese a salir del error al que está en él, y no se lo engañe diciéndole que donde está es camino válido.
¿Por qué el modernismo hace concesiones a los falsos credos? Porque el modernismo tiene como ellos y ¡más que ellos!, los soplos de Satanás. Son todos de la misma familia.
No encuentro ahora mejor manera de acabar este escrito que invocando las palabras del célebre apologeta, Cardenal Pie (1815-1880): “Todos los errores pueden hacerse concesiones mutuas, ellos son parientes próximos porque tienen un padre común: ‘Vos ex patre diabolo estis’. La verdad, hija del cielo, es la única que no capitula jamás (…). Sí, Santa Iglesia Católica, tú tienes la verdad porque tú tienes la unidad, y porque eres intolerante a dejar deshacer esa unidad”.