Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».
En casi todos los pecados graves encontramos una causa que está directamente relacionada con la soberbia humana. Este genocidio se inicia en la mente de un Rey que no se ve reconocido en su realeza y teme por otro lado que le arrebaten el trono. Esta actitud se repite a lo largo de la historia del mundo, y de cada historia particular, cada vez que tomamos las cosas (incluso las buenas) por lo “personal”. El Señor nos llama al descentramiento del “ego”, a mirar todas las cosas con visión sobrenatural, y para ello es fundamental la vida sacramental frecuente, la oración diaria y la dirección espiritual que nos libera de la tiranía de la propia subjetividad.