Homilía: El cristiano y la alegría

III Domingo de Pascua
17 de abril de 2016
Jn 16: 16-22

En el discurso de la Última Cena el Señor le dijo a sus apóstoles: “Un poco tiempo y no me veréis y otro poco, y me volveréis a ver”. ¿Qué significan estas palabras de Jesús?

Estas palabras, pronunciadas en aquella situación, también se refieren a la situación actual que está sufriendo la Iglesia, pues las palabras de Jesús en los evangelios tienen validez para los hombres de todos los tiempos. Las gentes están confusas y ya no saben adónde acudir, a quién seguir, cuál es la verdadera doctrina. La confusión general está causando anarquía, y ésta, está dando paso a la apostasía general.

Los discípulos de Emaús, cuando iban de camino a su ciudad y se encontraron con Jesús, estaban desanimados y tenían sensación de fracaso: “Nosotros creíamos que Él iba a traer …”

Pero el verdadero cristiano no tiene razón alguna para sentirse triste, confuso o fracasado. El desconcierto de muchos católicos actuales es completamente injustificado. San Pablo nos dice en su carta a los Efesios (Ef 6): “Es verdad que en otro tiempo eráis tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Así pues, caminad como hijos de la luz”. Los hijos de la luz, es decir nosotros, no podemos estar en tinieblas.

El mismo Jesús nos dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas”. Luego el secreto consiste en seguir a Cristo. ¿Por qué no nos atenemos a sus palabras, a sus enseñanzas ya a su Persona? Es imposible estar confundidos si seguimos a Cristo.

Una cosa es que nos lamentemos y suframos por la gravedad de la situación actual, y otra muy diferente, que estemos confundidos y no sepamos dónde ir.

Los que intentan mantener su fe y su amor a Cristo, se dejan guiar por el Espíritu de Cristo, que es Espíritu de Verdad. Lo que ocurre es que no nos creemos –o quizá hemos olvidado- las palabras del Señor.

No se trata de tener revelaciones extraordinarias para poder conocer el pasado, el presente e interpretar el futuro, sino el mismo Espíritu de Cristo, que habita en nuestros corazones quien nos irá iluminando, enseñando, guiando. Es este Espíritu de Verdad quien hace que el cristiano vea los sucesos actuales con serenidad y profundidad.

También el Señor nos dice: “No se turbe vuestro corazón, si creéis en Dios, creed también en mí”. Y en otro lado también nos dice: “Mi paz os dejo, mi paz os doy. No como la da el mundo os la doy yo”.
Si le amamos confiaremos en sus palabras y entonces no nos dejaremos extraviar.

El evangelio de hoy también insiste en la alegría. Como nos dice Chesterton, el gran secreto del cristiano. “Volveré a vosotros y os daré mi alegría, una alegría que nadie os podrá quitar”.

La tristeza es producto de Satanás. ¿De dónde surge la alegría en el corazón del cristiano? Del amor de Cristo hacia nosotros y de nosotros hacía Él. Sólo el que está enamorado tiene la perfecta alegría. Dios nos creó para amar y para ser amados. ¿Cómo puede ser feliz quien no ama? Es totalmente imposible. «El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor». Ese amor, que no es otro que el Espíritu de Cristo nos lleva a vivir su misma vida: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí».

Precisamente, porque tenemos olvidadas todas estas enseñanzas de Cristo, nos dejamos llevar por la confusión actual, la cual obnubila nuestro entendimiento y enturbia nuestro corazón. Cristo quiere ser nuestro amigo (Ya no os llamo siervos, sino amigos) y quiere mantener unas relaciones de intimidad con nosotros. ¿Cuándo vamos a creernos todo eso?

Como nos dice el Cantar de los Cantares: «Ábreme hermana mía, esposa mía, paloma mía, inmaculada mía, porque está mi cabeza cubierta de rocío y mis cabellos de la escarcha de la noche». O en este otro verso: «Ven paloma mía que anidas en las hendiduras de las rocas y en las grietas de las peñas escarpadas. Dame a ver tu rostro. Dame a oír tu voz».

Padre Alfonso Gálvez
Padre Alfonso Gálvezhttp://www.alfonsogalvez.com
Nació en Totana-Murcia (España). Se ordenó de sacerdote en Murcia en 1956, simultaneando sus estudios con los de Derecho en la Universidad de Murcia, consiguiendo la Licenciatura ese mismo año. Entre otros destinos estuvo en Cuenca (Ecuador), Barquisimeto (Venezuela) y Murcia. Fundador de la Sociedad de Jesucristo Sacerdote, aprobada en 1980, que cuenta con miembros trabajando en España, Ecuador y Estados Unidos. En 1992 fundó el colegio Shoreless Lake School para la formación de los miembros de la propia Sociedad. Desde 1982 residió en El Pedregal (Mazarrón-Murcia). Falleció en Murcia el 6 de Julio de 2022. A lo largo de su vida alternó las labores pastorales con un importante trabajo redaccional. La Fiesta del Hombre y la Fiesta de Dios (1983), Comentarios al Cantar de los Cantares (dos volúmenes: 1994 y 2000), El Amigo Inoportuno (1995), La Oración (2002), Meditaciones de Atardecer (2005), Esperando a Don Quijote (2007), Homilías (2008), Siete Cartas a Siete Obispos (2009), El Invierno Eclesial (2011), El Misterio de la Oración (2014), Sermones para un Mundo en Ocaso (2016), Cantos del Final del Camino (2016), Mística y Poesía (2018). Todos ellos se pueden adquirir en www.alfonsogalvez.com, en donde también se puede encontrar un buen número de charlas espirituales.

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