Nuestros cuerpos son Templos de Cristo cuando habita la Gracia en nosotros, y como tal debemos respetarlo y santificarnos. Cuando la Gracia nos falta por el pecado mortal nuestro Cuerpo no es digno de recibir a Jesús en la Sagrada Hostia, comulgar en pecado mortal es el acto más indigno que puede cometer un cristiano y causa de males infinitos espirituales e incluso físicos.