Hoy debemos ser más fieles de lo que han sido nuestros padres en el pasado, y que mañana las nuevas generaciones sean más fieles todavía de lo que lo somos nosotros hoy. Si muchos, desgraciadamente, son siempre infieles, que muchos hoy y mañana sean los que se mantengan fieles al Señor y a Su santa Ley, a Sus Mandamientos. Sólo así puede venir el Reino de Dios a la tierra, el Reino “que no tendrá fin”.
“Adveniat Regnum Tuum, adveniat per Mariam!”. Ya que María fue el medio a través del cual Jesús vino al mundo, María debe ser también el medio del que Dios se quiere servir para reinar en el mundo. Pero también José, hombre justo, cooperó dignamente al proyecto de salvación que, desde el principio, Dios estableció para la salvación del género humano. Dios, óptimo y máximo, no podía elegir otro camino sino el de la familia para salvar al mundo. El, que creó al varón y a la mujer para poblar la tierra, El, que bendijo a los primeros hombres y continúa bendiciendo a los que acogen al Verbo Encarnado.
“¡Ven Jesús, ven Jesús, no tardes! ¡Ven a salvar a tus hermanos! ¡Ven Jesús, no tardes!”
Maranatha! ¡Ven Señor! es el grito que de un extremo al otro de la tierra debe resonar y se debe elevar desde el corazón de los fieles. Lo exigen los tiempos que están maduros, como el campo que blanquea para la siega. El trigo y la cizaña ya no pueden estar juntos, los buenos y los malos deben tener su suerte cada uno, que no puede ser la misma porque así lo exige la Justicia divina, unida a la Misericordia, “sicut erat in principio”, como era en el principio, “usque ad finem”, ¡hasta el fin! Aunque el Reino de Dios no tendrá fin. Y esto porque Dios es eterno, porque todo pasa, ¡pero sólo Dios no pasa nunca!
Háznoslo comprender, oh Señor, con los signos en el sol, en la luna y en las estrellas. Lo has prometido y esperamos que, una vez más, se cumpla tu promesa. Estamos seguros de ello porque, como ya en el pasado las palabras de tus profetas se cumplieron, así será siempre hasta que también para la Iglesia, terminada su pasión, todo será cumplido.
Pero los tiempos de Dios no son los nuestros y Su hora nosotros no la conocemos. Debemos solamente esperar que todo se cumpla y que vuelva glorioso el Señor Jesús. Serán juzgados los vivos y los muertos. Lo que es bueno para nosotros y lo que es bueno en sí mismo lo sabe Dios. Esto nos basta y no debemos angustiarnos, si bien los hechos terroríficos den miedo y sea difícil encontrar la serenidad. Nunca como hoy tenemos necesidad de refugiarnos en la Fe de los padres que debe ser también la Fe de los hijos, de los nietos y de todas las generaciones. ¡Alabado sea Jesucristo!
Presbyter senior
[Traducido por Marianus el eremita]