Intervenciones del cardenal Zen y Renzo Pucceti en el Coloquio «Iglesia Católica, ¿dónde vas?»

Mensaje de S.E. el cardenal Joseph Zen para el simposio del 7 de abril en Roma

–Eminencia, estamos en Hong Kong, pero en Roma se está celebrando un encuentro, con el nombre de Iglesia, ¿dónde vas? Estoy seguro de que a los participantes los alegrará mucho que les dirija una palabras de saludo.

–De acuerdo. Me gustaría muchísimo participar, pero en vista de mi edad, he decidido no viajar demasiado. Eso sí, con mis oraciones, con el corazón, estoy con vosotros. Porque es un encuentro que debería ser del interés de todo el mundo: ¿Adónde va la Iglesia, nuestra Iglesia? La Iglesia por la que Jesús se esforzó y padeció. La Iglesia en la gozamos de todas las gracias del Señor, y esperamos que nuestra Iglesia goce siempre de buena salud.

–Eminencia, a los participantes sin duda les gustará que le diga cómo ve la situación actual en cuanto a la relación entre la Santa Sede y la China.

–Sí. Tenemos una Iglesia que es una unidad, que en todo el mundo es una gran familia. Una gran familia con un centro, que es la Santa Sede. Entonces, la Santa Sede es muy importante, aunque el Papa insista en que se debe dar mucha importancia a la periferia. Tanto el centro como la periferia son necesarios. Ahora bien, en este momento, nuestra periferia (la China) atraviesa grandes dificultades. Entonces, aunque muchas voces de esta periferia no lleguen a hacerse oír en el centro, nosotros, que vivimos fuera de la China continental, naturalmente llevamos en nuestra experiencia, en nuestro corazón, toda la China, aunque estamos siempre en contacto. Consideramos que representamos a esta periferia.Tenemos un gran deseo de que haya más comunicación entre el centro y la periferia. Porque, si se quiere ayudar a la Iglesia de China, hay que conocerla. Pero no me refiero a un simple conocimiento abstracto, basado en números o en libros. Hay que haberlo vivido, y por eso la periferia no es sustituible. Lo que esperamos, entonces, es que nuestra voz pueda hacerse mucho. Por el contrario, nos desagrada que sean escasas las voces que llegan de la periferia. Tenemos miedo de que en el centro no se tomen las decisiones que sean verdaderamente útiles y contribuyan al verdadero crecimiento de la Iglesia. Ésta es una preocupación importante, la falta de comunicación. Y digo que yo no soy un gran profesor, pero tengo mucha experiencia directa de la China. He enseñado durante siete años en seminarios de la China continental, de la Iglesia oficial. Y constantemente vienen hermanos de la China continental y nos cuentan cómo está la situación, y temo que esas voces no consigan llegar al centro.

–Gracias, Eminencia. Invitamos a los asistentes a la reunión de Roma a rezar también por esta intención especial de la Iglesia china.

–Aunque no llegue siempre al centro, sino raramente, en este mundo hay muchas facilidades para comunicarse, y he tenido la oportunidad de expresar mi parecer sobre estas cuestiones relativas a nuestra iglesia, y espero que estéis al tanto y de vez en cuando procuréis hablar de nuestra parte.

 

***

 Intervención de Renzo Puccetti: La bioética de Caffarra a Paglia

Roma, 7 de abril de 2018, Coloquio Iglesia Católica, ¿dónde vas?

Eminencias, excelencias, reverendos padres, reverendas madres, señoras y señores, reciban mi respetuoso saludo. Gracias por haberme concedido el grandísimo honor de intervenir para hablar de un tema al cual tanto dedicó el cardenal Caffarra y del que tanto he recibido. Antes de comenzar, es necesario hacer algunas precisiones: ¿qué es la bioética? Es una disciplina. ¿Cuál es su finalidad? Emitir juicios morales sobre procedimientos biomédicos. ¿Y cómo lo hace? Por medio de un contraste multidisciplinario.

No es el terreno de la opinión, de la ignorancia, de la superficialidad fatua, vacía y autorreferencial. El primer instituto italiano de bioética lo fundó monseñor Elio Sgreccia, que enseñó a generaciónes de especialistas a  afrontar las cuestiones bioéticas desde una perspectiva que podríamos llamar triangular: evaluando sus aspectos científicos, sus aspectos antropológicos y, por último, emitiendo un juicio sobre su moralidad o inmoralidad. En mi intervención, intencionadamente, me limitaré a hablar de ideas. En 1948, Richar Weaver afirmó: «Las ideas tienen consecuencias». Años después, George Weigel fue más lejos, señalando que las ideas malas tienen consecuencias desastrosas. Por tanto, como dice Eric Metaxas, debemos estar muy atentos a las ideas que nos implantan en el cerebro. Me propongo demostrar que en cada uno de los ámbitos del método triangular citado se dan hoy problemas, graves problemas. Empezando por el enfoque científico. Todos ustedes recordarán el caso de Charlie Gard, aquejado de una gravísima dolencia mitocondrial, que murió cuando los médicos ingleses que lo atendían le retiraron el equipo de ventilación mecánica. Un miembro de la Pontificia Academia para la Vida declaró públicamente que en el caso de Charlie Gard el encarnizamiento terapéutico era patente.

En aquella misma ocasión, el bioéticista  católico definió el encarnizamiento terapéutico con estas palabras: «Intervención médica inútil, sin futuro, de alto contenido tecnólogico, altamente invasiva y en muchos casos capaz de causar gran sufrimiento al paciente». Pero la ventilación mecánica no es inútil cuando garantiza la oxigenación de los tejidos impidiendo la muerte del enfermo.

Si la vida de Charlie Gard no tenía futuro, ¿qué futuro hay, entonces, para un enfermo de Alzheimer, un paciente canceroso en fase avanzada o uno que esté en estado vegetativo o con un mínimo de conciencia?

Si la tecnología avanzada y el carácter invasivo de un método terapéutico son indicadores de encarnizamiento, entonces, ¿son víctimas de encarnizamiento los portadores de marcapasos, bombas de insulina, desfibriladores o implantes cocleares, dispositivos todos ellos de alta tecnología?

Y por último, ¿acaso no suponen también grandes sufrimientos prolongados los trasplantes y la quimioterapia? Es cierto, pero no son desproporcionados, porque, aunque causen sufrimientos, son intervenciones que alivian un sufrimiento mayor.

Citaré otro caso. Una vez más, el protagonista es miembro de una importante institución de la Iglesia Católica, a la que se ha encomendado la defensa de la vida. En 2009, este miembro de una importante institución de la Iglesia fue coautor de un artículo sobre la utilización de células madre de la línea MP002.5, cuyas características se describen en un artículo del mismo año firmado por la doctora Camilla Karlsson.

En dicho artículo, la doctora Karlsson señalaba la explicación en un trabajo de 2005 del procedimiento de producción de aquella línea de células madre humanas.

Los autores explicaban claramente que habían obtenido las células a partir de embriones fruto de la fecundación in vitro y donados para fines de investigación.

A pesar de ello, en un documento concreto del año 2000, la mencionada Academia Pontificia había dejado sentado que no es lícito moralmente utilizar células madre embrionarias disponibles en el comercio o facilitadas por otros investigadores.

¿Se trata de un caso accidental? En ese caso hay reincidencia, porque el mismo investigador nombrado por la institución puesta en 2006 al servicio de la protección de la vida aparece entre los autores de un estudio en el que se utilizan células madre mesenquimales obtenidas a partir de pulmones de fetos. En el método del estudio se explica que las células fueron facilitadas por la empresa Novogenix.

En diciembre de 2016, el Congreso de los Estados Unidos nombró una comisión para que arrojase luz sobre el escándalo de la venta de tejidos procedentes de abortos por parte de clínicas afiliadas a Planned Parenthood. El abogado de Novogenix reconoció que su empresa tenía había firmado un contrato con la filial de Planned Parenthood en Los Ángeles a fin de que ésta le proporcionara tejidos y células procedentes de abortos voluntarios del primer y segundo trimestre de embarazo a razón de 45 dólares por ejemplar. Mientras saboreaba una ensalada, el jefe nacional de servicios médicos de Planned Parenthood, admitió con toda frescura que sus clínicas vendían pulmones, hígados y miembros enteros de los niños abortados. ¿Es éste un trato respetuoso para con la dignidad del embrión humano? Si se altera el criterio moral sobre el empleo de dichos tejidos con fines de investigación, aceptando la palabra de los autores que participan en los más destacados foros pro vida, se altera toda la estructura en la colaboración con el mal y se introduce un criterio ético consecuencialista y utilitarista, o incluso intencionado. En ese caso, una acción sería buena si reporta beneficios, o si está animada por una buena intención. Nos encontramos ante un grave problema relativo a la moralidad de los actos humanos y la negación de las acciones intrínsecamente malvadas. Asistimos a una profunda transformación de los criterios para evaluar la moralidad de los actos. Y, por mucho que me esfuerce, no encuentro la menor continuidad entre ello y lo que se me enseñó.

Volviendo a los aspectos científicos, donde los problemas no parecen ser casos aislados. En otra academia pontificia se ha elogiado a John Bongarts, experto desde 1973 de la organización para el control de natalidad conocida como Population Council. Es autor de la fórmula que toma su nombre para conocer los determinantes próximos de la fertilidad, que postula matemáticamente una constante del movimiento a favor de los derechos reproductivos: anticoncepción y aborto tienen una relación mutua inversa. Es decir, que cuando aumenta la anticoncepción disminuyen los abortos. Sin embargo, disponemos de una montaña de datos que lo desmienten. De acuerdo con tres estudios diferentes, el 90% de las mujeres que abortan utilizaron medios anticonceptivos durante el mes en que quedaron encintas, o después de haberlos interrumpido. Es decir, que estaban expuestas a la mentalidad anticonceptiva. Parece que algunos les aconsejaron adoptar el preservativo. Un estudio ecológico presentado en el Congreso Mundial de Ginecología celebrado en Roma indica que en aquellos estados de EE.UU. en que más se utiliza el preservativo se registran más abortos (véase la línea verde en el gráfico).Y en otro trabajo, publicado en el British Medical Journal en colaboración con la profesora Luisa di Pietro demostramos que se da la misma tendencia en la relación entre el uso de preservativos y las infecciones por el virus VIH.

En Francia, donde el 97% de las mujeres sexualmente activas que no desean quedar embarazadas utilizan medios anticonceptivos, se registra de forma estable más de 200 000 abortos.

Según estudio realizado en Suecia, el reembolso total por los anticonceptivos en algunas regiones no se asocia a tasas menores de aborto que en las zonas donde son de pago. En el prestigioso programa CHOICE, en la zona de San Luis, donde se han distribuido gratuitamente espirales y otros dispositivos anticonceptivos de larga duración, la cantidad de abortos ha disminuido en menor medida que en la de Kansas City, donde se utilizaban como muestra de control en los experimentos.

Otro nuevo miembro de la Pontificia Academia por la Vida ha escrito: «Si lo que lo que se busca con estos métodos es la responsabilidad al engendrar (léase continencia periódica, n. del e.), se comprende que en los casos en que es imposible o impracticable sea necesario buscar otras formas de responsabilidad.»

Por lo visto se desconoce que no hay situaciones clínicas que impidan adoptar los métodos naturales. Y parece que también desconozcan que los otros métodos de responsabilidad hormonales incluyen entre sus mecanismos de acción el de volver el endometrio inhabitable para el embrión. Es decir, que es un mecanismo abortivo. En los meses que he dedicado a estudiar los documentos que llevaron a la redacción de la Humanae vitae por parte de Pablo VI y de anuncios mediáticos no he observado el menor eco a estas consideraciones que no sean documentos que tratan de presentar argumentos con que refutar la postura que ha mantenido la moral católica durante veinte siglos con respecto a la anticoncepción. Esto me lleva a plantear una cuestión acuciante: que se permita el acceso a dichos documentos a los estudiosos, y no se limite a un grupo selecto. Que se demuestre esa voluntad de transparencia de la que tanto alarde mediático se ha hecho.

Y si los métodos naturales fueran simplemente una anticoncepción católica, distinta de la que se hace por motivos ecológicos, y no un comportamiento capaz de modificar radicalmente la capacidad para decidir de la persona, porque entre los matrimonios que la usan la tasa de divorcios es la mitad o un tercio de la de los matrimonios que emplean métodos anticonceptivos.

¿Por qué entre ellos el número de abortos son un quinto del que se da entre la población normal?

Y si la responsabilidad procreativa se puede ejercer separando la procreación de la actividad sexual, por qué no se a separar la actividad sexual de la procreación? Si se puede hacer un mal para obtener un bien, ¿por qué no aceptar el mal de más de un millón de vidas humanas embrionarias para obtener cien mil vidas humanas nacidas?

¿Y por qué no añadir al sacrificio los más de 57 000 embriones acumulados en congeladores? Ése es el resultado de diez años de fecundación in vitro en Italia.

En 1972, Elizabeth Anscombe defendió la Humanae vitae con numerosos argumentos, entre ellos uno de corte analítico. Si es posible eliminar químicamente la  apertura  a la vida conteniendo la sexualidad entre el hombre y la mujer, ¿por qué no hacerlo naturalmente, considerándolos diversamente ordenados? ¿Y cómo impedir la responsabilidad en la generación por otros métodos si los naturales son impracticables?

Me gustaría terminar con un pensamiento que creo que puede gustar a los amantes del ecumenismo. Dice: «El silencio ante el mal es en sí mismo un mal. Dios no nos dejará impunes. No hablar es hablar. No actuar es actuar.» Su autor es Dietrich Bonhoffer. Creo que los laicos tienen derecho a más respeto intelectual, moral y espiritual por parte de la Iglesia, a través de sus hombres e instituciones. Y más aún cuando hay personas que han comprometido toda su vida para defender las enseñanzas recibidas. Una de ellas, el cardenal Caffarra, nos contempla ahora desde el Cielo, mientras que otra nos está viendo en la sala: la fundadora de Casa Betleme. Invito a los presentes a tributarle un aplauso.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)

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