John Henry Newman: un cardenal antiliberal

En estos días ha vuelto a los medios la presencia del Beato John Henry Newman (1801-1890), el gran combatiente contra el liberalismo y el relativismo modernos, con motivo del reconocimiento de la Iglesia de un segundo milagro obtenido por su intercesión.

Así se abre la posibilidad de la canonización de uno de los convertidos más relevantes de la Historia de la Iglesia. La canonización hará de Newman el primer inglés santo que vivió en Gran Bretaña que pasó a ser anglicana en el siglo XVI.

En Octubre del 2005 Paul Chavasse, Rector del Oratorio de Birmingham, en aquel entonces Postulador responsable por la causa, anunció que Jack Sullivan, un diácono de Marshfield en Massachusetts, atribuyó su curación, de una enfermedad de la médula espinal, a Newman. El milagro tuvo lugar en la jurisdicción de la Arquidiócesis de Boston, cuya responsabilidad era la de determinar su validez. En virtud de este milagro fue beatificado el 19 de septiembre de 2010 por el Papa Benedicto XVI en Birmingham.

El Cardenal John Henry Newman podría ser canonizado ya el próximo año, como lo anunció hace unos días el Obispo Philip Egan de Portsmouth, en el condado de Hampshire (costa meridional del Reino Unido) en el informativo de su diócesis, como afirmó en declaraciones al «Catholic Herald» (https://catholicherald.co.uk/news/2018/11/28/second-newman-miracle-confirmed/) el Padre Ignatius Harrison C.O., postulador de la causa.

El milagro ocurrió en los Estados Unidos: la Arquidiócesis de Chicago reconoció la inexplicable cura, científicamente hablando, de una madre y su hijo, gracias a la intercesión de Newman. Tanto la Arquidiócesis, como la Congregación para las Causas de los Santos, según el «Catholic Herald», tendrían como milagrosa la curación.

En el año 1958 fue abierto el procedimiento diocesano de beatificación ante la diócesis de Birmingham. «No tema, señor, un día Newman será doctor de la Iglesia», dijo Pío XII en un encuentro confidencial con Jean Guitton (A. Lippi c.p., Un encuentro providencial: Newman y los pasionistas, in http://www.newmanfriendsinternational.org/26-agosto-festa-di-beato-domenico-barberi/#_ftn2) y no obstante la voluntad de Paulo VI de celebrar la beatificación en el Año Santo de 1975, solo en enero de 1991 Juan Pablo II decretó la heroicidad de las virtudes, con lo cual le fue dado el título de Venerable.

Fue aún Paulo VI quien describió el viaje de fe de Newman como «el más grande, el más significativo, el más decisivo que el pensamiento humano haya jamás realizado en la edad moderna» (Acta Apostolicae Sedis, vol. 55, 1963).

La actualidad de Newman está en su diagnóstico de los males presentes en su época y en aquella por venir, como así también en los planes que elabora para poner remedio a los males presentes y futuros.

Al error del liberalismo en el ámbito religioso él lo consideraba «una gran catástrofe», una «trampa mortal», que se estaba extendiendo por toda la tierra: «El liberalismo en el campo religioso es la doctrina según la cual no existe ninguna verdad positiva en la religión, sino que un credo vale tanto como otro, y esta es una convicción que cada día adquiere más crédito y fuerza. Es contrario al reconocimiento de una religión como verdadera. Enseña que todos debemos ser tolerantes, porque para todos se trata de una cuestión de opinión. La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento y una preferencia personal; no es un hecho objetivo o milagroso; es un derecho de cada individuo de hacerle decir todo aquello que afecta a su fantasía. La devoción no se fundamenta necesariamente en la fe. Se puede frecuentar la Iglesia protestante y la Iglesia católica, sentarse en la mesa de ambas y no pertenecer a ninguna. Se puede fraternizar y tener pensamientos y sentimientos espirituales en común, sin ni siquiera colocarse el problema de una doctrina común o sentir la exigencia. Ya que entonces la religión es una característica tan personal y una propiedad tan privada, se debe absolutamente ignorarla entre las personas. ¿Si también uno cambiara de religión cada mañana, a quien ello debería importarle? Indagar sobre la religión del otro no es menos indiscreto que indagar sobre sus recursos económicos o sobre su vida familiar. La religión no es en absoluto un nexo de la sociedad» (Biglietto Speech, texto de agradecimiento a la congratulación del protocolo por la entrega del capelo cardenalicio concedido por León XIII en mayo de 1879).

Su denuncia y su grito de alarma, que una y otra vez reiteró, encontraron una aplicación práctica en los instrumentos de contraataque. Así es como con clarividencia se dirige al laicado. En sus Lectures on the Present Position of Catholics in England -Lecturas sobre la Actual Postura de los Católicos en Inglaterra- se centra en hacer algunas consideraciones sobre los laicos católicos, porque comprende que el futuro de la Iglesia en Inglaterra – pero hoy también en otros países europeos antaño católicos- depende de la preparación de un terreno espiritual, cultural y cívico; se trata de un trabajo paciente y coordinado, que él confía de un modo particular a los laicos.

Afirma en las Lectures, fundamentándose en las enseñanzas bíblicas que «Hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar, el tiempo para hablar ha llegado». Desea un laicado que no sea arrogante, ni precipitado en el hablar, que no sea polémico sino compuesto de hombres que conozcan la propia religión; no católicos improvisados e ignorantes sobre los dogmas y las enseñanzas de la Iglesia, sino que sean tan penetrantes en la fe para saber perfectamente donde están, conocer aquello que profesan y que no profesan, que conozcan también la propia fe para ser capaces de explicarla y que posean un conocimiento histórico suficiente para defenderlo.

Quiere colocar en el campo no a un laicado improvisado, descoordinado y superficial, quizás lleno de buena voluntad, pero sin base cognitiva. Razón y fe unidas e inseparables para explicar lo que es creer y que es la Iglesia Católica.

Él quiere un laicado inteligente que se coloque al servicio de la Fe y de la Iglesia con rectitud y sin soberbia. «Deseo un laicado educado y bien instruido. No niego que ya lo sea, pero pretendo ser severo e incluso, como dicen algunos, excederme en mis exigencias. Deseo que crezca vuestro conocimiento y que cultivéis vuestra razón, que sintáis bien la relación de una palabra con la otra, que aprendáis a ver las cosas como son y que comprendáis como actúan recíprocamente la razón y la fe, cuáles son los fundamentos y los principios del Catolicismo y donde se encuentra la incoherencia y el principal absurdo de la teoría protestante» y del liberalismo.

Ningún católico, en Inglaterra, hasta entonces, había escuchado tal programa de enseñanza y de catequesis y estaba claro que el P. Newman deseaba colocar las bases de un apostolado intelectual. Él dio coordinadas y responsabilidades precisas, afirmando que en cada época el laicado ha sido la medida del espíritu católico, mostrando el modelo del obrar de los laicos de tres siglos antes, cuando la Iglesia de Irlanda fuera precisamente salvada por los laicos, que la traicionaron en Inglaterra.

Afirma sin ambigüedad: «Nuestros dirigente fueron fieles [pensemos en Santo Tomás Moro, mártir (1478-1535) ndr] pero nuestro pueblo fue cobarde. Debéis ser capaces de expresar aquello que sentís y aquello que pretendéis, además de sentirlo y exigirlo; capaces también de llevar al conocimiento de otros la ficción y la falacia de vuestros adversarios; y capaces de responder a las acusaciones contra la Iglesia para satisfacción, no de los fanáticos, sino de los hombres de sentido común…».

Hombre concreto, llevaba a la práctica aquello que pensaba, por lo que en la primavera de 1851, frente al Oratorio, comenzó las actividades de la asociación laical por él ideada y proyectada. A ella adhirieron hombres jóvenes, donde eran formados intelectual y doctrinalmente de forma que pudieran asumir su propia responsabilidad católica en las iniciativas temporales. La asociación, una iniciativa no eclesiástica, invitaba a conferencistas tanto del Clero como del laicado.

La serie de conferencias, en el Corn Exchange de Birmingham, fue publicada en septiembre de 1851 con el título de las citadas Lectures on the Present Position of Catholics in England y Newman dedicó la obra al irlandés Paul Cullen, Arzobispo de Armagh, conocido suyo. El 12 de noviembre de 1851, precisamente a petición de Cullen, el Padre Newman es nombrado primer Rector de la neo Universidad Católica irlandesa, cargo que ocupó hasta fines de 1857.

Aceptó el cargo más por razones religiosas que pedagógicas: pensaba, de hecho, que Irlanda era el lugar idóneo para intentar la difícil aventura de fundar y conducir un Ateneo católico. Sin embargo tuvo prestigiosos adversarios en el interior del Episcopado irlandés, porque algunos desconfiaban de aquel inglés convertido y no querían tener un intruso en su propio país.

Dejó escrito el Arzobispo Cullen al monje benedictino Bernard Smith en octubre de 1851: «Algunos obispos se oponen a este nombramiento, pero no tenemos en Irlanda una persona idónea. Newman equivale él solo a un ejército. Sus últimas conferencias inflingieron un duro golpe al protestantismo… Tenemos una gran carencia de hombres. No disponemos de laicos católicos cultos».

Y hoy, ¿cuál es el estado de la fe y de la cultura de los católicos cultos?

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