Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Francisco y la Modernidad

Juan XXIII

1º) Juan XXIII, en el Discurso de apertura del Concilio (11 de octubre de 1962), dijo: “hieren a veces el oído sugerencias de personas […] que en los tiempos modernos no ven sino prevaricación y ruina, van diciendo que nuestra edad, comparada con las pasadas, ha ido empeorando. […]. A Nos parece deber disentir de estos profetas de desventura [1], que anuncian siempre eventos infaustos […]. Siempre la Iglesia se ha opuesto a los errores, a menudo los ha condenado con la máxima severidad. Ahora, sin embargo, la esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la severidad. […]. No ya que falten doctrinas falaces […], sino que ahora parece que los hombres de hoy son propensos a condenarlas por sí mismos” (Enchiridion Vaticanum, Documenti. El Concilio Vaticano II, EDB, Bolonia, IX ed., 1971, p [39] y p. [47]).

Respondemos:

a) “Los tiempos modernos” comienzan con Descartes para la filosofía, Lutero para la religión y Rousseau para la política y sus sistemas están en ruptura con la Tradición apostólica, la patrística, la escolástica y el dogma católico. En efecto, la modernidad está caracterizada por el subjetivismo sea en filosofía: “Pienso luego existo” es la vía abierta por Descartes al idealismo, para el cual es el sujeto el que crea la realidad; sea en la religión: libre examen de la Escritura sin la interpretación de los Padres y del Magisterio y relación directa del hombre con Dios sin mediadores (Lutero: “sola Scriptura”, “solus Christus”); sea en política: el hombre no es un animal social por naturaleza, antes bien camina solo, y por tanto es el hombre el que crea la sociedad civil y temporal mediante el “pacto social”.

El subjetivismo de la modernidad, uniéndose a la doctrina cristiana, la transforma, la vacía desde dentro, la convierte en un producto del intelecto humano o del subconsciente y no ya una Revelación divina real y objetiva a la cual se tiene el deber de asentir.

La afirmación de Juan XXIII coincide con la esencia del modernismo así como la describe San Pío X en la Encíclica Pascendi (8 de septiembre de 1907): el connubio entre el idealismo filosófico de la modernidad y la doctrina católica, que se convertiría así en un producto del pensamiento o del sentimiento humano.

b) Si “siempre la Iglesia se ha opuesto a los errores, a menudo los ha condenado con la máxima severidad” “y sin embargo ahora la esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la severidad”, esto significa que se prefiere ir contra la doctrina y la práctica constante de la Iglesia (cfr. Pío IX, Tuas libenter, 1863).

c) Además el error se combate con justicia y misericordia y no se pueden separar estas dos virtudes, que son correlativas y se desarrollan juntas. “Ubi veritas et justitia ibi caritas”. Querer usar sólo la misericordia significa dividir la conexión entre las virtudes, que crecen todas juntas y en armonía, como el cuerpo de un niño que crece y se convierte en hombre. No se puede caminar con una sola pierna.

d) “Ahora parece que los hombres de hoy son propensos a condenar las doctrinas falaces por sí mismos”. No es verdad y la historia de estos últimos cincuenta años lo confirma; los errores se han multiplicado. A causa del pecado original el hombre tiende más fácilmente al mal y al error. Por tanto, no se puede afirmar que el hombre contemporáneo es maduro para discernir la verdad del error, para condenar el segundo y abrazar la primera, nadando contracorriente. Esta frase del papa Juan, al menos implícitamente niega el pecado original y sus heridas, especialmente la malicia de la voluntad y la ofuscación de la inteligencia. Por tanto, esta frase es signo también de ruptura con la doctrina y la práctica bimilenaria de la Iglesia infalibles también ellas.

* * *

Pablo VI

2º) Pablo VI, en el Discurso de apertura del 2º período del Concilio (29 de septiembre de 1963), dijo: “El Concilio intentará lanzar un puente hacia el mundo contemporáneo. […]. Sépalo el mundo: la Iglesia mira hacia él con profunda comprensión, con sincera admiración y con sincero propósito no de conquistarlo, sino de valorarlo; no de condenarlo, sino de confortarlo” (Enchiridion Vaticanum, Documenti. Il Concilio Vaticano II, EDB, Bolonia, IX ed., 1971, p. [109].

Respondemos:

a) “Lanzar un puente entre el catolicismo y el mundo contemporáneo…”, que está caracterizado por el nihilismo filosófico más radical todavía que el idealismo subjetivista, equivale a abrir las puertas de una ciudad asediada al enemigo, que inevitablemente entrará en ella y la destruirá. El pensamiento de Pablo VI peca o de optimismo exagerado o de connivencia con el enemigo.

b) “La Iglesia mira hacia el mundo contemporáneo con profunda comprensión, con sincera admiración”.

La filosofía del mundo contemporáneo es el nihilismo metafísico, que querría aniquilar a Dios, el ser, la realidad, la moral y la lógica racional. Por ello es imposible para el católico mirarlo con admiración. Esta frase de Pablo VI es más radical todavía que la de Juan XXIII. El papa Montini admira el mundo contemporáneo y construyó realmente un puente para que este pudiera entrar en la Iglesia, pero el resultado de estos 50 años de neo-modernismo ha sido catastrófico: la alteración de la doctrina dogmático/moral, de la liturgia y el paso de muchos católicos a otras confesiones religiosas.

3º) Todavía Pablo VI en la Homilía de la novena sesión del Concilio (7 de diciembre de 1965) dijo: “La religión de Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado con la religión (porque tal es) del hombre que se hace Dios. ¿Qué ha sucedido? ¿Un encuentro, una lucha, un anatema? Podía ser, pero no ha sucedido. La antigua historia del Samaritano ha sido el paradigma de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha impregnado. […]. Dadle mérito en esto al menos, vosotros humanistas modernos, que habéis renunciado a la Trascendencia de las cosas supremas, y reconoceréis nuestro nuevo humanismo: ¡nosotros también, nosotros más que todos, somos los cultores del hombre! […]. Una corriente de afecto y de admiración ha sido vertida por el Concilio sobre el mundo humano moderno. […]. En vez de deprimentes diagnósticos, alentadores remedios; en vez de funestos presagios, mensajes de confianza han salido del Concilio hacia el mundo contemporáneo: sus valores han sido no solamente respetados, sino honrados, sus esfuerzos sostenidos, sus aspiraciones purificadas y bendecidas.” (Enchiridion Vaticanum, Documenti. Il Concilio Vaticano II, EDB, Bolonia, IX ed., 1971, p. 282/283]).

Respondemos:

a) “La religión de Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado con la religión del hombre que se hace Dios”: la filosofía panteísta del super-hombre, que ha “matado” a Dios y ha pensado ocupar su lugar: todo esto ha suscitado la profunda simpatía del papa Montini. Estamos ahora ante el nihilismo eclesial que querría destruir la Iglesia y poner al hombre en su lugar.

b) Pablo VI declara ser, más que nadie, “cultor del hombre”, pero la religión católica adora a Dios y no al hombre. También aquí nos encontramos en pleno panteísmo, en la coincidentia oppositorum espinozana y en la dialéctica de la contradicción (tesis, antítesis y síntesis) de Hegel.

El culto del hombre que se hace Dios no puede no hacer pensar en el pecado de Lucifer, que fue precipitado del cielo al infierno por haber querido ser igual a Dios. En efecto, San Pío X en su primera Encíclica, E supremi apostolatus cathedra (4 de octubre de 1903), se preguntaba si el Anticristo final no estuviese ya presente entre nosotros porque la característica de la modernidad y del modernismo es precisamente el culto del hombre.

4º) Siempre Pablo VI dijo que la Iglesia contemporánea va buscando “algunos puntos de convergencia entre el pensamiento de la Iglesia y la mentalidad característica de nuestro tiempo” (L’Osservatore Romano, 25 de julio de 1974).

Respondemos:

a) Pablo VI reafirma su voluntad de hacer converger el pensamiento de la Iglesia y el pensamiento contemporáneo impregnado no sólo de idealismo, sino incluso de nihilismo. San Pío X definió el modernismo como el espurio connubio entre catolicismo y filosofía moderna. Montini va más allá del modernismo clásico filo-idealista y abraza la filosofía contemporánea de la “muerte de Dios” (Nietzsche).

* * *

Juan Pablo II

5º) Juan Pablo II afirma en su primera Encíclica, Redemptor hominis (1979), n. 9: “Dios en El [Cristo] se acerca a todo hombre dándole el tres veces Santo Espíritu de Verdad” y también en Redemptor hominis n. 11: “La dignidad que todo hombre ha alcanzado en Cristo es esta: la dignidad de la adopción divina”. Siempre en Redemptor hominis n. 13: “no se trata de un hombre abstracto, sino real, concreto, histórico, se trata de cada hombre, porque […] con cada uno Cristo se ha unido para siempre […]. El hombre -sin excepción alguna- ha sido redimido por Cristo, porque, con el hombre -cada uno sin excepción alguna- Cristo está de alguna manera unido, aun cuando el hombre no sea consciente de ello […] misterio [de la redención] del cual se convierte en partícipe cada uno de los cuatro mil millones de hombres que viven en nuestro planeta, desde el momento en que es concebido bajo el corazón de la madre”.

Respondemos:

a) El Verbo se ha unido a su naturaleza humana individual y no a toda la naturaleza humana en general. Por lo que no todos los hombres tienen la gracia santificante y están unidos sobrenaturalmente a Jesús. Juan Pablo II yerra gravemente cuando afirma la unión y la salvación para todos por el hecho de que Cristo se ha unido a todo hombre, más aún -como veremos- a cada ser. Nos encontramos en pleno pan-cristismo teilhardiano.

6º) En su segunda Encíclica, Dives in misericordia (1980), n. 1, Juan Pablo II afirma: “Mientras que las diversas corrientes del pensamiento humano en el pasado y en el presente han sido y continúan siendo propensas a dividir e incluso a contraponer el teocentrismo con el antropocentrismo, la Iglesia [conciliar, ndr] […] intenta unirlos […] de manera orgánica y profunda. Y este es uno de los puntos fundamentales, y quizá el más importante, del magisterio del último Concilio”.

Respondemos:

 a) Juan Pablo II vuelve a tomar y desarrolla la frase de Pablo VI sobre “el hombre que se hace Dios y el Dios que se hace hombre” y como Pablo VI quiere conciliar lo inconciliable: el antropocentrismo y el teocentrismo. Dios y el hombre serían una sola cosa y, por tanto, antropocentrismo y teocentrismo se concilian: he aquí el “culto del hombre” del que hablaba Pablo VI. Esta doctrina es juzgada por Juan Pablo II como el punto más importante del Vaticano II o, al menos, como uno de los puntos fundamentales de su magisterio (pastoral). Ella es, sin embargo, ciertamente el hilo conductor de la doctrina neo-modernista a partir de Juan XXIII hasta Francisco.

7º) En su tercera Encíclica, Dominum et vivificantem (1986), n. 50, Juan Pablo II escribe: “Et Verbum caro factum est. El Verbo se ha unido a toda carne [creatura], especialmente al hombre, este es el alcance cósmico  de la redención. Dios es inmanente al mundo y lo vivifica desde dentro. […] La Encarnación del Hijo de Dios significa la asunción a la unidad con Dios no sólo de la naturaleza humana sino en ella, en un cierto sentido, de todo aquello que es carne: de… todo el mundo visible y material […]. El Engendrado antes de toda creatura, encarnándose… se une, de alguna manera con la entera realidad del hombre […] y, en ella, con toda carne, con toda la creación”.

Respondemos:

a) Esta es una verdadera y propia profesión de panteísmo. El Verbo se habría unido no solo a todo hombre, sino al mundo entero. Dios -es verdad- está presente en todas partes porque es infinito, pero no es el alma que vivifica el mundo desde dentro.

El Cristo cósmico de Teilhard de Chardin es vuelto a tomar por Juan Pablo II, que lo declara el punto más importante del Concilio. En efecto el “espíritu” del Vaticano II está afectado por el pensamiento de Teilhard de Chardin, desde Juan XXIII a Francisco, pasando por Juan Pablo II, que ha hecho del  pan-cristismo su caballo de batalla.

8º) Karol Wojtyla en 1976, siendo ya cardenal, predicando un retiro espiritual a Pablo VI y a sus colaboradores, publicado en italiano bajo el título Segno di contraddizione. Meditazioni (Milán, Vita e Pensiero, 1977) [Ed. en castellano: Signo de contradicción. Meditaciones (Madrid, BAC, 1978)], inicia la meditación “Cristo desvela plenamente el hombre al hombre” (cap. XII, pp. 114-122) con Gaudium et spes, n. 22, afirmando: “el texto conciliar, aplicando a su vez la categoría del misterio al hombre, explica el carácter antropológico o incluso antropocéntrico de la Revelación ofrecida a los hombres por Cristo. Esta Revelación está concentrada en el hombre […]. El Hijo de Dios, a través de su Encarnación, se ha unido a todo hombre, se ha convertido -como Hombre- en uno de nosotros. […]. He aquí los puntos centrales a los que se podría reducir la enseñanza conciliar sobre el hombre y sobre su misterio” (pp. 115-116).

Respondemos:

Este es el jugo concentrado de los textos del Vaticano II: culto del hombre, panteísmo inmanentista y antropocentrismo idolátrico. Es siempre el mismo error aunque presentado de manera algo diferente: la Revelación “está concentrada en el hombre”, tiene una carácter antropocéntrico, el hombre está en el centro de todo, es “l’asso piglia tutto” [juego de cartas italiano en el que, cuando uno echa un as, gana todo lo que hay en el banco, ndt], como decía el p. Cornelio Fabro. Dios está unido al hombre no por la gracia santificante, sino por el hecho de que Dios y el cosmos coinciden. Este inmanentismo panteísta es una de las características peculiares del Vaticano II: “Dios es inmanente al mundo y lo vivifica desde dentro”.

* * *

Francisco

9º) Francisco respondió a Eugenio Scalfari: “El Vaticano II, inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Desde entonces se hizo muy poco en aquella dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de quererlo hacer.” (República, 1 de octubre de 2013, p. 3).

Respondemos:

Francisco supera claramente a Juan XXIII y a Pablo VI. En efecto, según él, el Concilio Vaticano II se ha detenido a mitad de camino en el diálogo con la modernidad y post-modernidad. Por tanto, afirma que será él quien llegará a las conclusiones extremas. ¡Y se ha visto! El modernismo ha revolucionado la doctrina cristiana también en campo moral: sí a la comunión a los divorciados vueltos a casar (cfr. Exhortación Amoris laetitia, 19 de marzo de 2016), la cual, como ha dicho el cardenal Müller, ataca a tres sacramentos: el Matrimonio, porque acepta prácticamente el divorcio, eliminando la indisolubilidad del matrimonio; la Confesión, porque se debería absolver sacramentalmente a quien no está arrepentido y continúa viviendo en estado de pecado grave; la Eucaristía, porque se podría dar la Comunión también a los divorciados así llamados vueltos a casar que no están en gracia de Dios.

Por lo que respecta a las “diaconisas”, la propuesta de Francisco daña el sacramento del Orden sagrado.

Conclusión

Desde Juan XXIII hasta Francisco nos hemos abierto al mundo. Francisco no es el único ni el primero que lo ha hecho. Las frases citadas arriba nos hacen comprender que hay un hilo conductor, el cual une a los Papas del Concilio Vaticano II y del post-concilio. La única diferencia entre ellos es la velocidad, que en Francisco ha llegado al culmen, pero la apertura a la modernidad es común a todos los Papas del Concilio y del post-concilio.

Todo esto nos hace pensar que, llegados a este punto, sólo una intervención especial divina podrá volver a poner las cosas en su sitio. En efecto, el morbo modernista no sólo ha penetrado en la Iglesia, sino que ha llegado a su vértice. Ahora bien, por encima del Papa está solamente Dios y, como los artífices de la teología neo-modernista han sido cuatro Papas: Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Francisco, sólo Dios puede detener la avalancha de errores que ha caído sobre el mundo eclesial a partir de 1959.

sí sí no no

(Traducido por Marianus el Eremeita)

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[1] Se advierta que en el Antiguo Testamento los Profetas eran enviados por Dios para anunciar calamidades y castigos cuando Israel abandonaba el monoteísmo. Por tanto, los santos Profetas vetero-testamentarios eran “profetas de desventura” por voluntad y orden de Dios.

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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