De la compasión de Cristo llagado como leproso por nosotros

Para el viernes de la decimotercera semana

Este día de pasión meditarás la que pasó el Redentor del mundo por ti, según las palabras de Isaías que dicen: nosotros le vimos y juzgamos como leproso y herido de Dios y humillado; pero él fue llagado por nuestras maldades y atrito por nuestras pecados: sobre él cayeron los azotes de nuestra paz, y con el bien de su sangre alcanzarás toda entera salud.

PUNTO PRIMERO. Ponte delante de los ojos a Cristo nuestro Redentor como le pinta Isaías, llagado de pies a cabeza como leproso, despreciado y denostado de todos, humillado con sus afrentas, embestido por todas partes de dolores, así en lo interior como en lo exterior, solo, perseguido, olvidado, desechado como lo eran los leprosos en la antigüedad: contémplale de esta suerte, y que callando te llama a que tengas compasión de él; tantas bocas tiene como llagas, y tantas voces te da cuantos son los dolores que padece, con las cuales te dice: miseremini mei, saltem vos amici mei. Tened misericordia de mí, siquiera vosotros mis amigos: mira si lo eres de Cristo y qué le has de responder a esta voz; contempla despacio lo que padece y la soledad que tiene; y pues él se compadeció de los leprosos, compadécete tú de él y acompáñale en su soledad, cuando todos le desamparan; ofrécete a sus pies para servirle y acompañarle eternamente.

Punto II. Considera lo que dice Isaías, que fue herido de Dios por nuestros pecados; y así dice que le vio como leproso, no leproso, porque no le tocó la lepra de la culpa; pero tomó sobre sí la pena, y apareció con las llagas y dolores que nosotros merecíamos y habíamos de llevar. ¡Oh Redentor mío! ¿Con qué palabras agradeceré yo tan señalada merced? Vos tomasteis la enfermedad que yo había de pasar, y la lepra que había de tener, y padecisteis los dolores que yo había de padecer; yo pequé y vos hicisteis la penitencia por mis pecados: bendito, alabado y glorificado seáis por todos los siglos de los siglos. Amen.

Punto III. Medita aquellas palabras: sobre él descargó la disciplina de nuestra paz y los azotes que habían de caer sobre nosotros; porque con su castigo y penitencia se dio el Padre por satisfecho y perdió la saña que tenía contra nosotros, y nos recibió en su paz y en su amistad. Mira y contempla lo que costó reconciliarte con Dios, y con cuánto gusto padeció el dulce Jesús una suma tan grande de dolores, por ganarte la paz y la amistad de Dios. Reconoce el valor de esta margarita por la grandeza del precio que dio el Redentor por ella; y habiéndole agradecido tan subida merced, ponte a pensar qué debes ofrecer tú por no perderla. Considera su valor y por cuán bajo precio la has dado muchas veces, trocándola por un momentáneo y vil deleite, por una palabra de ira, por un pensamiento de venganza y por un interés humano, cosas todas de ningún valor. ¡Oh Señor y qué ciego he vivido! Pésame de haberos ofendido y haber estimado en tan poco la joya preciosa de la amistad divina que vos me comprasteis con el precio de vuestra sangre: yo propongo de enmendarme, y morir millares de muertes antes que volverla a perder, ni dar ocasión de que padezcáis vos por mí.

Punto IV. Medita las últimas palabras de Isaías que propusimos: con el licor de su sangre alcanzamos salud. Todos estábamos enfermos y leprosos, y este mansísimo Cordero ofreció el baño de su sangre para sanarnos de la culpa: pues si amor con amor se paga y medicina con medicina, e Isaías testificó que le vio como herido de lepra, ofrece tú la sangre de tus Venas para curar a quien te curó, y las telas de tu corazón para limpiar a quien te limpió, y tu alma y tu vida por la suya , y no cese tu lengua de alabarle, tu corazón de amarle y tu entendimiento de contemplarle y todo tu de servirle: ofrécete todo a él; como él se da todo por ti; considera cuán enfermo estuvieras, si Cristo no te hubiera curado, y cuán costosa medicina tedió para tu salud y agradécela eternamente.

Padre Alonso de Andrade S.J

Meditación
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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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