LA CRISIS EN LA IGLESIA SEGÚN PABLO VI Y JUAN PABLO II

Frente a los eternos optimistas que niegan crisis alguna tras el Concilio y que sólo ven en los abusos y herejías un permanente florecer de la Iglesia, es oportuno recordar la visión de Pablo VI y Juan Pablo II -podrían traerse también muchas citas de Benedicto XVI- sobre la existencia de dicha crisis con tintes realmente preocupantes.

Pablo VI en el discurso al Seminario lombardo en Roma del 7 de diciembre de 1968 dijo que «la Iglesia se encuentra en una hora inquieta de autocrítica o, mejor dicho, de auto demolición. Es como una inversión aguda y compleja que nadie se habría esperado después del Concilio. La Iglesia está prácticamente golpeándose a sí misma».

El 30 de junio de 1972,  el Papa afirmaba tener la sensación de que «por alguna rendija se ha introducido el humo de Satanás en el templo de Dios». Y proseguía: «También en la Iglesia reina este estado de incertidumbre. Se creyó que después del Concilio vendría una jornada de sol para la historia de la Iglesia. Ha llegado, sin embargo, una jornada de nubes, de tempestad, de oscuridad». 

En el discurso del, 18 de tulio de 1975 «¡Basta con la disensión dentro de la Iglesia! ¡Basta con una disgregadora interpretación del pluralismo! ¡Basta con la lesión que los mismos católicos infligen a su indispensable cohesión! ¡Basta con la desobediencia calificada de libertad!».

Esta desorientación continúa siendo atestiguada por sus sucesores. Juan Pablo II, con ocasión de un congreso para las Misiones populares, describió en estos términos la situación de la Iglesia (OR, 7 febrero 1981): «Es necesario admitir con realismo, y con profunda y atormentada sensibilidad, que los cristianos hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos, e incluso desilusionados; se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre; se han propalado verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones; se ha manipulado incluso la liturgia; inmersos en el relativismo intelectual y moral, y por esto en el permisivismo, los cristianos se ven tentados por el ateísmo, el agnosticismo, el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva».

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