Eunto primero. Considera que todo el acierto de la buena elección consiste en tomar los medios proporcionados para el fin que se pretende, como el que desea ser gran letrado o gran soldado, que elige los medios que más le han de ayudar para alcanzar este intento. Si la elección de los medios no fuese proporcionada al fin que pretende, sería frustrado todo su trabajo, y así te volverías indiferente en la elección de estado, siendo esta decisión tan importante para tomarlo; sin el respeto ni la pasión humana que más te han de ayudar al fin que pretendes. En necesario pedirle a Dios luz para conocerle y abrazarle con todo afecto, resolución, y voluntad.
Punto II. Considera el fin para el cual Dios te crió, y al que has de enderezar tu estado, que es para servirle en esta vida y gozarle en la otra. Este es el blanco al que debes mirar en esta elección desapasiona y conforme a él, mirar delante de Dios tu condición, inclinación, fuerzas, pasiones, y vocación. ¿En cuál estado tendrías más aptitud para servir a Dios y menos ocasiones de ofenderle? ¿En cuál estado tendrías más medios proporcionados a tus fuerzas para agradarle y alcanzar la perfección? Piensa con cristiana prudencia el estado que más te conviene, y aunque parezca áspero y difícil, elígele con valor y confianza en Dios, que te dará su gracia para él, posponiendo todos los elementos humanos de comodidad, regalo, hacienda, y honra de este siglo, que no ayudan sino impiden para servir a Dios.
Punto III. Para tener más luz en esta elección y vocación divina, piensa delante de Dios qué estado quisieras haber tenido en la hora de la muerte, cuando estés para salir de este mundo. Piensa dónde has de dejar todo lo que hubieres adquirido. Ponte en el tribunal de Cristo dando cuenta de tu vida. Acabada esta vida mortal y empezando la eterna, mira en aquel trance qué estado eligieras, si te fuera concedido, y cuál quisieras haber tenido entonces, y no desprecies la luz que Dios te diere, ni te hagas sordo a sus voces para que Dios, entonces, no se haga sordo a las tuyas.
Punto IV. Ponderadas, pensadas, y pesadas todas estas razones con justísimas balanzas has de hacer la elección con toda resolución de morir en el estado que eligieras y luego, postrado delante de la Divina Majestad, ofrécele tu elección y el estado que tomaras para su santo servicio y pídele afectuosamente gracia para cumplir tu propósito y las obligaciones de tu estado. Y luego con la divina gracia, procede a la ejecución y entra con denuedo y fervor a trabajar en la viña del Señor.
Padre Alonso de Andrade, S.J