Meditación para el lunes veintitrés
PUNTO PRIMERO. Considera en esta hija de este príncipe difunta a tu alma, hija del príncipe de los cielos, difunta con la muerte del pecado: y pondera el sentimiento que tuvo este padre de la muerte de su hija, y las diligencias que hizo por ella, y el poco que tienes tú de la muerte de tu alma, y cómo no haces diligencias por resucitarla: mira despacio cómo por darte a gustos y pasatiempos has perdido la vida de la gracia, y tu alma está muerta, y todos la lloran, sino tú que debieras llorarla más que todos , y la dejas en poder de la muerte a que se llene de gusanos y podredumbre de vicios, por no acudir a Dios y pedirle que la restituya a la vida, como a la hija de este príncipe: abre los ojos y reconoce tu daño: llora tu pérdida y busca al Señor: arrójate a sus pies y pídele con lágrimas la vida de tu alma con toda la confianza de que te la dará, como se la dio a esta difunta.
PUNTO II. Considera cómo este príncipe pospuso todos los pundonores del siglo a la vida de su hija, viniendo él mismo en persona a buscar a Cristo, y arrojándose a sus pies delante de todo el pueblo, adorándole y pidiéndole el que era adorado, buscado y pedido por todos; y aprende a posponer todos los pundonores y estimación del mundo a la salud de tu alma y al aprovechamiento de tu espíritu; pisano el qué dirán, y los juicios y dichos de los hombres por el servicio de Dios, como lo hizo David cuando fue danzando delante del Arca del Testamento, no haciendo caso de los desprecios del pueblo y de la murmuración de su mujer Michol: atiende a lo que Dios y sus santos, que juzgan las cosas rectamente, y no hagas caudal de los dichos de hombre, que todos son vanos y mentirosos.
PUNTO III. Considera cómo llego Cristo a la casa del príncipe, y echó la turba que llevaba y la gente que lamentaba a la difunta, para darla la vida: en que nos enseñó que es necesario apartar el bullicio de la gente, y dar de mano a los negocios seglares, y retirarse con Dios a solas para recobrar la vida del alma. Pondera lo que pierdes en los negocios exteriores, y cuántas caídas te han ocasionado los negocios del siglo, y las turbas y concursos de la gente, y apártate de lo que te aparta de Dios, despide estas ocupaciones, y retírate con Cristo a la soledad de la oración y del silencio, si quieres recuperar la vida de tu alma.
PUNTO IV. Considera cómo Cristo tomó a la difunta de la mano, y como quien la despierta del sueño, la restituyó a la vida: en que nos enseñó el medio con que el alma ha de resucitar de la muerte del pecado a la vida de la gracia, que es dándonos Dios su mano por sus auxilios y gracias, y dándosela nosotros con nuestras obras, cooperando con ellas y correspondiendo a sus favores. ¡Oh alma mía! Medita y considera cuántas veces ha extendido Dios su mano para resucitarte, dándote sus auxilios y gracias, llamándote a su servicio, y tú no has extendido la tuya, sino antes retirándola de su Divina Majestad a los vicios: llora tu ingratitud, vuelve sobre ti y ten piedad de ti, aplacando a Dios: extiende tus manos, levántalas a Dios, clamando a su Majestad, y juntamente obrando en su servicio; pídele que te mire y te visite como a esta difunta, que se apiade de ti, y extienda su mano y te tenga de la suya, para que cobres la vida que perdiste, y resucites a nuevas costumbres, y perseveres en su servicio.
Padre Alonso de Andrade, S.J