El que busca la paz en las criaturas no la encontrará; porque todas las criaturas no son capaces de contentar a un corazón. Dios ha creado al hombre para sí solo, y Dios es un bien infinito: él solo pues, puede contentarlo. Por esto muchos hombres, aunque colmados de honores, de riquezas y de placeres, no están nunca contentos; van siempre tras de más honores, más riquezas, más placeres, y por más que reciben siempre están inquietos. Ni un solo día pueden gozar de verdadera paz.
Ten tu deleite en el Señor, y te otorgará las peticiones de tu corazón.Cuando el hombre pone todo su gozo en el Señor y no busca más que a él, el Señor tiene cuida lo de llenar todas las exigencias de su corazón, y lo llevará al feliz estado de aquellas almas que no tienen más deseo que agradar a Dios.
Locos son los que dicen: feliz el que puede gastar cuanto quiere, el que puede mandar en los demás y disfrutar de las diversiones que le placen. ¡Qué locura! Sólo es feliz el que ama a Dios, para quien sólo Dios basta.
La experiencia acredita que tantos grandes personajes, considerados felices por las gentes del mundo, en medio de toda la pompa que les rodea, llevan una vida miserable y jamás gozan de tranquilidad.
¿Pero cómo es que tantos poderosos, tantos príncipes y potentados no pueden hallar la paz en el seno de la abundancia de los bienes del mundo?¿Y cómo al contrario, tantos religiosos encerrados en una celda, pobres, oscuros, viven tan contentos? ¿De dónde nace que tantos anacoretas, solos en un desierto o en una gruta, atormentados por el frío y por el hambre rebosaban de alegría? Nace de que los tales no miraban más que a Dios, y Dios los consolaba: La paz de Dios que sobrepuja todo sentido. ¡Ah! La paz que prodiga el Señor a los que le aman, aventaja a todas las delicias que puede ofrecer el mundo: Gustad y ved cuán suave es el Señor. ¡Oh mundanos! exclama el Profeta, ¿por qué despreciáis la vida de los santos sin haberla nunca conocido? Probadla una vez, abandonad el mundo, entregaos a Dios; y veréis entonces si los consuelos de que os colmará, no valen más que todas las grandezas y delicias de este mundo.
Verdad es que los mismos santos sufren grandes tribulaciones en esta vida; pero se resignan a la voluntad divina y no pierden jamás la paz. Los amigos del mundo ahora están alegres, ahora tristes, más por lo común viven inquietos y agitados; pero los amigos de Dios se hacen superiores a las adversidades y vicisitudes de este mundo, y de ese modo pasan sus días en uniforme tranquilidad. El cardenal Petrucci, describe así la tranquilidad del justo:“Esta alma contempla a los demás afanados en dejar y volver a tomar diferentes situaciones; pero ella, inmóvil en su centro, unida enteramente a Dios, ella no cambia, no necesita cambiar.”
El que quiere estar siempre unido a Dios y gozar de paz continua, es menester que destierre del corazón todo lo que no es Dios; es necesario morir para las cosas del mundo. Dios mío, dadme fuerza para romper todos los vínculos que me atan a la tierra; haced que solamente os ame a vos.
¡Dichoso aquel a quien Dios basta! Señor, concededme la gracia de que yo no busque otra cosa más que a vos, que no piense más que en agradaros. Renuncio a todos los placeres de la tierra por vuestro amor, hasta a las consolaciones espirituales: no deseo más que hacer vuestra voluntad, y agradaros.
¡Oh Virgen María, Madre de Dios, recomendadme a vuestro hijo que nada os niega!
“SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO”