Meditación para el miércoles diecinueve
Punto Primero. Considera con Orígenes, citado por santo Tomás, que estas bodas de que habla Cristo en el evangelio son las que el Eterno Padre previno y celebró de su Santísimo Hijo Jesucristo con el alma del justo, y en particular con la tuya, a quien se dignó de tomar por esposa suya, y a estas convida a todas las criaturas del cielo y de la tierra que vengan a celebrarla; tanto es el gozo que tiene de la unión y conformidad de tu alma con su Santísimo Hijo. Pondera lo primero acerca de esto, quien se desposa y con quien, porque el desposado es Dios, hijo del Eterno Padre, con quien se desposa es con tu alma, criatura suya, su hechura y su esclava, a quien crio para que le sirviese, y es tanta su benignidad y amor, que no dudo de levantarla de tan bajo y vil estado al más alto y excelente, que es ser esposa suya. Pondera la merced herrada y vil de su casa si la tomara por esposa y de esclava a levantar a ser reina y señora de todos; y que agradecimiento debería tener esta tal a quien tan señalada merced le había hecho, pues esta es la que Dios te ha hecho a ti, que haciendo nacido con la S, y clavo de la culpa, esclavo herrado por el pecado, ha tomado tu alma por esposa, y llevándola del ser de esclava, al de reina y señora por ser esposa suya; mira que agradecimiento le debes, y como has de servir a quien tal merced te ha hecho, y dale infinitas gracias y pide a todas las criaturas del cielo y de la tierra que vengan a dárselas y suplan lo que a ti te falta.
Punto II. Considera la entrega que hay en las bodas, y la obligación por el vínculo de matrimonio; y que por el que tu alma celebra con Cristo ya no has de ser tuyo, sino todo suyo, sin reservar cosa de ti para ti; de Dios ha de ser tu alma, tu entendimiento, tu memoria, tu voluntad, tus potencias y todos tus apetitos, sin amar, ni querer, ni poseer, ni tener cosa alguna de la tierra, sino a Dios; suyo a de ser tu corazón, y en él se ha de emplear todo sin dividirse en cosa criada; porque no es fiel esposa la que ama a otro que a su esposo, a quien se entregó. ¡Oh alma mía! Considera la merced que Dios te ha hecho y la obligación en que te ha puesto, y cuan mal la cumples, y arrójate a sus pies, como adúltera y desconocida y arrójate a sus pies, como adúltera y desconocida a tan alta majestad, y pídele con lágrimas perdón de los yerros pasados, y ofrécete a servirle más que esclava con todas tus fuerzas y de todo tu corazón, entregándote todo a su divino amor.
Punto III. Considera la vestidura nupcial que te pide Dios para estas bodas, que si la pidió a los convidados, mucho más se requiere en la desposada que aquel hace el papel principal; esta ha de ser, como dijimos, la caridad y costumbres del nuevo Adán Cristo, desnudándote de la del viejo hombre, en quien todos pecamos. Carga el peso de la consideración en la mudanza de trato y costumbres en la mudanza de trato y costumbres que tienen las personas que se desposan con los reyes, y mira la mudanza que pide el rey del cielo en ti habiéndote sublimado a esposa suya; ya no es justo que vivas a los fueros de la carne, sino a los del espíritu, ni que sigas tus apetitos y las inclinaciones aviesas del pecado, sino las buenas y santas, como esposa de Cristo; tu esposo es celestial, y tu conversación ha de ser en el cielo, y tus deseos de arriba, sin abatirte a la vilezas de la tierra. ¡oh alma mía! Entra en cuenta contigo y mira cómo has de vivir, y que porte de vida te has de vestir para no disgustar a tu esposo celestial, que cuanto tiene de amoroso tanto tiene de celoso y no quiere que mires ni trates sino es con él.
Punto IV. Considera lo que dice en el evangelio el Salvador, que para estas bodas mato los becerros y las aves, y apercibió todo lo necesario, sin que faltase nada; todo (dice) está apercibido, en que según San Crisóstomo, quiso decir que de su parte no falta nada al alma para servirle, porque él te da su gracia y sus exilios para todo lo que te manda, y de la nuestra debemos degollar, en sacrificio a Dios, los vítulos de nuestras pasiones, y las aves de nuestros pensamientos y deseos que vuelan por el aire y beben el viento de la vanidad del siglo, toma esta lección y pues Dios te hace merced de su parte de prevenirte con su gracia y fortalecerte con sus auxilios para que le sirvas sin que te falte nada, corresponde de la tuya, degollando para estas bodas los apetitos sensuales y todos los deseos desordenados de la carne, con que darás gloria a Dios y goza a los ángeles y santos que celebran tus bodas con fiestas y cánticos celestiales, y te coronarán como la reina desposada con el rey de la gloria, levanta los ojos de la tierra y mira las fiestas que hacen en el cielo por un alma que se desposa con Cristo por el vínculo de la caridad, y la que se hará por ti si aciertas en merced desposarte con Dios. ¡Oh Señor! ¿Cuánto merecí yo tal honra? ¿Cuándo ser vuestra esclava? ¿Cuánto más vuestra esposa? Mil gracias os doy por tan insigne merced, recibidme por vuestra esclava, y dadme gracia para que ame solo a vos, y no me aparte un punto de vuestra voluntad.
Padre Alonso de Andrade, S.J