Meditación XXII
Composición de lugar. Ver a Jesús, manso y humilde de corazón, que te dice: “Ven y sígueme, y hallará paz tu alma.”
Petición. Jesús mío, hacedme la gracia de ser la primera en conoceros y amaros, y haceros conocer y amar.
Punto primero. Nadie puede servir a dos señores, hija mía, y nadie puede vivir si servir a un amo. Jesucristo y Satanás se disputan el reinado de tu corazón… ¿a cual prefieres?… Aquél sin duda cuya voluntad cumples.
Mira la condición de estos dos señores, hija mía… Jesús es el mejor de los reyes…; Satanás el más despótico de todos los tiranos…, Jesús nos ama con infinito amor…; Satanás nos odia con odio infinito. Jesús, rey manso y humilde de corazón, reina en la paz, habita en lugar apacible…; Satanás, rey de los orgullosos e iracundos, reina en la perturbación, y mora en lugar de tinieblas, de horror y desorden… Jesús hace felices a sus servidores en este mundo y en la eternidad…; Satanás los hace desgraciados eternamente, después de haberlos hecho vivir vida infeliz. ¿A cuál de estos dos señores quieres servir?… ¿No es verdad que a Jesús?… Sí, oh Jesús mío, y en prueba de mi elección irrevocable clamaré siempre con toda mi alma, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas; ¡Viva Jesús, y muera el pecado!
Punto segundo. Si escoges, como debes servir a Jesús, que es tu Dios y Redentor, menester es que observes todos sus mandamientos… Jesús ha de reinar en tu entendimiento por la fe: ¿crees todo lo que cree la Santa Iglesia, esposa de Jesús?… Jesús ha de reinar en tu corazón por la caridad: ¿le amas sobre todas las cosas, y éstas las amas por Jesús?… Jesús quiere mandar en tu alma por la paz, ¿vives en paz con Dios… con el prójimo… contigo misma?… Jesús quiere reinar en tu cuerpo por la mortificación: ¿sujetas tus pasiones a la razón, hacer servir los miembros que obraron pecado a la justicia?.. En esto conocerás a qué amo sirves, y si Jesús es el señor de tu corazón.
Punto tercero. ¡Oh mi amado Señor mío Jesucristo! Satanás dice que es mi Señor; el mundo se alaba de que soy esclava suya, el orgullo pretende que soy su secuaz, mi carne que soy suya; pero yo digo en alta voz, y protesto ante el cielo y la tierra, que soy y quiero ser siempre única y exclusivamente de Cristo Jesús; que Jesús es mi Señor, mi Dios y mi Redentor, y que Jesús será mi glorificador… ¡Oh mi Jesús! Si me asistes con tu gracia, ¿quién será capaz de separarme de tu amor? Nada ni nadie. En prueba de mi fidelidad mi grito será siempre: ¡Viva Jesús mi amor, mi Dios y Salvador! ¡Húndase el mundo antes que desagradar a mi Soberano Señor!
Padre nuestro y la Oración final.
Fruto. Renueva de todas veras en este día las promesas del santo Bautismo, repitiendo diez veces con toda el alma: Renuncio para siempre a Satanás y a sus obras y pompas. Examina y arranca de tu corazón, de tu modo de vestir y vivir, todo lo que te haga esclava de Satanás, y te aparte del yugo suave y dulce del Señor Jesús.
San Enrique de Ossó