Sentencia de Cristo. Cómo llevó nuestro Señor la cruz a cuestas.

Composición de lugar. Contempla a Jesús fatigado con la cruz a cuestas.

Petición. ¡Ámeos yo, Señor, en todos mis trabajos! y diga: Todo por Jesús.

Punto primero. Viendo Pilato que nada aprovechaba, sino que crecía el tumulto, habiéndose sentado en su tribunal para sentenciar a Cristo, envióle su mujer un recado que decía: “No te metas en la causa de este Justo, porque muchas cosas he padecido hoy con visiones por Él.” Mas Pilato pidió agua, y delante de todo el pueblo lavó sus manos diciendo: “Inocente soy de la sangre de este Justo; vosotros mitad lo que hacéis.” Todo el pueblo respondió: “Su sangre venga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.” Entonces Pilato juzgó que se debía cumplir la demanda del pueblo, y entregó a Jesús a su voluntad, para que hicieran lo que querían… Mira en Pilato, hija mía, a un juez corrompido por respetos o temores humanos; sabía de cierto que era inocente Jesús, y lo proclamó hasta el último instante; sabía que por envidia le habían entregado; su mujer además le avisa secretamente que no se meta en la sangre de aquel Justo; pero cobarde, contemporizador, tímido, fue poco a poco violando la justicia hasta parar en deicida… ¡Oh cuántos males causa el temor y respeto humano! Para que escarmientes, sólo a Pilato se recuerda en el Credo y se nombra… Ten, hija mía, como católica y española e hija de María y de Teresa de Jesús, ten carácter y firmeza en la fe, en la verdad, en la justicia; lucha por ellas, y rompe con todos, cuando hayas de faltar contentando a las criaturas con mengua del Creador. Sé varonil y esforzada. Húndase el mundo antes que ofender a Dios.

Punto segundo. Oída y aceptada la sentencia por Jesús, quítanle los soldados las vestiduras de burla y le visten las suyas propias, para que de todos sea conocido; quítanle la caña y cárgale con la cruz, para que deje de representar el papel de rey, y represente el de ladrón y malhechor; y para que sea mayor su ignominia sacan de la carcel dos ladrones para que fuesen con Jesús por el camino y muriesen juntos… ¡Oh hija mía! entra en el Corazón de Jesús, y verás con qué afecto de amor inmenso acepta la sentencia de muerte y recibe la cruz. ¡Cómo se regalaría a la vista de la cruz! Tanto a lo menos cuanto amó la pena y aborreció la culpa; y mejor que su discípulo Andrés, diría: “Dios te salve, cruz preciosa, que por tantos años has sido deseada por mi con gran deseo, amada con gran solicitud y buscada con gran continuación, aparejada para el que desea vese contigo; ven y abrazarte he con mis brazos, porque me has de recibir en los tuyos; ven y te daré un beso de paz, porque tengo de reclinar en ti mi cabeza, y dormir sobre ti en paz el último sueño de la muerte…” Con esta ternura, hija mía, abrazaría nuestro Salvador la cruz y la besaría, y la tomaría en sus manos, y la pondría sobre sus afligidos hombros. ¡Oh dulcísimo Jesús! Ya que soy hija de la cruz, dame gracia para que la mire con estos ojos, y la abrace con este abrazo, y la bese con este beso, y la lleve con este amor, gloriándome sólo en la cruz y en mi amado Jesús que en ella se puso. Amén.

Punto tercero. Cargándose Jesús la cruz salió caminando hacia el Calvario en medio de dos ladrones o facinerosos con voz de pregonero que publicaba sus delitos, y con grande griterío del pueblo y concurso innumerable de gente… La cruz era pesadísima, y por lo mismo exprimiría con su peso, y por lo mismo exprimiría con su peso la sangre que quedaba aún en las venas de Jesús, regando las calles con la que corría de sus llagas… La cruz era dolorosísima, porque tenía que llevarla sobre los hombres llagados, y por estar el cuerpo muy flaco y debilitado por los tormentos… menester eran hombros de Dios para llevarla, porque el Señor puso sobre Él la maldad de todos nosotros. ¿quién podrá imaginar los efectos del Corazón de Jesús camino del Calvario?… ¡Oh, en el cielo lo verás, hija mía!

Echan mano de Simón Cirenense para ayudar a llevar la cruz a Jesús; porque temían que se les muriese en el camino y no pudiesen saciar su sed rabiosa de verle morir en la cruz… Nadie quiere la cruz de Cristo. Los judíos la tienen por maldición, los gentiles por afrenta, los amigos de Cristo, acobardados por el miedo, no se atreven. Sólo este extranjero merece esta distinción… Todos los fieles han de llevar la cruz, hija mía, detrás de Jesús.. esto es inevitable. Llevarla por es obligatorio, llevarla después de Jesús es glorioso, llevarla con Jesús suma felicidad… ¿Cómo la llevas tú? … ¿La llevas tal vez arrastrando? ¡Qué infelicidad!

Seguía a Jesús gran muchedumbre del pueblo y de mujeres llorando y lamentando, y volviéndose a ellas le dijo: “Hijas de Jerusalén, no queráis llorar sobre Mí, sino sobre vosotras y sobre vuestros hijos, porque vendrá tiempo en que se dirá: Bienaventurados los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron… porque si en el madero verde se hace esto, ¿qué se hará en el seco?…” ¡Oh Corazón compasivo de mi adorado Jesús, que te olvidas de tus tormentos por consolar a las devotas mujeres que se compadecían de Ti! Enséñame a llorar sobre Ti y sobre mí: sobre Ti por lo que padeces por mí; sobre mí por lo mucho que pequé contra Ti… Llore yo mis pecados y los de mis prójimos, y alivie tu cruz y tus dolores con mis buenas obras. Amén.

Padre nuestro y la Oración final

Fruto. Al considerar al Señor con la cruz a cuestas, me acordaré del encuentro de Jesús con su Madre, y les consolaré con mi amor.

San Enrique de Ossó

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