Es un lugar de delicias donde el alma, limpia de todo pecado, goza eternamente de una felicidad sobrenatural y perfecta que le dan la visión y la posesión eterna de Dios.
Goces del Paraíso. –– Admiten los teólogos dos clases de goces; unos se refieren a la esencia de la felicidad y se llaman esenciales; otros son secundarios o accesorios: corresponden en sentido opuesto a la pena de daño y a la del sentido que experimentan los réprobos
La esencia de la felicidad o el gozo principal de los bienaventurados consiste en ver a Dios y en gozar de su hermosura; así lo declaran las palabras de Jesucristo: “La vida eterna consiste en conocerte a Ti, solo Dios verdadero y a Jesucristo a quien Tú enviaste” (San Juan, XVII, 3).
No podemos comprender ahora cuánto esa visión de Dios llenará de gozo a los bienaventurados, pero algo se vislumbra en lo que aconteció a los tres apóstoles que en el Tabor vieron un destello de la belleza de Jesucristo; tan prendados quedaron, que uno de ellos, Pedro exclamó: “Oh Señor, cuán bueno es estar aquí (Mat; XVII, 4).
Esta dicha se compara en magnitud al océano, según se deduce de las de Jesucristo a los bienaventurados: Entra en el gozo de tu Señor (Mat; XXV 21) lo cual da a entender que ese gozo es como un abismo en el cual penetra el alma.
Los goces accesorios son un conjunto de bienes cuya enumeración sería interminable y de los cuales no podemos formarnos una idea por cuanto son muy distintos de los que aquí gozamos. Bástenos saber que cuantas cosas pueda haber agradables para nosotros o ser deseadas en esta vida, ya se refieran a la ilustración del alma, ya a la perfección y comodidad del cuerpo, inundan por todas partes la feliz vida de los celestes moradores.
El cuerpo gozará de las propiedades ya explicadas (Véase “Resurrección de la carne”) y los sentidos disfrutaran también de todas las purísimas satisfacciones que desearen.
Conviene advertir también que esos goces: a) Serán eternos; los bienaventurados no pueden pecar; por consiguiente no podrán ser apartados del gozo de Dios. b) Serán siempre nuevos; nunca se hastiará de dios el alma; no son como los goces de esta tierra que por agradables que sean, fatigan porque el cuerpo no los puede resistir mucho tiempo.
Existencia del Cielo
Pruebas de fe. –– 1) La sentencia de Jesucristo a favor de los escogidos:Venid benditos de mi Padre, poseed el reino que os está preparado desde el establecimiento del mundo (San Mat; XXV, 34). 2) Palabras de Jesucristo al ladrón arrepentido: Hoy estarás conmigo en el paraíso (Luc; XXII). 3) Palabras de Jesucristo en el sermón de la montaña: Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos. (Mat; V, 3).
Pruebas racionales. –– Justicia de dios. –– Siendo Dios infinitamente justo, no puede mirar con indiferencia las acciones de los hombres; deberá dar el premio a los buenos y el castigo a los malos. Pero como en esta vida no reciben los buenos el premio merecido, antes al contrario, vemos cómo padecen y sufren persecuciones; luego deberán recibirlo en la otra vida; por lo tanto habrá para los justos un lugar de descanso eterno; a este lugar llamamos Paraíso.
La felicidad del Cielo no será igual para todos
Así como en el infierno sufren los condenados diversamente, según el número y gravedad de sus culpas; así también en el Cielo hay diferencia en cuanto al grado de gozo de los elegidos.
No gozan igualmente un pecador que se ha convertido poco antes de morir y un santo que ha empleado toda su vida sirviendo y amando a Dios.
“En casa de mi Padre, dice Jesucristo, hay muchas moradas” (Juan, XIV, 2) Esta felicidad es proporcionada al mérito de cada uno.
Así y todo, no existe envidia en los unos, no arrogancia en los otros: cada uno es dichoso en la medida que le corresponde. Sucede con los bienaventurados lo mismo que con dos personas sentadas a una misma mesa: la una come más que la otra, pero ambas están satisfechas porque se han saciado.
AUREOLAS. –– Los goces del Paraíso serán especiales para algunas categorías de justos: los teólogos llaman aureolas a ciertos premios que son privilegio exclusivo de los mártires, de los vírgenes y de los doctores: Los primeros por haber vencido al mundo; los segundos, a la carne (las pasiones); los terceros, al demonio. Esta aureola aunque afecte principalmente a sus almas, brillará también en sus cabezas en forma de corona.
LA RELIGIÓN EXPLICADA (Año 1953)