Meditación en el último día del año

Hoy termina el año civil. A media noche comienza en este mundo un nuevo año; el pasado desaparece en el abismo de la eternidad. Nuestra vida da un paso más. El apóstol San Pablo dice que con el nacimiento de Cristo se había cumplido «la plenitud del tiempo» (Gal 4, 4), y San Pedro apunta: «El fin de todas las cosas está cerca» (I Pedro 4, 7):

«Con estas palabras da a entender que pasa como un soplo el tiempo de nuestra vida, y que aun el espacio que mediará entre la primera y la segunda venida del Señor es brevísimo si se compara con los días eternos que le han de suceder[1]. Y por esto nos exhorta a que no seamos necios dejando pasar inútilmente este brevísimo lapso que se nos concede para ganar la felicidad eterna, y a que estemos siempre alerta y en vela, para emplear bien todos los momentos de la vida presente” (S. Hilario).

La Liturgia, que da comienzo al año eclesiástico con el domingo primero de Adviento, no ha creado en la Iglesia romana oraciones especiales para celebrar esta renovación del año, el día primero de enero; mas su espíritu, de acuerdo siempre con todas las situaciones del hombre y de la sociedad, nos advierte que no dejemos pasar este solemne momento, sin ofrecer a Dios el tributo de nuestro agradecimiento por los beneficios recibidos durante el año pasado y de nuestros propósitos y esperanza para el que comienza.

Tres son las actitudes que podemos fomentar especialmente en este día

  • Acción de gracias
  • Arrepentimiento y penitencia
  • Penitencia

1 – Acción de gracias por los favores recibidos

¿Qué ha sido el año que termina? Un año de vida divina, de vida de la gracia, de vida de Cristo en nosotros.

Poseemos la fe y la gracia. Somos hijos de Dios, herederos el cielo. Incluso si durante este año hemos cargado sobre nuestros hombros alguna cruz dura y pesada, o esas pequeñas cruces de cada día, todas son prenda del amor de Dios, que su Hijo también la llevó.

Y Dios es buen pagador. Ninguna obra buena cae en saco roto; ni una jaculatoria, ni un buen pensamiento, ni un buen impulso. Hasta esas obras inadvertidas, que ninguno aprecia ni estima, son preciosas a los ojos de Dios:

«Mientras otro ángel vino y se colocó junto al altar con un incensario de oro. Le dieron gran cantidad de perfumes para que, junto con las oraciones de todos los santos, los ofreciera sobre el altar de oro que está delante del trono. Y de la mano del ángel subió el aroma de los perfumes, junto con las oraciones de los santos, hasta la presencia de Dios» (Ap 8, 3-4).

2 – Arrepentimiento y penitencia por nuestros innumerables pecados, ofensas y negligencias[2].

¡Cuántas veces habrá pasado el divino Sembrador esparciendo en nuestro corazón la semilla de la gracia; pero cuantas veces la semilla habrá caído en terreno expuesto a todas las pisadas del camino, en el pedregal o entre espinas! Y la semilla no arraigó.

En este año el Señor nos dio sus talentos y ahora viene a pedirnos cuenta de ellos. ¡Qué poco bien he realizado y cuánto mal he cometido! Pidamos perdón de nuestros pecados, a los que llamamos “deudas” porque hemos de satisfacer por ellos a la divina justicia en esta vida o en la otra. Y ofrezcamos generosamente nuestro perdón si hemos sufrido alguna ofensa del prójimo porque la mejor limosna es el olvido de las injurias y la buena voluntad hacia aquellos que nos hayan dañado en la hacienda, en la honra, en la propia persona o en la de los familiares, aprovechando toda ocasión de hacerles bien[3].

3 – Petición

Nuestra suerte está en manos de Dios. Un Padre bondadoso vela por nosotros y por nosotros nos entregó a su amado Hijo único ¿no es esto una garantía de su infinito amor paternal? Por eso podemos encomendar a sus manos todo nuestro ser en este año que comienza pidiéndole: Consérvanos en tu gracia, no permitas que nos separemos de ti; lo demás es indiferente ¿quieres probarnos por medio del dolor o de la adversidad? Hágase tu voluntad; sabemos que nos darás tu gracia para sobrellevarlo todo

Con estos sentimientos de confianza y generosidad, y de la mano de la Santísima Virgen nos disponemos a entrar en el nuevo año con la esperanza de permanecer en el amor de Dios y, un día, gozar de Él para toda la Eternidad.

Padre Ángel David Martín Rubio

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[1] Cfr. 1 Co. 7, 29; Flp. 4, 5; St. 5, 7 ss.

[2] Cfr. Misal Romano, ed. 1962, Ordinario de la Misa: Ofertorio.

[3] Cfr. Catecismo Romano, IV, 11.

Padre Ángel David Martín Rubio
Padre Ángel David Martín Rubiohttp://desdemicampanario.es/
Nacido en Castuera (1969). Ordenado sacerdote en Cáceres (1997). Además de los Estudios Eclesiásticos, es licenciado en Geografía e Historia, en Historia de la Iglesia y en Derecho Canónico y Doctor por la Universidad San Pablo-CEU. Ha sido profesor en la Universidad San Pablo-CEU y en la Universidad Pontificia de Salamanca. Actualmente es deán presidente del Cabildo Catedral de la Diócesis de Coria-Cáceres, vicario judicial, capellán y profesor en el Seminario Diocesano y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Virgen de Guadalupe. Autor de varios libros y numerosos artículos, buena parte de ellos dedicados a la pérdida de vidas humanas como consecuencia de la Guerra Civil española y de la persecución religiosa. Interviene en jornadas de estudio y medios de comunicación. Coordina las actividades del "Foro Historia en Libertad" y el portal "Desde mi campanario"

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