[fsspx.news] Monseñor Joseph Strickland, obispo emérito de Tyler (Texas), que fue destituido por ser demasiado crítico con el actual pontificado, ha causado recientemente sensación al acusar públicamente a los obispos estadounidenses de ser cómplices de la crisis en la Iglesia, al menos por su pasividad, y en particular por no haber protestado durante el reciente Sínodo. Continúa su reflexión.
En su blog «Bishop Strickland’s Substack», Monseñor Strickland, quien claramente está aprovechando su jubilación prematura para estudiar y reflexionar sobre la situación actual de la Iglesia, acaba de publicar un largo texto titulado «Construir una escalera». Lo menos que podemos decir es que su reflexión, visiblemente animada por el amor a Cristo y a la Iglesia, avanza a un ritmo rápido.
El argumento de su texto se basa en la analogía de la escalera construida por Cristo, que une la tierra con el cielo: «los peldaños son los sacramentos (…) y el depósito de la fe es el marco. (…) Los sacramentos son signos eficaces porque verdaderamente traen a la tierra lo que simbolizan. Para que esto suceda, como sabemos, debe ser “simbolizado” correctamente (la escalera debe estar construida con los materiales correctos) tanto en “forma” como en “materia”.
Si se cambia cualquiera de las dos, la forma (las palabras pronunciadas) o la materia (la parte física del sacramento), entonces se destruye la validez. Por lo tanto, cada tabla de esta escalera es parte integrante del conjunto», concluye. Luego denuncia los ataques a la escalera desde el interior de la Iglesia, una escalera que hay que defender a costa de la propia sangre.
¿Cuándo comenzó el intento de destrucción de esta escalera?
Esta es la pregunta que plantea el obispo emérito de Tyler. A lo cual responde: «Muchos culpan de esto al Concilio Vaticano II». Y poco después menciona el año 1958, elección de Juan XXIII: «muy a menudo se destaca este año como el comienzo de la agitación en la Iglesia que actualmente vemos estallar de innumerables maneras».
La razón sería la convocatoria del Concilio Vaticano II, culminado por el Papa Pablo VI. Y prosigue: «Parece que ha habido un intento sistemático de demoler lo que se había considerado ‘irreformable’ antes de Vaticano II», cuestionando así el Concilio. Y cuando se pregunta el modo en que se ha hecho, no duda en describirlo.
«Lo han hecho intentando confinar lo que era del cielo a una definición terrenal, y esto se hace con mayor eficacia al intentar sustituir lo que fue dado del cielo por materiales hechos por el hombre», al tiempo que señala que este intento es inútil, porque el hombre no puede destruir la escalera de Cristo, pero sí puede oscurecer la Verdad ofreciendo en su lugar el ‘mono de la Iglesia’.
El resultado
Monseñor Strickland admite sin rodeos: «No cabe duda de que muchas cosas cambiaron después de Vaticano II. Se puso un nuevo énfasis en que la Iglesia debía caminar con el ‘mundo’, y esto definitivamente abrió la puerta a puntos de vista teológicos que comprometían la identidad única de la Iglesia. Ideas como el ecumenismo dieron un golpe a la escalera», afirma el prelado.
Y prosigue: «Con Vaticano II, comenzó un movimiento enfocado en alentar a la Iglesia a entablar un ‘diálogo’ con otras denominaciones religiosas. Sin embargo, tengo que preguntar: ¿Sobre qué había que dialogar? Cristo nos dio su Iglesia.
El obispo estadounidense cita a continuación la bula Unam Sanctam (1302) de Bonifacio VIII, que reitera la unicidad de la Iglesia, y la encíclica Ad Beatissimi Apostolorum (1914) sobre la plenitud de la fe católica, a la que «nada se puede añadir ni quitar».
Intentos de falsificar la escalera
Monseñor Strickland condena a continuación los intentos de falsificar la escalera: «Ha habido muchas, muchas otras tablas que los hombres han intentado colocar desde Vaticano II que están hechas de materiales artificiales. Han tratado de sustituir materiales celestiales por materiales artificiales porque pensaron que los materiales originales estaban ‘pasados de moda’.
Y añade que «nada fue tan perjudicial para la escalera como los cambios que se produjeron en el Santo Sacrificio de la Misa.» Y es entonces cuando reconoce la intervención providencial de Monseñor Marcel Lefebvre «que fundó la Fraternidad San Pío X (FSSPX), una sociedad sacerdotal tradicionalista, y fue etiquetado de desobediente, rebelde e incluso cismático en los años 1970 y 1980 por negarse a celebrar la Nueva Misa».
Incluso justifica las consagraciones: «Monseñor Lefebvre sentía que la Iglesia estaba experimentando una profunda ‘crisis de fe’ debido a la infiltración del modernismo y el liberalismo. Sentía que había un intento activo de arrancar las tablas de la escalera y reemplazarlas con las tablas del mundo. Consagró a cuatro obispos ‘tradicionales’ sin la aprobación papal.
«Porque sentía que sin obispos que defendieran las enseñanzas tradicionales y la Misa latina tridentina, la continuidad de la Tradición de la Iglesia estaría en peligro. Y, por lo tanto, se aseguró de que la escalera se conservara intacta», explica detalladamente. Asimismo, señala que «Monseñor Lefebvre había buscado repetidamente la aprobación durante años después de que le habían dicho previamente que se le concedería».
El Novus Ordo ha disminuido el sacrificio de Cristo y ha reducido el enfoque en la Presencia Real
Aunque formado con la nueva misa, no duda en señalar sus carencias: «No cabe duda de que con la Nueva Misa se ha reducido el enfoque en Jesucristo. (…) Hemos sido testigos de un drástico descuido de la Presencia Real de Jesucristo que llega al nivel de blasfemia en muchos casos desde Vaticano II», reconoce el prelado.
Y da una de las razones: «Cuando la liturgia cambió su enfoque hacia el pueblo y se alejó de Jesucristo, abrió la puerta a un descuido extremo de Su Sagrada Presencia». Señala la desaparición de la barandilla del altar que «ayudaba a mantener la distinción entre el santuario (donde está el altar y que representa el cielo, adonde conduce nuestra escalera) y el resto de la Iglesia (que representa la tierra y donde comienza nuestra escalera)».
Y continúa: «Es un hecho que la Nueva Misa representó una ruptura en siglos de continuidad litúrgica. Y con eso ha venido una disminución masiva en la asistencia a la Misa, las vocaciones y la creencia en las enseñanzas católicas fundamentales». Summorum Pontificum intentó remediar la situación, pero Traditionis Custodes volvió a limitar severamente el acceso a la Misa tradicional en latín.
El obispo emérito cita entonces la bula Quo Primum de San Pío V, sobre la validez perpetua de la misa tridentina. En un atajo sorprendente, vincula a dicha bula las palabras de la homilía de Monseñor Lefebvre del 29 de junio de 1976, durante las ordenaciones, en las que el fundador de la Fraternidad San Pío X describe magníficamente la riqueza de la Santa Misa.
La Fraternidad San Pío X no está fuera de la Iglesia
El prelado estaodunidense reafirma: «Considero que también es importante señalar aquí que la FSSPX no está fuera de la Iglesia Católica y que, aunque es canónicamente irregular, no es cismática». El prelado añade que Monseñor Athanasius Schneider «ha realizado un estudio extenso sobre la FSSPX», defendiéndola de manera clara y coherente. «Monseñor Schneider ha afirmado que los católicos pueden asistir a las misas de la FSSPX y recibir los sacramentos de su clero sin preocupación», explica.
El prelado no duda en escribir: «Quisiera citar una famosa declaración que Monseñor Lefebvre hizo en 1974. Es evidente que Monseñor Lefebvre siguió el camino de un apóstol y fue conducido a establecer un lugar seguro, un refugio, donde se pudiera encontrar la Misa de los siglos en su forma pura, un lugar donde el Depósito de la Fe estaría protegido y la escalera se conservaría intacta, incluso mientras el mono de la Iglesia estaba quitando las tablas y tirando todo lo que es más precioso». Y procede a citar íntegramente la Declaración del 21 de noviembre de 1974.
Su conclusión es inequívoca: «El arzobispo no escribió esto con un espíritu de rebelión, sino más bien como un grito de guerra para todos aquellos que quieren luchar por Cristo Rey. Ofrezco esta misma Declaración también como mi grito de batalla para luchar por Él». ¡En otras palabras, Monseñor Strickland adopta la Declaración como estandarte de Cristo Rey!
Hay que reconocer al obispo emérito su valentía y su reflexión personal, que le han permitido adoptar una postura decidida en la batalla actual, sabiendo al mismo tiempo lo mucho que debe a quienes le han precedido en la lucha.
Un artículo anterior de este sitio -sobre la exhortación a los obispos estadounidenses- destacaba su recta intención y su valentía, demasiado raras entre los obispos de hoy. Se esperaba «que esto le llevara a desandar poco a poco el camino de la crisis y a tomar conciencia de sus orígenes en el Concilio Vaticano II y en las reformas postconciliares». Ya lo ha hecho…