Es de sobra conocida la crisis que atraviesa la institución familiar en la sociedad actual. Delante de semejante situación, como es natural, aquellos católicos que desean permanecer fieles a la enseñanza de la Iglesia, buscan en ella el rumbo correcto y las verdaderas soluciones que necesitan. Sin embargo, duele escuchar ciertas afirmaciones… ¿habrá renunciado la Iglesia a su tarea de Madre y Maestra de los pueblos? ¿Tiene el Magisterio algo que decir a los interrogantes de tantas familias?
Francisco
“¿Qué se puede hacer con la secularización tan activa? ¿Qué se puede hacer con esta colonización ideológica? ¿Que se puede hacer con una cultura que no tiene en cuenta a la familia, donde se prefiere no casarse? Yo no tengo recetas. La Iglesia es consciente de esto y el Señor ha inspirado la convocación del Sínodo sobre la familia, sobre tantos problemas…[…] El noviazgo ha perdido el sentido de lo sacro. Normalmente hoy noviazgo y convivencia son casi lo mismo… Pero no siempre… ¿Cómo preparar un noviazgo que madure? […] Pero todo está en crisis y os pido que recéis tanto… Yo no tengo recetas… Es importante el testimonio del amor, el testimonio de cómo resolver los problemas”. (Discurso en la visita pastoral a Pompeya y Nápoles. Encuentro con los jóvenes en el paseo marítimo Caracciolo, 21 de marzo de 2015)
Enseñanzas del Magisterio
- La Iglesia tiene la respuesta para los interrogantes morales del hombre
La respuesta decisiva a cada interrogante del hombre, en particular a sus interrogantes religiosos y morales, la da Jesucristo […]. Jesucristo, ‘luz de los pueblos’, ilumina el rostro de su Iglesia, la cual es enviada por él para anunciar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15). Así la Iglesia, pueblo de Dios en medio de las naciones, mientras mira atentamente a los nuevos desafíos de la historia y a los esfuerzos que los hombres realizan en la búsqueda del sentido de la vida, ofrece a todos la respuesta que brota de la verdad de Jesucristo y de su Evangelio. (San Juan Pablo II. Encíclica Veritatis splendor, 6 de agosto de 1993, n. 2)
- La Iglesia es Madre y Maestra en el campo de la moral conyugal
También en el campo de la moral conyugal la Iglesia es y actúa como Maestra y Madre. Como Maestra, no se cansa de proclamar la norma moral que debe guiar la transmisión responsable de la vida. De tal norma la Iglesia no es ciertamente ni la autora ni el árbitro.En obediencia a la verdad que es Cristo, cuya imagen se refleja en la naturaleza y en la dignidad de la persona humana, la Iglesia interpreta la norma moral y la propone a todos los hombres de buena voluntad, sin esconder las exigencias de radicalidad y de perfección. (San Juan Pablo II. Encíclica Familiaris consortio, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, 22 de noviembre de 1981, n. 33)
- Cualquier situación se puede afrontar desde la coherencia cristiana
La fragilidad aumenta si domina la mentalidad divorcista, que el Concilio denunció con vigor, porque lleva, muchas veces, a separaciones y a rupturas definitivas. También una educación sexual mal concebida perjudica a la vida de la familia. Cuando falta una preparación integral para el matrimonio, que respete las etapas progresivas del crecimiento en el noviazgo, se reducen las posibilidades de defensa en la familia. Por el contrario, no hay ninguna situación difícil que no pueda afrontarse adecuadamente cuando se cultiva un clima coherente de vida cristiana. El amor mismo, herido por el pecado, es también un amor redimido. Es evidente que si falla la vida sacramental, la familia cede más fácilmente a las insidias, porque se queda sin defensas” (San Juan Pablo II. Discurso a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, 18 de octubre de 2002, n. 3)
- La Iglesia ha aprendido con Cristo el camino para la familia
La Iglesia conoce el camino por el que la familia puede llegar al fondo de su más íntima verdad. Este camino, que la Iglesia ha aprendido en la escuela de Cristo y en el de la historia, —interpretada a la luz del Espíritu— no lo impone, sino que siente en sí la exigencia apremiante de proponerla a todos sin temor, es más, con gran confianza y esperanza, aun sabiendo que la ‘buena nueva’ conoce el lenguaje de la Cruz. Porque es a través de ella como la familia puede llegar a la plenitud de su ser y a la perfección del amor” (San Juan Pablo II. Encíclica Familiaris consortio, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, 22 de noviembre de 1981, n. 86)
- Es tarea de la Iglesia anunciar el matrimonio en su verdad
Frente a las dificultades y a los recursos de la familia de hoy, la Iglesia se siente llamada a renovar la conciencia del encargo que ha recibido de Cristo en relación al precioso bien del matrimonio y de la familia: la tarea de anunciarlo en su verdad, de celebrarlo en su misterio y de vivirlo en la existencia cotidiana de los que han sido ‘llamados por Dios a servirle en el matrimonio’” (San Juan Pablo II. Discurso a un encuentro organizado por el Pontificio Consejo para la Familia con ocasión del XX aniversario de la Humanae vitae, 7 de noviembre de 1988, n. 6)
- Dejar de proclamar la verdad sobre la familia es grave omisión pastoral
Conozco vuestro compromiso por defender y promover esta institución [la familia], que tiene su origen en Dios y en su plan de salvación. Hoy se observa una corriente muy difundida en algunas partes, que tiende a debilitar su verdadera naturaleza. En efecto, tanto en la opinión pública como en la legislación civil no faltan intentos de equiparar meras uniones de hecho a la familia, o de reconocer como tal la unión de personas del mismo sexo. Estas y otras anomalías nos llevan a proclamar, con firmeza pastoral, la verdad sobre el matrimonio y la familia. Dejar de hacerlo sería una grave omisión pastoral, que induciría a las personas al error, especialmente a las que tienen la importante responsabilidad de tomar decisiones sobre el bien común de la nación”. (San Juan Pablo II. Discurso al octavo grupo de obispos de Brasil en visita “ad limina”, 16 de noviembre de 2002, n. 4)
- Redescubrir el originario plan divino para la familia
Hoy es más urgente que nunca […] redescubrir el valor de la familia, como comunidadbasada en el matrimonio indisoluble de un hombre y de una mujer que en el amor funden juntos su existencia y se abren al don de la vida […]. El redescubrimiento de ese originario plan divino es de importancia decisiva, en la crisis que atraviesa la humanidad en nuestra época. (San Juan Pablo II. Ángelus, 26 de diciembre de 1993, n. 2)
- La familia está ordenada a Cristo y tiene necesidad de su gracia
La Iglesia, iluminada por la fe, que le da a conocer toda la verdad acerca del bien precioso del matrimonio y de la familia y acerca de sus significados más profundos, […] está íntimamente convencida de que sólo con la aceptación del Evangelio se realiza de manera plena toda esperanza puesta legítimamente en el matrimonio y en la familia. Queridos por Dios con la misma creación, matrimonio y familia están internamente ordenados a realizarse en Cristo y tienen necesidad de su gracia para ser curados de las heridas del pecado y ser devueltos ‘a su principio’, es decir, al conocimiento pleno y a la realización integral del designio de Dios. En un momento histórico en que la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla, la Iglesia, consciente de que el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente vinculado al bien de la familia, siente de manera más viva y acuciante su misión de proclamar a todos el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” (San Juan Pablo II. Encíclica Familiaris consortio, 22 de noviembre de 1981, n. 3)
- Cristo: solución frente a una “anticivilización” destructora
La familia constituye la ‘célula’ fundamental de la sociedad. Pero hay necesidad de Cristo—‘vid’ de la que reciben savia los ‘sarmientos’— para que esta célula no esté expuesta a la amenaza de una especie de desarraigo cultural, que puede venir tanto de dentro como de fuera. En efecto, si por un lado existe la ‘civilización del amor’, por otro está la posibilidad de una ‘anticivilización’ destructora, como demuestran hoy tantas tendencias y situaciones de hecho” (San Juan Pablo II. Carta a las familias, 2 de febrero de 1994, n. 13)
- Otra solución: una verdadera catequización familiar
Es urgente, pues, una amplia catequización sobre el ideal cristiano de la comunión conyugal y de la vida familiar […]. No debe omitirse una seria preparación de los jóvenes antes del matrimonio, en la que se presente con claridad la doctrina católica, a nivel teológico, espiritual y antropológico sobre este sacramento. […] En la familiatampoco puede faltar la práctica de la oración en la que se encuentren unidos tanto los cónyuges entre sí, como con sus hijos. A este respecto, se han de fomentar momentos de vida espiritual en común: la participación en la Eucaristía los días festivos, la práctica del sacramento de la Reconciliación, la oración cotidiana en familia y obras concretas de caridad. Así se consolidará la fidelidad en el matrimonio y la unidad de la familia” (San Juan Pablo II. Exhortación apostólica Ecclesia in America, 22 de enero de 1999, n. 46)
- La fórmula es ir contracorriente para salvaguardar la familia
En el mundo actual, en el que se están difundiendo algunas concepciones equívocas sobre el hombre, sobre la libertad y sobre el amor humano, no debemos cansarnos nunca de volver a presentar la verdad sobre la familia, tal como ha sido querida por Dios desde la creación. […] En especial la estabilidad de la familia está hoy en peligro. Para salvaguardarla con frecuencia es necesario ir contracorriente con respecto a la cultura dominante, y esto exige paciencia, esfuerzo, sacrificio y búsqueda incesante de comprensión mutua. Pero también hoy los cónyuges pueden superar las dificultades y mantenerse fieles a su vocación, recurriendo a la ayuda de Dios con la oración y participando asiduamente en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía” (Benedicto XVI. Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, 13 de mayo de 2006)
- De la fe vivida con valentía brota una cultura abierta a la familia
Este compromiso pastoral resulta más urgente por la crisis cada vez más extendida de la vida conyugal y por el descenso de la natalidad. […] En la complejidad de esas situacionesestáis llamados a promover el sentido cristiano de la vida, mediante el anuncio explícito del Evangelio, llevado con sano orgullo y con profunda alegría a los diversos ámbitos de la existencia cotidiana. De la fe vivida con valentía brota, hoy como en el pasado, una fecunda cultura hecha de amor a la vida, desde la concepción hasta su término natural, de promoción de la dignidad de la persona, de exaltación de la importancia de la familia, fundada en el matrimonio fiel y abierto a la vida, de compromiso por la justicia y la solidaridad. Los actuales cambios culturales exigen que seáis cristianos convencidos. (Benedicto XVI. Visita pastoral a Aquilea y Venecia. Discurso en la Asamblea del Segundo Congreso de Aquilea, 7 de mayo de 2011)
- Deber de presentar el valor del matrimonio verdadero
Vuestro deber de pastores es presentar en toda su riqueza el valor extraordinario del matrimonio que, como institución natural, es ‘patrimonio de la humanidad’. Por otra parte, su elevación a la altísima dignidad de sacramento debe ser contemplada con gratitud y estupor […]. Hoy es preciso anunciar con renovado entusiasmo que el evangelio de la familia es un camino de realización humana y espiritual, con la certeza de que el Señor está siempre presente con su gracia. Este anuncio a menudo es desfigurado por falsas concepciones del matrimonio y de la familia que no respetan el proyecto originario de Dios. En este sentido, se han llegado a proponer nuevas formas de matrimonio, algunas de ellas desconocidas en las culturas de los pueblos, en las que se altera su naturaleza específica”. (Discurso a los Presidentes de las Comisiones Episcopales para la Familia y la Vida de América Latina, 3 de diciembre de 2005, n. 3-4)
- Como Cristo, la Iglesia es signo de contradicción
Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos: son demasiadas las voces —ampliadas por los modernos medios de propaganda— que están en contraste con la Iglesia. A decir verdad, ésta no se maravilla de ser, a semejanza de su divino Fundador, ‘signo de contradicción’, pero no deja por esto de proclamar con humilde firmeza toda la ley moral, natural y evangélica. […] Al defender la moral conyugal en su integridad, la Iglesia sabe que contribuye a la instauración de una civilización verdaderamente humana. […] La Iglesia, efectivamente, no puede tener otra actitud para con los hombres que la del Redentor: conoce su debilidad, tiene compasión de las muchedumbres, acoge a los pecadores, pero no puede renunciar a enseñar la ley que en realidad es la propia de una vida humana llevada a su verdad originaria y conducida por el Espíritu de Dios. (Beato Pablo VI. Encíclica Humanae vitae, 25 de julio de 1969, n. 18-19)
- Más formulas: instruir bien a los fieles sobre el matrimonio
Debiéndose, pues, ajustar todas las cosas a la ley y a las ideas divinas, para que se obtenga la restauración universal y permanente del matrimonio, es de la mayor importancia que se instruya bien sobre el mismo a los fieles; y esto de palabra y por escrito, no rara vez y superficialmente, sino a menudo y con solidez, con razones profundas y claras, para conseguir de este modo que esta verdades rindan las inteligencias y penetren hasta lo íntimo de los corazones. Sepan y mediten con frecuencia cuán grande sabiduría, santidad y bondad mostró Dios hacia los hombres, tanto al instituir el matrimonio como al protegerlo con leyes sagradas; y mucho más al elevarlo a la admirable dignidad de sacramento, por la cual se abre a los esposos cristianos tan copiosa fuente de gracias, para que casta y fielmente realicen los elevados fines del matrimonio, en provecho propio y de sus hijos, de toda la sociedad civil y de la humanidad entera. (Pío XII. Encíclica Casti connubii, 31 de diciembre de 1930, n. 39)
- El Sacramento del matrimonio santifica el contrato nupcial
[La familia] no puede volver a su dignidad perdida, sino sometiéndose a las leyes con que fue instituida en la Iglesia por su divino Autor. El cual, habiendo elevado a la dignidad de sacramento el matrimonio, símbolo de su unión con la Iglesia, no solo santificó el contrato nupcial, sino que proporcionó también eficacísimos auxilios a los padres y a los hijos para conseguir fácilmente, con el cumplimiento de sus mutuos deberes, la felicidad temporal y eterna. (León XIII. Inscrutabili Dei consilio, 21 de abril de 1878, n. 10)
Catecismo de la Iglesia Católica:
- Como los esposos podrán comprender el sentido del matrimonio
Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, [Jesús] da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces (cf. Mt 8,34), los esposos podrán ‘comprender’ (cf. Mt 19,11) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana. (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1615)
Congregación para la Doctrina de la Fe:
- Deber de enseñar la moral auténtica ante las nuevas situaciones
Corresponde a los obispos enseñar a los fieles la doctrina moral que se refiere a la sexualidad, cualesquiera que sean las dificultades que el cumplimiento de este deber encuentre en las ideas y en las costumbres que hoy se hallan extendidas. Esta doctrina tradicional debe ser profundizada, expresada de manera apta para esclarecer las conciencias ante las nuevas situaciones. (Congregación para a Doctrina de la Fe. Declaración Persona humana, 29 de diciembre de 1975, n. 13)