Noa Pothoven era una niña de 17 años oriunda de los Países Bajos que se dejó morir hace dos semanas. Fue víctima de violencia sexual entre los 11 y los 12 años y de estupro dos años después, aunque se lo contó a la familia mucho más tarde. Las consecuencias fueron depresión, trastorno de stress post-traumático y anorexia. Después de haberlo anunciado en Instagram, murió el domingo 2 de junio renunciando a comer y beber.
«Quiero ir directamente al tema: máximo dentro de 10 días moriré. Después de años de luchas continuas, estoy vacía. Dejé de comer y de beber desde hace un tiempo, y después de muchas discusiones y evaluaciones, decidí dejarme ir porque mi sufrimiento es insoportable. Respiro, pero ya no vivo más. […] Está todo bien. No intenten convecerme que esto no está bien, esta es mi decisión y es definitiva. En este caso, el amor es dejarme ir»
El cotidiano local Gelderlander declaró que en diciembre último Noa había tomado contacto con una clínica de Aja pidiendo la eutanasia o el suicidio asistido (en Holanda la eutanasia es legal también para los menores de 12 años, en el 2017 el 4,4 % de todas las muertes se debió a la eutanasia). La respuesta fue negativa: le dijeron que tendría que esperar a cumplir los 21 años y terminar el tratamiento psicológico.
Noa había escrito también una autobiografía premiada “Vencer o aprender”, en la cual narraba las numerosas hospitalizaciones y tratamientos a los que había sido sometida, a causa de lo cual se había hundido aún más profundamente en la enfermedad. En el libro destaca la falta de estructura y de tratamientos para adolescentes enfermos de depresión y de otros disturbios psicológicos. Los padres se dieron cuenta de sus intenciones después de haber descubierto en su cuarto una bolsa de plástico que contenía cartas de despedida a las personas más queridas.
«Quedamos en estado de shock», dijo la madre. «No lo entendimos. ¿Cómo es posible que quisiera morir? (…) Solo desde hace un año y medio supimos cuál era el secreto que había guardado consigo a lo largo de los años». La chica murió en una cama de hospital en el cuarto de estar de su casa; probablemente el deceso fue acompañado por una sedación profunda (por lo tanto ayuda al suicidio asistido, una de las modalidades utilizadas para practicar la eutanasia).
“Padres y médicos –informa el diario Guardian citando fuentes anónimas propias- estuvieron de acuerdo en no someterla a la alimentación forzada” , una práctica consentida por las directrices seguidas por los médicos holandeses según los cuales “si un paciente niega el consentimiento a la cura, quien tiene responsabilidad puede dejar de asistirla.”
Podemos decir que el suicidio de Noa es el suicidio de Occidente, un Occidente ahora privado de valores, vacío y frío, donde para muchos no tiene más sentido vivir. Estas, podemos verlo, son las consecuencias de la tremenda cultura de la muerte en la cual estamos sumergidos, donde ahora el único pensamiento que existe es la autodeterminación y donde la mentalidad eutanásica, vista como solución, está siendo absorbida sobretodo por las nuevas generaciones.
Si no sabemos enseñar y transmitir a los jóvenes la fe, los valores, la dignidad de la vida, entonces nada pondrá término al proceso de autodestrucción de nuestro mundo. Hoy la víctima fue Noa, ¿a quien le tocará mañana?
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