El Pecado en Santo Tomás y en el Magisterio

El Pecado en Santo Tomás de Aquino

La doctrina de Santo Tomás de Aquino acerca del pecado ha llegado hasta nuestros días. Después del estudio de las virtudes (qq. 55-69), la II-IIae de la Suma concluye con la cuestión 70, dedicada a los «frutos del Espíritu Santo», para, seguidamente, iniciar el estudio de los pecados que ocupa 19 extensas cuestiones, qq. 71-89. El siguiente esquema resume estas questiones:

  • Naturaleza del vicio y del pecado (q. 71).
  • Distinción de los pecados (q. 72).
  • Comparación de los pecados (q. 73).
  • Sujeto del pecado (q. 74).
  • Causas del pecado (qq. 75-84).
  • Efectos del pecado (qq. 85-89).

A través de 108 artículos, Santo Tomás de Aquino trata el tema del pecado, que ahora resumimos de modo muy sucinto.

1.- Definición de pecado

Santo Tomás nos da una precisa y sencilla definición de pecado: «El pecado es un acto humano malo”. El mal moral es un acto humano voluntario, que no se ajusta a la razón del hombre ni a la razón de Dios.

No cabe, pues, definición más lúcida y más breve a partir de unos presupuestos que son irrenunciables para una cultura verdaderamente humana que, por serlo, engloba la aceptación de Dios. He aquí los elementos esenciales que subraya esta breve definición tomista:

  • El pecado tiene origen en la libertad del El hombre es por ello libre y responsable de sus actos.
  • El pecado es un acto
  • El pecado dice relación a la razón Es un acto que se separa de la recta razón. De aquí que equivale a un autoengaño del hombre. De este modo, expresa Santo Tomás la dimensión ética del pecado.
  • Relación a Finalmente, el pecado se define como tal por orden a Dios, y, precisamente, no es una pura prohibición, sino la no aceptación del orden en que se mueve el mundo y la vida del hombre. Se subraya, pues, la dimensión religiosa.

Santo Tomás dedica menos atención a la definición, tan repetida de San Agustín, como «alejamiento» (aversio) de Dios y «conversión» (conversio) a las criaturas. Esta definición está subyacente en la doctrina moral sobre el pecado, dado que su concepción es teológica: todo pecado se define por referencia a Dios, es una separación de Dios.

Siguiendo también el concepto de pecado de San Agustín, Santo Tomás de Aquino afirma también reiteradamente que las realidades creadas son para servicio del hombre: disfrutar de ellas no constituye pecado. De aquí, que el hombre no peque cuando las goza en el uso para aquello que realmente sirven. Sólo el abuso origina el desorden. El motivo se encuentra en la misma ley eterna: el hombre no puede violentar el fin de las cosas, sino usarlas conforme a su razón de ser. El pecado está, precisamente, en el capricho del hombre al desvirtuar el uso de las cosas.

2.- Distinción de los pecados

Seguidamente, Santo Tomás propone el tema de la distinción de los pecados. A esto dedica los nueve artículos de la cuestión 72. Según Santo Tomás, el pecado admite distinciones, conforme la óptica desde la que se le contemple. Así, por ejemplo:

  • Los pecados difieren de especie según el objeto (a. l).
  • Cabe también dividir los pecados en espirituales y carnales, según que la “delectatio” sea carnal o espiritual (a. 2).
  • Si se toman en consideración las causas, los pecados se distinguen sólo por la causa final, o sea, en razón del fin, pero no por las otras causas (a. 3).
  • Cabe, asimismo, distinguir el pecado contra Dios, contra el prójimo y contra uno mismo, si bien la ofensa a Dios se incluye en todos (a. 4).
  • El pecado se divide en mortal y venial, pero no cabe una división específica en razón del reato (a. 5).
  • Asimismo se divide en pecados de omisión y de comisión, que no constituyen especies distintas (a. 6).
  • También distingue entre pecados internos del corazón, de palabra y de obra (a. 7).
  • De forma afirmativa resuelve Santo Tomás la cuestión de si los pecados se diversifican por la abundancia o por defecto (a. 8).
  • Finalmente, explica que no cabe diferenciar los pecados en razón de las circunstancias (a. 9).

La Suma trata otra serie de cuestiones importantes relacionadas con el pecado. He aquí algunas que conviene destacar:

  • El pecado original, el pecado mortal y el venial no deben entenderse de modo unívoco, sino simplemente analógico (cfr. 82 y q. 88, a. 1, ad l).
  • Comparación y jerarquía que cabe aplicar a los diversos pecados y vicios (q. 73, 1-2).
  • Especificar los grados de responsabilidad, teniendo en cuenta la ignorancia (q. 76; q. 88, 6, ad 2), la pasión o apetito sensitivo (q. 77) y las causas agravantes o que le excusan (q. 88, a. 5; cfr. Q. 73, aa. 9-10).
  • La distinción entre culpa y pena, como efectos ambos del pecado (q. 87, 6).
  • En el pecado hay que distinguir el acto y la situación del que permanece en pecado (q. 86, 1-2).

Pero entre estos y otros temas queremos destacar dos de especial relevancia para nuestros días: el pecado como descamino del hombre respecto del fin de su vida y la distinción de los pecados en mortal y venial

a.- El pecado constituye al hombre y a las criaturas en fin último

El sentido y fin de la existencia humana ha sido preocupación continua del pensamiento. El planteamiento y la respuesta lo expone magisterialmente Santo Tomás al proponer la vida moral a partir del “fin último”.

Por eso no es extraño que el Aquinate, al interpreta el pecado, lo considere como una dislocación de ese fin último, al que el hombre tiene que dirigir su existencia. De aquí que en la Suma se subraye que el pecado es un cambio de papeles: el hombre, en lugar de orientar su existencia hacia su fin, que es Dios, constituye en fin a las criaturas: la “conversión a las criaturas” es el reverso de su “orientación al fin”.

He aquí una serie de testimonios que aparecen diseminados en sus escritos: el hombre que peca “se adhiere a un bien temporal y lo constituye en un fin”. Esto es lo que hace el pecado mortal. Por el contrario, el pecado venial disfruta del bien temporal, pero no lo constituye en fin.

Siempre que el hombre peca, orienta y pone su fin en la criatura por la que comete el pecado. Y esta otra fórmula equivalente: “Por el pecado mortal el hombre se adhiere a la cosa temporal como un fin”.

b.- Pecado mortal y pecado venial

No haremos una exposición sistemática, tal como lo hace Santo Tomás en la q. 88, dedicada toda ella a la distinción y naturaleza del pecado mortal y venial. Subrayamos solamente algunos aspectos.

La distinción teológica pecado mortal—pecado venial la sitúa el Aquinate en relación con el fin último. En consecuencia, el pecado mortal despoja de sentido a la existencia humana, porque le desvía del fin que constituye la plenitud de la realización personal.

Así, por ejemplo, el artículo 1 distingue el pecado venial y mortal, por cuanto uno es «reparable» y el otro «irreparable». Pero la «irreparabilidad» consiste en que el pecado ha desviado al hombre del fin último; de ahí su nombre, «mortal». Por el contrario, el pecado venial, aun adhiriéndose de forma desmedida a un bien temporal, sin embargo no lo convierte en fin.

Bajo otra óptica, si se considera la caridad como valor que consigue la salvación, el Aquinate afirma que el pecado es «mortal» en la medida en que mata esa caridad que orienta al fin último.

En consecuencia, para que una acción constituya pecado mortal son necesarias: materia grave, conocimiento pleno de la razón y consentimiento perfecto de la voluntad. Estas tres condiciones han de interpretarse en relación al fin último, del que se separa el hombre siempre que comete una acción que reúna esas condiciones.

3.- Efectos del pecado mortal

Según la doctrina de Santo Tomás, repetida después por los comentaristas de la Suma, los efectos del pecado mortal son los siguientes:

  • Desorienta en sumo grado al hombre del fin último y, consecuentemente, merece el castigo eterno: «El pecado mortal causa el reato de la pena eterna».
  • Va contra la caridad, a la que ocasiona lo que denomina desaparición o muerte de la vida de la
  • El pecado mortal produce, desde el punto de vista del sujeto, un mal Sólo el perdón de Dios lo rehabilita. Santo Tomás acude a la comparación de la enfermedad: el venial sería una dolencia leve y el grave una enfermedad mortal.
  • El pecado mortal va contra la ley, mientras el venial se sitúa al margen de

No es extraño que en todas las comparaciones Santo Tomás sitúe el pecado venial a gran distancia del mortal. Lo más ilustrativo es el parangón entre la enfermedad leve y la muerte. Esta es la que caracteriza el pecado grave en el cristiano, al modo como la muerte biológica afecta a la vida corporal.

Es de admirar la antropología subyacente en la consideración tomista del pecado. Cuando se critica de «cosificación» al acto pecaminoso, como un defecto de la escolástica, este juicio no cabe aplicarlo a Santo Tomás. Y, cuando, al referir las tres condiciones que se requieren para el pecado grave, se habla de «formalismo» y de falta de «interiorización» para cometerlo, tampoco afecta a su doctrina, dado que Santo Tomás supone que el hombre no comete un pecado grave como por sorpresa, sino con claro conocimiento y mediando una decisión lúcida de la persona.

La teología sobre el pecado después de Santo Tomás de Aquino

En general, los grandes comentaristas siguieron la doctrina del Maestro con alguna divergencia en la interpretación. Hubo también algunas desviaciones. Así, por ejemplo: el voluntarismo nominalista fue un precedente del racionalismo cartesiano y cifró el pecado únicamente en relación al querer de Dios. Otras corrientes subrayaron la dimensión escatológica y distinguieron el pecado mortal y el venial sólo en razón del castigo eterno. Más relieve cobró la opinión del llamado «pecado filosófico» entre aquellos autores que separaron el orden natural y sobrenatural. En el siglo XVI, Bayo afirmaba que todo pecado era mortal, mientras que en el siglo XX algunos autores tratan de mensurar la gravedad del pecado en razón del compromiso social en la vida. Otras tendencias modernas difieren en interpretar la «opción fundamental» y las acciones singulares en la acción pecaminosa concreta. También en la actualidad se disiente acerca del criterio de distinción entre pecado mortal y venial. Todas estas cuestiones están contempladas en la doctrina del Magisterio, y que aquí sólo veremos a modo de resumen.

 

El Pecado en el Magisterio de la Iglesia

1.- Algunas intervenciones anteriores a Trento

Los documentos magisteriales en relación a la naturaleza del pecado fueron numerosos y de importancia. Destacamos los siguientes:

  • El Concilio XVI de Cartago del año 418, contra los errores pelagianos, se ocupa de los siguientes aspectos: pecado original y personal, su gravedad y relación entre gracia—pecado, ..
  • Al comienzo del siglo XIII, el Papa Inocencio III (1201) estudia los efectos del Bautismo y distingue entre pecado original y pecado personal actual: «el original se contrae sin consentimiento, mientras que el actual se comete con voluntariedad»…. «La pena del pecado original es la carencia de la visión de Dios; la pena del pecado actual es el tormento del infierno eterno».
  • El Concilio IV de Letrán (1215) determina la obligación de confesar al sacerdote los pecados, al menos una vez al año.
  • El Papa León X (1520) condena diversas proposiciones de Lutero, referidas al hecho del pecado y a las condiciones para adquirir el perdón.

2.- Concilio de Trento

El Concilio tridentino recoge abundante doctrina sobre el pecado en los siguientes puntos:

  • En la Sesión V, en el Decreto sobre el pecado original, se expone la doctrina acerca de la existencia, naturaleza y modo de Asimismo, se ocupa del bautismo de los niños y del perdón de los pecados del adulto que se confiesa, etc…
  • En la Sesión VI, en el Decreto sobre la justificación, principalmente en el 11, cc. 23, 25 y 27, distingue pecado mortal y venial. Asimismo, las sesiones XIV—XV exponen la condición del pecado: c. 5 sobre la libertad, c. 7 acerca de los actos hechos antes de la justificación, etc…

3.- Otros Documentos posteriores

El Papa San Pío V, en la Bula Ex omnibus afflictionibus del año 1567, condena diversas proposiciones de Bayo, que tocan directamente el tema del pecado y de la gracia.

El Papa Alejandro VIII, por un Decreto del Santo Oficio del 24 de agosto de 1690, condena la doctrina del llamado «pecado filosófico»; o sea, el pecado que se opone a la recta razón, pero no a Dios, por lo que se distingue del pecado teológico».

Ya en nuestro siglo, la Encíclica Humani generis de Pío XII (1950) menciona el error de quienes «pervierten el concepto de pecado original, sin atención alguna a las definiciones tridentinas, y lo mismo el del pecado en general, en cuanto es ofensa de Dios, y el de satisfacción que Cristo pagó por nosotros.

Concilio Vaticano II resume la doctrina católica en torno al pecado con una clara interpretación religiosa y antropológica. El texto más amplio corresponde a la Constitución Gaudium et spes. Se subrayan las siguientes verdades:

  • la existencia del pecado original a instigación del demonio y la rebelión de la voluntad del hombre contra Dios;
  • los datos de la Revelación se confirman con la propia experiencia: el hombre es testigo de su inclinación al mal;
  • esta inclinación se lleva a efecto con frecuencia: siempre que el hombre peca, se separa de su fin, con ello se quebranta el orden creado;
  • la lucha entre el bien y el mal se presenta de forma dramática en la existencia cotidiana del hombre: el pecado conduce a la esclavitud del que lo comete;
  • el pecado «ofende a Dios» y «hiere a la Iglesia»;
  • la naturaleza propia de la penitencia es «detestar el pecado en cuanto es ofensa de Dios»;
  • el pecado «esclaviza» al mundo; «entenebrece» la conciencia, «hiere» la libertad; «deforma» la semejanza divina;
  • a causa del pecado, la vida social «está viciada», pues el mundo «está afeado por el pecado»;
  • el pecado «perturba» las relaciones entre la ciudad terrena y la ciudad eterna ;
  • el hombre no puede liberarse del pecado por sus propias fuerzas; pero de él «nos ha liberado Cristo reconciliándonos de nuevo con Dios».

 

Exhortación Apostólica «Reconciliación y penitencia» de Juan Pablo II

Es el documento más importante acerca del pecado después del Vaticano II. El tema del pecado recorre todo el documento.

Destacamos algunos puntos más importantes:

  • Existencia del pecado: existe y de modo abundante, hasta el punto que el «mundo está en pedazos», lo cual queda patente en una cuádruple fractura del hombre: con Dios, consigo mismo, con los demás y con la creación (nn. 2, 3, 5, 6, 13).
  • Naturaleza del pecado: es un misterio, el «misterio de la iniquidad» (2 Tes 2:7) (n. 14). El pecado es desobediencia a Dios, ruptura con Dios, exclusión de Dios (n. 14).
  • Pérdida del sentido del Es un fenómeno que periódicamente se repite en la historia: hoy parece ser uno de esos momentos. La valoración de la crisis se formula con esta grave advertencia: «Se trata de un verdadero vuelco o caída de valores morales y el problema no es sólo de ignorancia de la ética cristiana, sino más bien del sentido de los fundamentos y los criterios de la actitud moral. El efecto de este vuelco ético es también el de amortiguar la noción de pecado hasta tal punto que se termina afirmando que el pecado existe, pero no se sabe quién lo comete». Se impone «restablecer el sentido justo del pecado». Pero «se restablece únicamente con una clara llamada a los principios inderogables de la razón y de la fe que la doctrina moral de la Iglesia ha sostenido siempre» (n. 18).
  • Distinción entre el pecado personal y el pecado social: «El pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la persona, porque es un acto libre de la persona individual, y no precisamente de un grupo o una comunidad». Es cierto que el hombre está condicionado por no pocos factores internos y externos que «pueden atenuar, en mayor o menor grado, su libertad y, por lo tanto, su responsabilidad y Pero es una verdad de fe, confirmada también por nuestra experiencia y razón, que la persona humana es libre». No obstante, cabe hablar también de «pecado social», más aún, «todo pecado tiene una dimensión social, pues la libertad de todo ser humano posee por sí mismo una orientación social».
  • Pecado mortal y pecado Esta dimensión del pecado es tan importante que «la mente del hombre jamás ha dejado de pensar en la gravedad del pecado». Lo vemos claramente manifestado en la Sagrada Escritura: El Antiguo Testamento menciona «diversas formas de impureza, idolatría, culto a falsos dioses», por las que se declaraba al pecador «eliminado fuera de su pueblo». Mientras había otros pecados que eran perdonados fácilmente. En el Nuevo Testamento se encuentran dos textos significativos: San Juan distingue entre pecados que llevan a la muerte a otros que no llevan a la muerte (1 Jn 5,16-17). Y San Mateo formula el llamado «pecado contra el Espíritu Santo» (Mt 12,31-37).
  • Definición de pecado: «Siguiendo la tradición de la Iglesia, llamamos pecado mortal al acto, mediante el cual, un hombre, con libertad y conocimiento, rechaza a Dios, su ley, la alianza de amor que Dios le propone, prefiriendo volverse a sí mismo, a alguna realidad creada y finita, a algo contrario a la voluntad divina (conversio ad creaturam). Esto puede ocurrir de modo directo y formal, como en los pecados de idolatría, apostasía y ateísmo; o de modo equivalente, como en todos los actos de desobediencia a los mandamientos de Dios en materia grave».
  • Al mismo tiempo critica lo que se ha dado en llamar la «opción fundamental», diciendo que es una consideración psicológica, pero no una categoría teológica. En consecuencia, «se comete un pecado mortal, cuando el hombre, sabiendo y queriendo, elige, por cualquier razón algo gravemente desordenado». Además «la orientación fundamental puede ser radicalmente modificada por actos particulares».

*** ***

Con esto acabamos una primera parte de este «tratado» dedicado a la Moral Fundamental para comenzar, a partir del próximo artículo, a hablar de cada uno de los Mandamientos.

Padre Lucas Prados

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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