Cuando se ofreció ante mis ojos en horizonte de la perfección, comprendí que para ser santa había que sufrir mucho, buscar siempre lo más perfecto y olvidarse de sí misma. Comprendí que en la perfección había muchos grados, y que cada alma era libre de responder a las invitaciones del Señor y de hacer poco o mucho por Él; en una palabra: de escoger entre los sacrificios que Él nos pide. Entonces, como en los días de mi niñez exclamé: «Dios mío, yo lo escojo todo. No quiero ser santa a medias, no me asusta sufrir por Ti. Sólo me asusta una cosa: conservar mi voluntad. Tómala.
¡Yo escojo TODO lo que Tú quieres!!!!!