Lo que ha ocurrido en España con Mons. Reig Pla es gravísimo e inadmisible. El prelado en cuestión señaló con acierto durante una misa que «los niños que nacen con discapacidad física o intelectual o psíquica, esto ya es herencia del pecado…Pero han sido llamados por Dios y tienen también como nosotros todo el fundamento de nuestra existencia en Dios».
Transmitió con rectitud y exactitud lo que sabemos por fe: que Dios no crea la enfermedad. Que la enfermedad y la muerte son consecuencia del pecado original, al igual que el cansancio en el trabajo, la concupiscencia, o los dolores del parto.
En la lectura del Génesis queda claro como Dios crea al hombre en un orden perfecto entre el cuerpo y el alma, pero el hombre cae, y el pecado original tiene como consecuencia el desorden de la naturaleza. Toda enfermedad es un desorden, aunque ahora decir eso parezca discriminación u odio al enfermo. Un infarto es un desorden, una hidrocefalia es un desorden, una esquizofrenia es un desorden, incluso una gripe es un desorden…y por eso vamos al médico, para curar ese desorden. Una discapacidad también es un desorden, incluso cuando estemos convencidos de la inocencia, bondad, inteligencia, dignidad y virtudes que una persona discapacitada ostenta, siendo tan amada por Dios como cualquier otra. O más, si cabe la expresión en la infinitud del amor de Dios.
Explica santo Tomás de Aquino que eso es así porque: «la vida e integridad del cuerpo consiste en estar sometida al alma, lo mismo que lo imperfecto se somete a lo perfecto; y, por contraste, la muerte y enfermedad o cualquier otro defecto corporal tienen su origen en la falta de sujeción del cuerpo al alma. Está, pues, claro que, así como la rebelión del apetito carnal contra el espíritu es pena del pecado de los primeros padres, también lo es la muerte y demás defectos corporales» (SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma teológica, II-II, q. 164, a, 1, sed)
Por otro lado, no es discriminación ni pecado de odio ni nada por el estilo predicar la fe según el catecismo de la Iglesia Católica, y para eso están los púlpitos.
Pero no se qué ministerio y con qué competencias ha enviado una queja al Defensor del Pueblo en la que señala que en el año 2025 «los púlpitos no pueden ser espacios para estigmatizar sino para promover el respeto a los derechos humanos a toda la ciudadanía sin excepciones».
Vamos a ver, señor ministerio: En el año 2025 los púlpitos tienen la misma función que en el año 1: predicar la fe. El problema es que la cultura actual está tan alejada ya de la cultura cristiana que lo que para los cristianos de hace muy poco tiempo era enseñanza de la Iglesia ahora, para esos mismos cristianos, es un escándalo.
Nos escandaliza que nos digan cosas como que las consecuencias del pecado original son la enfermedad y la muerte, entre otras. Nos escandaliza que nos digan que es posible la condenación eterna. Nos escandaliza que nos digan que el matrimonio que Dios instituye es entre hombre y mujer. Nos escandaliza que nos digan que una persona en pecado mortal no puede comulgar, y que, por ejemplo, el adulterio o las relaciones sexuales fuera del matrimonio lo son.
En resumen, nos escandaliza nuestra propia fe.
Y resulta, además, curiosa y lamentablemente, que nunca se han abortado más niños enfermos y discapacitados que en la actualidad, porque hemos perdido el sentido de dignidad del ser humano, aun enfermo, aún tocado por el pecado original, o precisamente por eso, redimido y amado por Dios, querido y deseado por Dios, llamado por Él a la vida humana y a la bienaventuranza eterna, enfermo o sano, de cualquier raza o color.
Así que no seamos hipócritas, que muchos de los críticos de Mons. Reig y Pla son los primeros defensores de los abortos de estos niños.
Y si consentimos ataques e intromisiones de los poderes temporales tan injustos como el perpetrado contra Mons. Reig Pla terminaremos teniendo una religión oficial y censurada por el Gobierno, como en China, donde los sacerdotes predicarán lo que les permita el Pedro Sánchez de turno, privados de libertad absoluta para proclamar la fe, o serán mártires.
Desde aquí, y de parte de muchos cristianos, todo nuestro apoyo a Mons. Reig Pla y a todos aquellos que siguen predicando con valentía los principios de nuestra fe. Ojalá todos los sacerdotes lo hagan, aún a riesgo de denuncias, cárcel, escándalo o cierre de iglesias…y eso es lo que se nos viene encima, si no reaccionamos y defendemos nuestra fe y a nuestros sacerdotes, religiosos y laicos que la proclaman con valentía, desde el púlpito, desde sus lugares de trabajo o desde donde les sea posible. A tiempo y a destiempo, como decía San Pablo.
Cristina González Alba