Quienes me conocen, saben que he tenido una vasta convivencia con sacerdotes, y me ha tocado conocerlos de todo tipo. Esto es así, puesto que alguna vez fui seminarista en un seminario diocesano. El cual eventualmente abandoné al descubrir que Dios Nuestro Señor no me llamaba al sacerdocio. Casi a la par, tuve la gracia de conocer la misa tradicional. En estos últimos años he podido observar distintas posturas clericalistas (y no precisamente de curas que usen alzacuello) en pro y en contra de ella.
Quisiera agradecer a los curas que me han prohibido ir a misa tradicional, porque gracias a su mal testimonio es que sigo y seguiré asistiendo a esta forma del rito. Si los fieles buscan la misa tradicional, en gran parte es responsabilidad de ustedes, detractores de la misa, de la fe, del sacerdocio, del sacramento que llevan impreso en sus almas.
Gracias por sus dobles vidas.
Gracias por ser curas de seis a siete que dura su misa.
Gracias por negarnos la confesión, alegando que hay horarios, dentro de su sacerdocio de oficina.
Gracias por amancebarse con mujeres, hombres o con lo que sea, llenando así su vacío de Dios.
Gracias por insinuársenos a los fieles, o llegar a tocarnos sin nuestro consentimiento.
Gracias por creer que su obligación de estudiar termina con su salida del seminario.
Gracias por sus homilías vacías, donde reflejan su vacío espiritual y académico.
Gracias por tratar al Santísimo Sacramento con nula reverencia y respeto.
Gracias por utilizar al Santísimo Sacramento buscando su fama personal, exponiéndolo en custodias indignas y blasfemas.
Gracias por su filosofía y teología ambigua que confunde a los fieles, y los lleva a aceptar atrocidades como el aborto en casos de violación o en cualquier circunstancia, o crímenes contra la naturaleza.
Gracias por perseguir a los sacerdotes que sí viven su vocación y se esfuerzan por la salvación de las almas, y no me refiero solo a quienes celebran la misa tradicional, puesto que en los cleros diocesanos y en las casas religiosas siempre hay un constante ataque a quienes con su vida les ocasionan un remordimiento de consciencia.
Gracias por preocuparse más por la “pastoral” que reducen a puro activismo, y descuidar el pastoreo de las almas.
Gracias por abandonarnos, porque nuestras almas tienen sed de Dios. Del Dios de quienes ustedes son dispensadores y nos cierran las puertas.
Gracias por su clericalismo perseguidor y tiránico, puesto que lejos de buscar la unión tan querida por Cristo, con sus constantes falsos solo provocan más división y alejamiento.
Gracias por su “sincera preocupación” porque el padrecito diga todo en latín o nos dé la espalda. No se preocupen, plenamente conscientes de esas “groserías” elegimos asistir a misa tradicional, entre mil opciones más.
Gracias por callar injusticias por temor a perder puestos o cargos eclesiásticos.
Por favor y por lo que más quieran, sigan siendo sacerdotes infieles a Cristo, puesto que mientras sigan ofreciendo nada con su sacerdocio, seguiremos buscando las fuentes donde nuestras almas puedan saciar su sed de Dios.
Antes que reformar la ley de la Iglesia para asfixiar a los fieles, reformen sus vidas. Quizás así un día sus templos que se vacían cada vez más y más, tengan el efecto que tienen los templos donde se ofrece la misa tradicional, esto es, que se llenan cada vez más y más.
Sean sinceros. El único mal que les causa la misa tradicional es el remordimiento de sus conciencias con la vida santa y dedicada a Dios de los sacerdotes que la celebran.
Todo lo anterior lo sostengo desde el acercamiento que tuve a ciertos sacerdotes del que he salido totalmente desilusionado, puesto que dicen buscar a Dios y en realidad se buscan a sí mismos.
Aclaro, esto no lo digo generalizando al clero. En estas líneas me refiero únicamente a aquellos que con un ánimo más propio de enemigos de la Iglesia que de pastores de almas, buscan destruir la misa y en quienes he visto que su “lucha y preocupación” no es sincera, sino que como itero, combaten contra lo que contradice sus vidas, que es la santidad sacerdotal. Puesto que no he conocido sacerdotes entregados a su ministerio a quienes les incomode esta misa.
Me gustaría citar esta lectura que reciente y oportunamente se ha leído en el leccionario de la misa nueva. A ver si resuena en los oídos de los enemigos de la misa tradicional, quienes al final son sus mejores amigos y que a fuerza y a pesar de ellos hacen que crezca y se difunda.
“¡Ay de los pastores que pierden y dispersan las ovejas de mi majada! -oráculo del Señor-. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de los pastores que apacientan a mi pueblo: «Vosotros habéis dispersado mis ovejas, las habéis ahuyentado, no habéis cuidado de ellas. Mirad que Yo mismo me ocuparé de castigar la maldad de vuestras obras -oráculo del Señor-. Congregaré los restos de mis ovejas de todas las tierras adonde las expulsé, y las haré volver a sus pastos para que crezcan y se multipliquen. Pondré sobre ellas pastores que las apacienten, para que no teman más, ni se espanten, ni falte ninguna -oráculo del Señor-. Mirad que vienen días -oráculo del Señor-, en que suscitaré a David un brote justo, que rija como rey y sea prudente, y ejerza el derecho y la justicia en la tierra. En sus días Judá será salvada, e Israel habitará en seguridad, y éste será el nombre con que le llamen: «El Señor, nuestra Justicia».”
Jer. 23, 1-6.
Por último, también agradezco a tantos y tantos obispos que han tenido a bien confirmar los apostolados con misa según el misal de Juan XXIII en sus respectivas diócesis y defendernos, afirmando que no somos cismáticos ni una iglesia paralela a la católica. Gracias por ser pastores que saben curar las heridas que ocasionan otros jerarcas, porque en la Iglesia Católica nacimos y en ella queremos que nos llame Dios a su presencia.
Lorenzo Gracián