Antiguamente todos éramos criados con valores morales que edificaban a la persona. Padres, profesores, abuelos…, eran autoridades dignas de respeto y consideración. Era inimaginable faltar el respeto a los más ancianos, a maestros o autoridades. Confiábamos en los adultos porque siempre nos mostraban el buen camino. Solo teníamos miedo de la oscuridad, de los sapos, de los ratones, o de las películas de terror.
Hoy tengo una tristeza infinita por todo lo que hemos perdido; por el miedo que percibo en la mirada de las personas; porque hemos vuelto el mundo de revés.
Hoy día, pagar las deudas es ser tonto; se da amnistía a los estafadores; se ridiculiza a los que son honestos. Para muchas personas, no aprovecharse de la situación es ser un necio.
¿Qué pasó con nosotros…?
Los profesores son maltratados en las aulas; los comerciantes son amenazados por traficantes; los corruptos se pavonean de sus vicios ante los demás; hemos tenido que poner rejas en todas nuestras ventanas por el peligro de robo. Cada uno vive encerrado en su mundo. Los hijos exigen regalos o dinero a sus padres por pasar de curso.
¿Dónde están los valores? ¿Qué tenemos que dar para recibir un abrazo? ¿Desde cuándo a lo correcto se le considera ridículo?
Para muchas personas más vale un coche caro que una amistad auténtica; es más importante una televisión de pantalla gigante que una conversación entre amigos. Más vale un traje de Armani que un diploma. En definitiva, estamos más preocupados por el “parecer” que por el “ser”.
Ya estoy harto de vivir asustado y encerrado por temor! ¡Quiero quitar las rejas de mi ventana para que mi casa no parezca una prisión! ¡Quiero que la honestidad vuelva a ser motivo de orgullo! ¡Quiero que se vuelva a poner de moda la rectitud de carácter, la cara limpia y la mirada a los ojos! ¡Quiero esperanza, alegría, confianza y fe!
¡Quiero que nos avergoncemos de lo que está mal y nos sentamos orgullosos de pregonar la verdad y la virtud! ¡Quiero volver a enorgullecerme de nuestros líderes políticos y religiosos! ¡Quiero que la palabra de honor dada por un hombre, vuelva a ser sinónimo de juramento! ¡Quiero ser y no simplemente tener y hacer! ¡Quiero recuperar la verdadera vida, simple como la lluvia, limpia como el cielo de abril, refrescante como la suave brisa de la mañana!
Sueño con un mundo sencillo para todos. Un mundo que tenga el amor, la caridad, el respeto, el perdón…como valores incuestionables.
Volvamos a ser los protagonistas de nuestra propia vida y a recuperar el tesoro que hemos ido perdiendo aceleradamente durante los últimos años. Un mundo donde las personas se respeten; en el que dejemos de estar crispados, y donde podamos tener verdadera paz en nuestro corazón. En una palabra, un mundo en el que Dios no se avergüence de vivir y pueda permanecer con nosotros.
¿Utopía?…, es posible; pero por lo menos, hagamos el intento. Nuestros hijos se lo merecen y nuestros nietos nos lo agradecerán.
Padre Lucas Prados