Desde hace algún tiempo un seminarista de veinticinco años -¡qué buen corazón!- se detiene a hablar conmigo, visto que no me considera vitandus por mi fidelidad a la Tradición católica. No es de mi diócesis, sino de una diócesis de Italia del Norte.
Gianni -este es su nombre- me ha contado: “¡Si supieses cuántas herejías me toca estudiar sobre la Sagrada Escritura! Tenemos un profesor (un sacerdote, pero no se sabe si celebra todavía Misa y cuántas veces al año) que ha conseguido licenciaturas en el Norte de Europa en los años arrasadores del post-concilio… y, no obstante tanta erudición, nadie sabe lo que cree. Son cosas para llorar. ¡Y nosotros seminaristas tenemos que escuchar y estudiar la Palabra de Dios con un loco así!”.
Le he preguntado si no tienen un rector que vigila, un Obispo que haga algo… El buen seminarista (en un año será sacerdote) no me ha respondido y me ha contado además que cuando, en el seminario estudiaba filosofía, ¡tenía un profesor de metafísica -un laico, no un sacerdote- que negaba la existencia de la metafísica y ponía en duda -negaba- las Verdades de razón y las Verdades de fe! “Y nosotros hemos estudiado metafísica con un desgraciado así… Pero te confieso una cosa que te gustará. Ninguno de nosotros seminaristas acepta y hace suyas las ideas del filósofo y del biblista. ¡Pero piensa, sin embargo, al desastre de la Verdad!”.
He insistido: “¿Y vuestro Obispo qué hace? ¿no se siente culpable de una infamia así?”. No me ha respondido. Ha comentado triste: “Tú reza a la Virgen, para que, no obstante todo, lleguemos a ser sacerdotes de la Verdad, de la Buena Tradición católica. ¡Verás que la Virgen nos protege también de los profesores del seminario!”.
¿Quién sabe en cuántos seminarios existen situaciones así? La masonería ha conseguido colocar a sus hombres también en los seminarios, para corromper al clero desde su formación juvenil. Así la apostasía está asegurada entre sacerdotes y fieles. Me he acordado de un sacerdote amigo mío, muy bueno, que, cuando estudiaba en el seminario, una mañana interrumpió al profesor (conocido en toda Italia) y le dijo: “¡Cambie de trabajo! ¡Usted es un luterano, no un teólogo católico!”. La cosa llegó a oídos de su Arzobispo, el cual convocó al joven y le dijo: “Muchacho mío, tú tienes razón, pero yo no soy capaz de ocuparme. Ahora vas a ir a estudiar a Roma, porque aquí estás señalado con el dedo. Pero yo estoy contigo”.
Acabados los estudios con bachillerato y licenciatura, el joven fue ordenado por su Arzobispo, que estaba orgulloso de él. ¿Pero de aquel hereje qué ha sido?
Mis muchachos y yo no vamos a recibir la Comunión incluso por un ataque de ira o por una palabra fuera de tono, pero Obispos y conferencias episcopales que permiten en los seminarios profesores que corrompen a los seminaristas con una falsa teología, una doctrina propia de un apóstata, ¿cómo pueden subir cada día al altar para celebrar la Santa Misa? ¿Cómo pueden incluso dormir por la noche, pensando que también por su culpa mañana habrá sacerdotes desviados?
¿No han pensado jamás que si no hay vocaciones es también porque Dios no permite que sus llamados, sus predilectos, se conviertan en el seminario en herejes y maestros de herejía para el Pueblo de Dios? ¡Ilustrísimas cabezas mitradas, pensad bien en esto y ocupaos enseguida, que ya es tarde desde al menos 50 años! Una confesión: en este momento me viene a la mente Dante, nuestro sumo poeta, ¡que ha llenado su infierno de Papas y Cardenales!
Me alegra que mi amigo seminarista utiliza los libros que le he pasado yo, para resistir en nombre de la Verdad al biblista sin fe y el metafísico que niega la metafísica.
Christus vincit!
Insurgens
[Traducido por Marianus el Eremita]