Habiendo muerto Herodes, apareció el ángel en Egipto a san José en sueños, y le mandó que volviesen a la tierra de Israel. Mas porque reinaba en ella Arquelao, hijo de Herodes, temió su furor e ira; y por orden del ángel fueron a Nazareth, cumpliéndose lo que estaba profetizado de Cristo, que se llamaría Nazareno.
PUNTO PRIMERO. Considera la providencia que tiene Dios para con los suyos, y cómo a ninguno olvida, sino que cuida de ellos con más vigilancia que lo que ellos mismos pueden cuidarse. Contempla la paz y quietud con que la Santísima Virgen y el glorioso san José moraban en Egipto entre gentiles idólatras, desterrados de su patria, dejando a Dios todo el cuidado de sus personas. Quien los consoló, y alzó del destierro cuando convino a su servicio. Y aprende a confiar en Dios en tus trabajos, y arrojar todos los cuidados en las manos de su Providencia. El cual la tendrá de ti, y te consolará y sacará de ellos cuando más te conviniere y fuere servido.
PUNTO II. Considera el viaje de estos santos caminantes, el sentimiento de los egipcios porque los dejaban, el gozo de la Virgen y del Santo José por volver a su tierra, las pláticas celestiales, en que pasarían el camino, el olor de santidad que dejarían en todas partes, y acompáñalos en su viaje, ofreciéndote a su servicio y gozando de su compañía. Mira cómo los santos en todas partes son recibidos y estimados, hasta de los idólatras de Egipto; porque en todas partes hacen bien a todos, y dan indudables ejemplos de santidad. Aprende a darlos tú con el buen proceder de tu vida, y aunque te halles entre idólatras y pecadores, procura ser como el sol, que no se mancha con el cieno, antes lo alumbra y purifica, y lo mismo has de hacer tú con los encenagados en sus vicios, alumbrarlos, enseñarlos y purificarlos con la luz de la doctrina y el buen ejemplo de tu vida, sin que te manchen el cieno de sus malas costumbres.
PUNTO III. Considera cuán presto se les aguó el gozo a estos santos desterrados, pues ni bien llegaron a su patria hallaron nuevos peligros de perder al Santísimo Niño. Considera que en todas partes hay riesgos, aunque sea la tierra de Israel escogida de Dios por heredad suya, y que entre sus compañeros y amigos hallaron más peligros que en el destierro de Egipto. No busques seguridad en parte alguna, sino más bien, anda siempre cuidadoso de tu salvación y de no perder a Cristo, y cree que el lugar más seguro para ti, será donde Dios te pusiere, como lo fue para su Santísimo Hijo. Pondera que temieron a Arquelao, hijo de Herodes, porque ordinariamente los hijos heredan con la sangre las costumbres de sus padres. Ruega a Dios por todos, y mira de quien te fías, apártate de las ocasiones, como se apartó Cristo de las de sus enemigos, no esperes milagros, sino sigue la Providencia divina, y las inspiraciones santas que Dios te envía y lo que te dicta la virtud de la prudencia.
PUNTO IV. Fue Cristo a Nazareth para que se cumpliese la profecía de los profetas, que se había de llamar Nazareno. Aquí considera cómo nos debemos sujetar a los planes divinos, porque se ha de cumplir todo lo que tiene decretado para nosotros; no resistas su Voluntad, porque se ha de hacer en toda las cosas, y se ha de cumplir en ti. Y así humíllate en su acatamiento, y dí con toda resignación: hágase, Señor, en mí tu Voluntad, así como se cumple en el cielo, cúmplase todo lo que mejor te parezca que hay que hacer y disponer conmigo. Pondera que se llama Cristo Nazareno, que significa religioso, separado y escogido. Porque si lo eres, conviene que florezcas en todo género de virtudes, y que estés separado de todos los negocios del siglo y dedicado totalmente al servicio de Dios. Esta es tu obligación. Atiende como la cumples, y pídele a nuestro Señor gracias para despreciar todo lo terreno, y no cuidarte de otra cosa sino de su santo servicio, y de cumplir con la obligación de tu estado y profesión.
Padre Alonso de Andrade, S.J