San Maximiliano Kolbe, apóstol del Reino de María

El 14 de agosto, la liturgia universal de la Iglesia conmemora a San Maximiliano María Kolbe, el gran apóstol de la Inmaculada del siglo XX.

Raimundo Kolbe nació en Polonia el 7 de enero de 1894 y sus padres eran cristianos fervientes. Tras ser acogido en el colegio de los franciscanos conventuales de Leópolis adoptó el nombre de Maximiliano. Estudió en Roma y se doctoró en filosofía y teología y fue ordenado sacerdote el 28 de abril de 1918. Cantó Misa al día siguiente en el altar de la capilla de San Andrés, donde en 1842 se había aparecido milagrosamente la Virgen convirtiendo al judío Alfonso Ratisbona.

En Roma, fundó en 1917 la Milicia de la Inmaculada para la conversión de todos los hombres por medio de María. Seis años más tarde, enfermó de tuberculosis. Regresó a Polonia, instalándose en Cracovia, y al no poder enseñar por su falta de salud se dedicó al apostolado mariano, sobre todo mediante la prensa, y así su apostolado misionero se extendió por Europa y Asia. Todavía no se había desencadenado sobre Europa el castigo de la guerra, que interrumpiría bruscamente todas sus grandes obras. El 1º de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia, y tres años después fueron expulsados todos los alemanes del convento de Niepokalanów, centro de sus actividades. El padre Kolbe fue detenido e internado en el campo de concentración de Auschwitz. Según los testigos, «vivía todos los días de Dios. Atraía a todos hacia Dios, y su deseo que viviéramos bien y soportáramos bien la vida en el campo de trabajo. Se podría decir que tenía una especie de imán con que atraía a él, a Dios y a la Santísima Virgen. Hablaba mucho de Dios, y nos inculcaba que Dios es bueno y misericordioso. El siervo de Dios quería convertir a todo el campo de concetración…»

Auschwitz fue la última tierra de misión del P. Kolbe, y la muerte su último gesto de apostolado, conclusión de una vida que se había fijado por objetivo el heroísmo. «Las circuntancias que acompañaron la condena a muerte del padre Kolbe fueron las siguientes –cuenta el preso por el que dio la vida Kolbe–: a raíz de la fuga de un recluso de nuestro pabellón, nos alinearon en diez filas a la hora de pasar lista por la noche. El comandante de campo Fritsch se acercó escoltado por los guardias de servicio y se puso a seleccionar diez prisioneros de entre las filas. Entre ellos, me señaló a mí. Al salir de la fila, no pude evitar que se me escapara exclamar que me gustaría volver a ver a mis hijos. Al instante salió de entre las filas otro preso ofreciéndose a morir en mi lugar. Un guardia lo condujo al grupo de condenados a muerte y me mandó volver a la fila».

Los diez condenados fueron recluidos en un búnquer y condenados a morir de hambre.

Un testigo que se ocupaba de los humildes servicios del búnquer ha descrito los últimos días del padre Kolbe: «De la celda donde se encontraban aquellos infelices se oían todos los días oraciones recitadas en alta voz, el Rosario y cánticos religiosos, en los que participan también presos de otras celdas. Cuando no estaban presentes los vigilantes bajaba al subterráneo para consolar a los compañeros y conversar con ellos. Las calurosas oraciones y los himnos a la Virgen se extendían por todo el sótano. Me parecía estar en una iglesia. El padre Maximiliano Kolbe empezaba, y todos respondían».

Tras una agonía de casi dos semanas, el padre Kolbe y los últimos supervivientes fueron asesinados con una inyección de ácido fénico en la vena del brazo izquierdo. La muerte le imprimió un singular y fascinante expresión a su rostro: su sereno y puro semblante resplandecía. Era el 14 de agosto de 1941, víspera de la Asunción.

Durante el otoño de 1940, según testimonia un hermano de su orden, el padre Maximiliano le dijo en el curso de una conversación: «Padre, usted nos dice siempre que si nos detuviera la Gestapo y muriéramos en un campo de concentración, sería un martirio por la fe. Constantemente detienen a muchas personas y bastantes mueren en esos campos, y sin embargo no se puede decir que mueran por la fe, sino por la patria. ¿Por qué la muerte nuestra sería por la fe?

»Abriendo mucho los ojos, el padre me miró y respondió con convicción: “Si, hijo mío, nuestra muerte sería un martirio por la fe; me explico: desde el primer momento, cuando nos congregamos en el convento, le expliqué al provincial alemán en Sochaczew, porque éramos muchos los que estábamos allí reunidos, cuál era nuestro objetivo. Nuestros fines no eran en modo alguno políticos sino religiosos: el ansia de conquistar almas para la Inmaculada, y le enseñé la regla de los caballeros de la Inmaculada, en la que se resumen nuestros ideales. Por esos ideales ahí escritos, es decir para santificarnos y santificar a las demás almas, estamos dispuestos a ofrecer la vida. Los alemanes saben oficialmente cuáles es el objetivo por el que estamos en el convento, y si intentasen hacer algo contra nosotros lo harían por odio a la religión. Por eso, en tales circunstancias, nuestro sacrificio ofrecido a la Inmaculada sería un verdadero martirio por la fe”».

Maximiliano Kolbe fue el apóstol del Reino de María, del cual han hablado grandes figuras como San Luis María Grignion de Monfort y Plinio Correa de Oliveira. «Vivimos en una época, escribió, que podría llamarse el comienzo del Reino de la Inmaculada»; «bajo su estandarte se librará una reñida batalla, y enarbolaremos sus banderas sobre los baluartes de los reyes de las tinieblas. La Inmaculada será la Reina del mundo entero y de cada alma en particular, como predijo la beata Catalina Labouré»; «La Inmaculada será, y debe ser reconocida como tal, Reina de todos y de toda persona, en Polonia y en el mundo entero, y lo más pronto posible: esa es nuestra consigna, por la que va la pena vivir, trabajar, padecer y morir».

San Maximiliano Kolbe no conocía la gran promesa de Fátima, pero había predicho que no estaba lejos ni era un sueño, después de lo que llamó la prueba de la sangre, la llegada del grandioso día en que Rusia se convertiría y una estatua de la Inmaculada se entronizaría solemnemente en Moscú.

Durante su vida, muchos se burlaron de sus ideales de apostalado, o no los entendieron bien. «Entre las dificultades que aguardan a los caballeros de la Inmaculada –advertía el P. Kolbe– la más dura no es el trabajo agotador ni la persecución por parte de nuestro enemigos, sino la persecución a la que se pueden someter personas sensatas, prudentes y hasta devotas y santas». Muchos, entre ellos algunos hermanos de orden y superiores, lo tildaron de soñador quijotesco y de exagerar en cuanto al culto a la Inmaculada. La historia acabaría por darle la razón. En la encíclica Ad Caeli Reginam del 11 de octubre de 1954, Pío XII sentó las bases teológicas para el culto a María Reina del Cielo y de la Tierra, y en su discurso del 1º de noviembre del mismo año, afirmó que «invocar el Reino de María es […] la voz de la fe y la esperanza cristiana».

Juan Pablo II canonizó al padre Maximiliano Kolbe el 17 de octubre de 1982. El Reino de María es el gran ideal porque el que actualmente luchan y rezan millares de almas en el mundo entero.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Roberto de Mattei
Roberto de Matteihttp://www.robertodemattei.it/
Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas. Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delega para las áreas de Ciencias Humanas. Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/). Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas:La dittatura del relativismo traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.

Del mismo autor

Las causas de la guerra y el camino a la paz verdadera según Pío XII

Entre los aniversarios que se conmemoran en el mes de octubre...

Últimos Artículos

El itinerario teológico de Juan Pablo II hacia Asís (IV)

NOTA PREVIA DE ADELANTE LA FE En ocasiones anteriores, hemos...

El beato cardenal Ildefonso Schuster, monje y arzobispo de Milán

El pasado 30 de agosto se cumplieron 70 años...

El mensaje de la filosofía romana antigua para el hombre de hoy

LUCIO ANNEO SÉNECA Séneca1 es el más grande de los...