El nuevo circo romano

Quizá para alguien esté demás recordar lo que solía suceder en los circos de la Roma pagana, pero, por las dudas, pienso que es bueno recordarlo. Hubo un tiempo en que determinadas personas gozaban con sangrientas y horrorosas matanzas a las que tenían por formidables y entretenidos espectáculos, espectáculos promovidos por la plana política del momento. Los circos romanos fueron almácigo de mártires. Entonces, en dichos lugares veíamos: algún endemoniado emperador; algunos obsecuentes y muy allegados a él; algunos políticos que cobardes se mostraban complacientes con el gobernante pero que en el fondo lo detestaban; los espectadores enardecidos; los torturadores, las fieras; y ante todos ellos: los cristianos que daban su sangre por amor a Dios y por no caer en la idolatría.

He aquí el paganismo del circo deseoso de diversión y placeres, deseoso en definitiva de mundo y falsa religiosidad. Porque el mundo siempre tuvo y tiene su falsa religiosidad. 

El grito que hacía estremecer hasta a la misma arena fue: “¡Cristianos a las fieras!” Y se veían a las fieras saltar hambrientas sobre católicos inflamados en amor. Mártires agradecidos con quienes los martirizaban porque los mandaban prontamente con Cristo. Desfilaban por el circo romano hombres y mujeres mayores, niños y niñas de las más tiernas edades, cuya fe era más firme que el acero y más luminosa que la misma luz. En ellos se hundían los filosos colmillos de los felinos, y las garras de estos últimos, feroces surcaban las carnes. Miembros desechos esparcidos por todos lados y fresca sangre regaba las arenas circenses.

En el circo de la roma pagana vemos morir, por caso, a Santa Perpetua y a Santa Felicidad, ambas perseguidas por el emperador Séptimo Severo. La diversión consistió en que fueren decapitadas. Uno de los martirios más tremendos fue el padecido por Santa Blandina, jovencita que, paradójicamente, era muy delicada de salud. Un historiador llamado Justo González, nos narra la muerte de la santa en estos términos: «la más destacada de todos estos mártires fue Blandina, una mujer débil por quien temían sus hermanos. Cuando le llegó el momento de ser torturada, mostró tal resistencia que los verdugos tenían que turnarse. Cuando varios de los mártires fueron llevados al circo, Blandina fue colgada de un madero en medio de ellos y desde allí les alentaba. Como las fieras no la atacaron, los guardias la llevaron de nuevo a la cárcel. Por fin, el día de tan cruentos espectáculos, Blandina fue torturada en público de diversas maneras. Primero la azotaron; después la hicieron morder por fieras; acto seguido la sentaron en una silla de hierro candente; y a la postre la encerraron en una red e hicieron que un toro bravo la corneara. Como en medio de tales tormentos Blandina seguía firme en su fe, por fin las autoridades ordenaron que fuese degollada».

Mártir significa “testigo”. ¿Testigo de qué? Testigo de la fe. El mártir es aquel que muere por no apostatar. Muere por amor a la fe y odio a la apostasía. El testigo de la fe católica, confiesa la fe ante el que envía al martirio, le enrostra su mal, pero no odia al malvado: reza por él e incluso ofrece por él su martirio.

Hace ya varias décadas se ha levantado un circo horroroso ante los ojos de quienes deseen verlo, tanto más horroroso cuanto lo vemos provenir de quienes jamás uno se hubiese imaginado. Un circo que, como el antiguo, también involucra a Roma. También como el antiguo busca quedar bien con el mundo. También como el antiguo proviene desde planas mayores. También como el antiguo induce a una falsa religiosidad. También como el antiguo presenta obsecuentes. También como en el antiguo se ven cobardes que al tiempo que detestan las maldades prefieren callarse para mantener algún puestito o para resultar aceptables al mundo. También como el antiguo persigue cruelmente a los verdaderos testigos de la fe y los hace quedar como culpables. También como el antiguo produce dos clases de muerte, y así como antes los mártires morían para gloria, y los que se deleitaban en la masacre morían en espíritu para condenación; así también ahora a unos se los quiere matar con fulminaciones canónicas por defender la gloriosa Tradición, y a otros se los mata con un veneno que les corrompe la fe poniendo las almas en camino de perdición. Se trata, ni más ni menos, que del “Circo de la Roma Modernista”. He aquí el nuevo circo romano.

Pero el Circo de la Roma Pagana tiene sus grandes diferencias con el Circo de la Roma Modernista, tan grandes son que lo demoníaco del primero es minúsculo comparado a lo demoníaco del segundo. Y estas son esas diferencias:

El antiguo circo confesamente se tenía por idolátrico y confesamente se mostraba anticatólico. El circo modernista, en cambio, se hace llamar católico pero es decididamente anticatólico. El antiguo mataba desde fuera, como enemigo que se para enfrente de uno, el moderno mata desde dentro, como enemigo que se hace el amigo para matar sin parecer que mata. El antiguo corrompía desde fuera, el nuevo corrompe desde dentro. El antiguo obligaba a apostatar en nombre de la idolatría, el nuevo, por el contario obliga a apostatar en nombre de lo católico que, en verdad, es algo seudocatólico, y que, por esto último, principalmente, es que es refinadamente mil veces más satánico que el primero. El antiguo mataba mostrando un odio no disimulado, el nuevo mata en nombre de la seudomisericordia, la que implica un odio que se camufla de caridad. El antiguo, por orden del superior, castigaba a los buenos en nombre del paganismo, el moderno, por orden del superior, castiga a los buenos, en nombre -¡oh locura!- del catolicismo que dicen profesar y no profesan. El antiguo, castigaba como autoridad civil, el moderno castiga siendo autoridad religiosa, trátese de papa u obispo posconciliar. El antiguo hacía idolatrar en nombre de Jupiter, Jano, Minerva, Apolo o Marte, el nuevo, hace idolatrar en nombre del adefesio Unitatis Redintegratio, en nombre del multicéfalo monstruo del averno  Ut Unum Sint, en nombre del destructivo Discurso en Colonia en 2025, o en nombre del documento ponzoñoso y mortal  llamado El obispo de Roma.

Lo tremendísimo del circo romano modernista es que mucha pobre gente apostata sin saber que ha apostatado. Creen que practican el catolicismo cuando, en verdad, practican algo no católico. Antes, alguien era llevado al martirio por no rendir homenaje a los ídolos, ahora es un Papa quien en nombre del catolicismo rinde homenaje a la Pachamama, haciendo creer a quienes se dicen católicos que eso está muy bien; antes, alguien era llevado al martirio por rechazar el ultraje hacia lo católico (¡con más razón si se trataba de la misma Santísima Eucaristía!), hoy se ultraja a Cristo con la comunión en la mano modernista, y una inmensa mayoría, acaso sin advertirlo, practica la irreverencia o participa en celebraciones en donde se la practica.

El Circo de la Roma Modernista promueve la idolatría en nombre del catolicismo; promueve ceremonias protestantizadas en nombre del catolicismo; promueve la oración con falsos cultos en nombre del catolicismo; promueve la bendición de parejes del mismo sexo en nombre del catolicismo; reformulan todo Vaticano I con el documento “El obispo de Roma”, en nombre del catolicismo. Muchos tienen a todo eso como católico. A quienes se han opuesto a dicho circo, caso del valentísimo Monseñor Marcel Lefebvre; o a quienes hoy se oponen alzando la voz, se los excomulga, se los suspende, se los trata de cismáticos, y todo eso se lo ejecuta falsísimamente en ¡nombre del catolicismo!

El Circo de la Roma Modernista -circo diabólico y maligno como nunca lo hubo-, enseñará fementidamente que hay que juntarse a rezar con ortodoxos herejes y cismáticos, judíos, protestantes, musulmanes, hindúes, ritualistas indígenas, umbandistas, etc.; dirán que ellos son hermanitos y que también en sus cultos uno puede salvarse. Pero mostrarán su verdadero rostro, farisaico y cruel, cuando revientan con excomuniones a los verdaderos testigos de la fe que le señalan sus males.

Hoy ser testigo de la fe trae otra gran diferencia con lo que sucedía en el circo de la roma pagana: y es que en la antigüedad el sufrimiento tenía el tiempo de lo que tardaba en matar el león, el tiempo de lo que llevaba el corte del hacha, el tiempo de lo que implicaba la herida con la espada. Ahora, para el que habla testimoniando la fe, el tiempo de sufrimiento dura acaso décadas. Nótese que no me meto a cuantificar el dolor, solo dejo sentado la magnitud temporal.

Por ahora no han regresado ni los colmillos ni las garras de las fieras; ni las hachas; ni las espadas; ni las lanzas; ni las crucifixiones; ni los potros; ni las parrillas; ni las ollas con aceite hirviendo; ni los potros; ni las flagelaciones; ni los garfios; ni las amputaciones; ni las lapidaciones; ni las hogueras. No. El Circo de la Roma Modernista se ha deleitado y se deleita en someter a los testigos de la fe al sufrimiento espiritual refinado: a toda costa busca doblegar inteligencias y voluntades en miras a que se arrodillen ante un espejismo que llaman catolicismo y que no lo es. El nuevo monstruo para ser adorado es el seudocatolicismo que se disfraza de católico. Situación jamás vista en las turbulencias por las que atravesó la Santa Madre Iglesia.

En el evangelio de San Juan se lee lo siguiente: “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho” (2, 4). Ya sucedió, pero no ha dejado de suceder. Se repite. Hoy también estamos en la hora en que expulsan en nombre de Dios siendo que no hacen cosas de Dios. A ojos humanos es un castigo que da muerte, porque deja a uno en el ostracismo, en el desierto y situación de aparente leproso; mas para ojos sobrenaturales es un preludio de bienaventuranza: “Bienaventurados cuando os persigan por causa de mi nombre”. Bienaventuranza tanto más grande cuanto que los perseguidores son de dentro. Que un Papa haga ver como católico, por caso, el punto III-subpunto 31 de una asquerosidad llamada Fiducia Supplicans (por él firmada), punto que dice: “En el horizonte aquí delineado se coloca la posibilidad de bendiciones de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo sexo”, ingresa en la admonición joánica. Pues dan a Fiducia para ser tenida como un “servicio a Dios” siendo que es un servicio para Satán. Entonces: si llega la hora -y esta es una de ellas- Jesús nos vuelve a repetir: “os he dicho estas cosas para (…) que os acordéis de que ya os lo había dicho”.

Y guardé para este final dos diferencias más entre el Circo de la Roma pagana y el Circo de la Roma modernista. Primera, tiene que ver con el grito: ¡Cristianos a las fieras! Ciertamente el grito es igual solo que ha cambiado de bocas. Quienes gritan no son paganos declarados, son modernistas dentro de la Iglesia Católica. Y las fieras, como quedó dicho, son más refinadas: son fieras también pero de otro porte. El grito, en el fondo, sigue siendo movido por la bestia de base, esto es, la farisáica-judaica, que primeramente gritó contra el Mesías: “Crucifícale, crucifícale”. Segunda, tiene que ver con las divisiones. El espectáculo antiguo dividía a quienes querían pan y circo, y quienes no. El moderno, antes que nada se divide y pretende dividir alejando de la Tradición Católica; el modernismo es un gran divisor, un consumado sembrador de cizaña; divide llevando almas al averno y alejándolas de Dios.

Me remonto ahora a un discípulo directo de San Pablo y de San Juan, destrozado en el circo alrededor del 108 d.c. Sabemos que San Ignacio de Antioquía, Padre de la Iglesia, murió martirizado por orden del emperador Trajano. Se opuso a las malas doctrinas con intrepidez, con bravura: «He sabido que han pasado algunos que querían sembrar mala doctrina (…); perros rabiosos que muerden a traición» (Ad Eph. 9, 1 – Ad Eph. 7, 1). En una carta a los filadelfios insiste contra la mala doctrina y las divisiones: «Huid de la división y de las malas doctrinas» (Ad Phil. 2, 1). A los de Esmirna les escribe una carta que bien podría aplicarse contra el protestantismo, tan amado por el falso ecumenismo de Vaticano II a la fecha: “Observad bien a los que sostienen doctrina extraña (…), porque ellos no admiten que la eucaristía sea la carne de nuestro Salvador Jesucristo, cuya carne sufrió por nuestros pecados, y a quien el Padre resucitó por su bondad (Ad Smyrn. 6,2-7,1). De él también son las siguientes palabras: “Trigo soy de Dios, molido por los dientes de las fieras, y convertido en pan puro de Cristo” (Ad Rom. 4, 1). La obra Martirio Corbertino nos narra cómo se cumplieron los deseos del gran mártir, quien fue devorado por las bestias felinas: “Sólo quedaron las partes más duras, que fueron recogidas por los hermanos y llevadas como reliquias a Antioquía donde descansan en una cápsula, tesoro inestimable” (6.4). Tenemos ejemplos acabados de amor a la sana doctrina.

Una de las grandes pruebas para el católico de estos tiempos será el tener que elegir entre un aparente estar fuera de la Iglesia por oponerse al modernismo imperante y que expulsa a sus opositores, y el acomodo tranquilo -que por supuesto incluye el silencio cómplice y el vivir de privilegios particulares- con el real modernismo, que aunque mandando desde dentro nunca fue católico.

Asidos con firmeza inquebrantable a la fe de Jesucristo, quiera Dios que podamos cumplir aquella advertencia que San Ignacio de Antioquía le escribiera a San Policarpo, sea cual fuere la cruz que nos toque cargar y con las que nos toque morir: “Mantente firme como un yunque” (Ad Pol. 3, 1).

Tomás I. González Pondal
Tomás I. González Pondal
nació en 1979 en Capital Federal. Es abogado y se dedica a la escritura. Casi por once años dictó clases de Lógica en el Instituto San Luis Rey (Provincia de San Luis). Ha escrito más de un centenar de artículos sobre diversos temas, en diarios jurídicos y no jurídicos, como La Ley, El Derecho, Errepar, Actualidad Jurídica, Rubinzal-Culzoni, La Capital, Los Andes, Diario Uno, Todo un País. Durante algunos años fue articulista del periódico La Nueva Provincia (Bahía Blanca). Actualmente, cada tanto, aparece alguno de sus artículos en el matutino La Prensa. Algunos de sus libros son: En Defensa de los indefensos. La Adivinación: ¿Qué oculta el ocultismo? Vivir de ilusiones. Filosofía en el café. Conociendo a El Principito. La Nostalgia. Regresar al pasado. Tierras de Fantasías. La Sombra del Colibrí. Irónicas. Suma Elemental Contra Abortistas. Sobre la Moda en el Vestir. No existe el Hombre Jamón.

Del mismo autor

«Te dormiste»

El aria, llamada Nessum Dorma y perteneciente a la opera Turandot,...

Últimos Artículos

La santa intransigencia

La intransigencia es la firmeza con la que se...

 “Como novia que se adorna con sus joyas”

I. «Desbordo de gozo con el Señor y me...