A comienzos del siglo XX surgió en Europa una nueva escuela filosófica que se proponía llevar el pensamiento moderno a su madurez crítica. El fundador de dicha escuela fue Edmund Husserl (1859-1938), catedrático universitario en Gotinga y en Friburgo de Brisgovia, que buscaba en la conciencia humana la objetividad de la conciencia y los valores.
En su círculo de colaboradores se distinguieron dos jóvenes estudiantes, Edith Stein y Martin Heidegger. Se diría que sus opuestos itinerarios intelectuales y existenciales representan emblemáticamente las diversas posibilidades que tienen ante sí la filosofía y la civilización moderna. Martín Heidegger nació católico, pero recorrió hasta el final el itinerario teórico del inmanentismo moderno para llegar a un nihilismo tan ambiguo como radical. Sucedió a Husserl en la cátedra, se adhirió al nacionalsocialismo y murió después de la guerra siendo un aclamado filósofo. Actualmente es un controvertido profeta de la izquierda posmoderna.
Edith Stein, dispícula predilecta de Husserl, nació judía, y de resultas de una dolorosa búsqueda personal se convirtió al catolicismo. Renunció a una brillante carrera universitaria para encontrar la plenitud de Verdad y Vida que anhelaba en la ontología de Santo Tomás de Aquino y la profundidad interior del Carmelo. Con el martirio, selló su total adhesión a Cristo. Su figura merece ser recordada.
Nació en Breslavia (Alemania) en 1891. Era la undécima hija un matrimonio de fervorosos judíos. Concluidos sus estudios secundarios con excelentes calificaciones, se matriculó en 1910 en la Universidad de Breslavia. En 1913 se trasladó a la Universidad de Gotinga. Allí conoció al filósofo Husserl, y fue su colaboradora junto con Heidegger, que era dos años mayor que ella.
Una noche del verano de 1921 leyó la autobiografía de Santa Teresa, y le cambió la vida. Estaba sola en la casa de campo de unos amigos que se habían ausentado por unos días. Ella misma nos cuenta: «Casualmente, tomé un libro de la biblioteca. Llevaba por título Santa Teresa: libro de su vida. Me puse a leer y no pude parar hasta que lo terminé. Cuando lo cerré, me dije: “Aquí está la verdad”».
Contrariando la voluntad de sus padres, Edith se bautizó y recibió la primera Comunión el día de Año Nuevo de 1922. Abandonó un futuro prometedor, y el 14 de octubre de 1933, mientras el nazismo accedía al poder en Alemania, ingresó en el monasterio carmelita de Colonia, adoptando el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz. El padre Cornelio Fabro escribió de ella: «La vida en el Carmelo le infundía paz espiritual, plenitud de vida y una alegría incontenible que irradiaba hacia quienes, en contadas ocasiones, podían acercarse a ella. En un sentido claro y juvenil, impactaba con una digna sencillez, una caritativa afabilidad y una fraterna comprensión que suscitaba alegría, y ese acicate que nos espolea cada vez que en esta miserable existencia nos alcanza un rayo del Bien infinito (Edith Stein, dalla filosofia al supplizio, en “Ecclesia”, IX, 7 ,1949, pp. 344-346).
El 21 de abril del mismo año, a propuesta de un grupo de profesores nacionalsocialistas, Heidegger fue nombrado rector de la Universidad Alberto-Ludoviciana de Friburgo. El 21 de abril de 1938, Sor Teresa Benedicta de la Cruz hizo sus votos perpetuos en la orden carmelita. Pocos días más tarde, el 26 de abril, fallecía en Friburgo su maestro Edmund Husserl, expresando con sus palabras que se abandonaba a la voluntad de Dios. Por su parte, tras una turbulenta relación sentimental con su alumna Hanna Arendt, Heidegger fallecería en Friburgo a los 86 años, en 1976.
La noche del 30 de diciembre de 1938 Edith salió del convento carmelita de Colonia para refugiarse en el Carmelo de Echt (Holanda) y escapar a persecución racista. Escribió estas palabras: «Hay un pensamiento que no deja de asaltarme: no tenemos aquí morada permanente. No deseo otra cosa sino que se cumpla en mí y por medio de mí la voluntad de Dios. ¿Cuánto tiempo me dará, y qué pasará después? Todo depende de Él, y por eso no tengo que preocuparme. Eso sí, es importante rezar mucho para mantenerse fiel en toda circunstancia». «A partir de ahora –escribirá en su testamento– acepto la muerte que Dios haya dispuesto para mí con alegría y total sumisión a su santísima voluntad. Ruego al Señor que se digne aceptar mi vida y mi muerte para su gloria y engrandecimiento […] y por el pueblo judío para que el Señor sea acogido por los suyos y venga su Reino […] por la salvación de Alemania y la paz del mundo. Y por último por mis parientes vivos y difuntos y por todas las personas que me ha confiado el Señor, para que ninguna se pierda».
Después de estallar la Segunda Guerra Mundial, en 1940, los Países Bajos fueron ocupados por Alemania. El 2 de agosto de 1942, el Reich ordenó la detención de todos los religiosos de ambos sexos no arios que se encontrasen en los monasterios –unos 300 en total–, en represalia contra el episcopado holandés, que había manifestado su oposición a la persecución de los judíos. Sor Teresa Benedicta y la hermana Rosa fueron internadas en el campo de concentración de Auschwitz, y murió gaseada el 10 de agosto de ese mismo año.
Sor Teresa Benedicta de la Cruz, monja carmelita, virgen y mártir, fue beatificada por Juan Pablo II en 1987, canonizada en 1998 y elevada a la dignidad de copatrona de Europa junto a Santa Catalina de Siena y Santa Brígida de Suecia.
La grandeza de Edith Stein, más aún que su martirio, estuvo en la decisión heroica de abandonar el espíritu del mundo para sumergirse en la profundidad espiritual del Carmelo. Y el premio a ese ardiente amor por la Verdad que hizo de hilo conductor de su vida fue la gracia del martirio.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)