Lucía nace en una próspera familia de Siracusa (Italia actual) y vive entre 283 y 310, año en que dará testimonio de martirio. Su día es el 13 de Diciembre. Su madre, al quedar viuda, comprometió a su hija en matrimonio sin saber que Lucía había hecho voto de virginidad por amor a Cristo. Obtuvo un aplazamiento de la boda con la excusa de la enfermedad de su madre. Entonces fueron madre e hija en peregrinación a la tumba de Santa Agueda, mártir, y al regresar a su casa la madre estaba del todo restablecida. A causa de esa milagrosa curación, Lucía quedó libre de compromiso nupcial pues su madre comprendió que se trataba de la voluntad de Dios. Toda la dote matrimonial se repartió a los pobres de esa ciudad. Delante de su novio se quitó ella misma la vista para que él aceptara que su único esposo sería Cristo. El novio, desengañado, tramó la venganza denunciando a la autoridad civil la condición cristiana de Lucía, pues
a inicios del siglo IV se perseguía aún a los bautizados en Cristo en el imperio romano. El procónsul que la interrogó la amenazó con meterla en un prostíbulo, a lo que ella respondió con que el cuerpo se contamina sólo si el alma es consciente. Entonces el verdugo ordenó su traslado de inmediato y. milagrosamente, diez hombres forzudos no consiguieron moverla ni un centímetro. Uno de ellos, desesperado, atentó con la espada contra la joven virgen y la hirió en el cuello, pero aún con
esta herida mortal Lucía clamó de alta voz que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Algunos que estaban de testigos aclamaron un fuerte AMEN cuando la virgen mártir murió extenuada.
Santa Lucía muestra con su vida el precioso don de la virginidad, don irrecuperable, desde su amor a Dios. En una época como la actual, donde la virginidad es ocultada por vergüenza y la perversión es mostrada con jactancia, esta joven mártir ofrece con su vida la mejor catequesis sobre la virtud de la Santa Pureza.
Santa Lucía, virgen y mártir, intercede por nosotros