Cuando yo comento una falta que me pone triste, sé muy bien que esa tristeza es la consecuencia de mi debilidad. Pero ¿crees que me quedo con eso?; no, no soy tan tonta. Corro a decirle a Dios: Dios mío, sé que he merecido ese sentimiento de tristeza, pero déjame que te lo ofrezca igualmente como una prueba que me envías con amor. Lamento mi pecado, pero me alegro de poder ofrecerte ese sufrimiento