«El hombre no es dueño de su camino»…y a veces comprobamos con sorpresa que en realidad deseamos solo lo que brilla. Si es así, coloquémonos humildemente entre los imperfectos y considerémonos almas pequeñas a las que Dios tiene que sostener a cada instante. Cuando Él nos ve profundamente convencidos de nuestra nada, nos tiende la mano; pero si tratamos de hacer algo grande y bueno, aunque sea so pretexto de celo apostólico, Jesús nos deja solos.